1. ¿Cuáles son tus afinidades estéticas con otros
poetas hispanoamericanos?
ALFREDO FRESSIA | Una de las características de las sociedades
y de las literaturas rioplatenses, y hablo de la uruguaya, que es donde se inscribe
mi obra, es el cosmopolitismo, una marca como que intrínseca que la distingue
inmediatamente del resto del continente (incluso de la literatura en idioma portugués).
Si mencionara algunas corrientes estéticas hispanoamericanas, o algunos poetas,
incluso los “gigantes”, un Vallejo, pongamos por caso, acabaría por estrechar
el campo de interacciones estéticas desde el que uno escribe. Eso queda potenciado
en mi caso por esa formación francesa (o afrancesada, o francesoide) que tuve
desde niño, y esa “binacionalidad” en la que vivo, eso de ser uruguayo y brasileño,
y no sólo legalmente, esa frontera móvil que también significa no ser ni
lo uno ni lo otro, o por lo menos escribir desde un lugar rebelde, de referencias
arduas. Por todo esto prefiero responder de un modo más abarcador. Si hay un juego
dialéctico entre “clásicos” y “románticos”, que se suceden a veces en la misma
diacronía literaria; si hay una especie de doble estructura en el genoma poético,
que incluye por un lado la investigación formal, el trabajo del significante,
hasta la exacerbación, hasta la intolerancia, y por otro, el juego complejo de
los significados, tantas veces sucios por la vida, por la historia, y rescatados
por el poema como un organismo histórico; entonces, me inscribo sin vacilar en
ese segundo círculo del “ADN” poético, pero a sabiendas de que la estructura genética
es una, y que el privilegio excesivo de una de esas líneas y el consiguiente desdén
de la otra es una especie de hybris, de pecado mortal cuya víctima es la propia
poesía.
ARMANDO ROMERO | Como poeta y narrador me tocó en suerte compartir
el entusiasmo, la rabia, las ilusiones y la inocencia de la generación del 60,
que en nuestra versión colombiana tuvo un grupo estelar: El Nadaísmo, donde figuran
poetas de talla mayor como Jotamario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar, Eduardo
Escobar, Amilkar Osorio, entre otros. Mi filiación generacional, nadaísta, con
todo lo que sonara a vanguardia, a respuesta violenta contra la violencia de los
hombres de poder, me llevó a sentir afinidad por ese grupo de poetas y escritores
que desde diversos ángulos había desafiado a la sociedad conservadora, fascista,
reaccionaria que nos dominaba. No importaba su inclinación política, lo importante
era que se desafiaran los poderes establecidos, ya fuese en lo artístico como
en lo social. Los nombres en América Latina, ampliando la mira, podían barajarse
desde Macedonio Fernández, Borges, Vallejo, Huidobro, Paz hasta la generación
posterior, la gente de Mandrágora o poetas como Gonzalo Rojas en Chile, de Poesía
Buenos Aires (Bayley, Aguirre, Madariaga) o surrealistas declarados y maravillosos
como Enrique Molina o Aldo Pellegrini, en Argentina. En la misma Colombia Alvaro
Mutis es voz central para mí, así como algunos de sus compañeros de generación,
Jorge Gaitán Durán, Fernando Charry Lara, Rogelio Echavarría. También la voz de
César Moro en el Perú, y del otro gran César Dávila Andrade en Ecuador, los venezolanos
Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Ramón Palomares, y la gente allí tan afín,
tan querida de “El Techo de la ballena”, Juan Calzadilla, Carlos Contramaestre,
Ludovico Silva, Caupolicán Ovalles, y ya hacia el norte, los poetas grandes de
Nicaragua, los que han hecho del verbo de Darío realidad geográfica, Carlos Martínez
Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Coronel Ortecho, y Roque Dalton en El Salvador, y
en el México de las grandes águilas y espinosos nopales poetas como Jaime Sabines,
Efrain Huerta, la gente de “La espiga amotinada”, y es mejor parar de contar porque
son muchos más. Debo sí hablar de la importancia de la poesía brasilera, de cómo
ordeñábamos con delicia esas pocas revistas o publicaciones que nos traían la
voz de poetas grandes y maravillosos de ese lado de nuestra realidad: Manuel Bandeira,
Carlos Drummond de Andrade, Vinicios de Moraes. Los años han mantenido en firme
todos los afectos, con pocas excepciones, y han ampliado la lista, aunque a medida
que nos internamos más en los claroscuros de nuestra propia retórica empezamos
a ver más con el espejo de Narciso que con el espejo de Alicia. En mi caso particular,
mis inclinaciones por la poesía de corte narrativo, por el poema en prosa, me
han ubicado en una dirección bastante directa con lo referencial del poema, aunque
mis cuentos, los que se salen del marco del poema en prosa, se dan media vuelta
hacia un barroquismo complejo, de juego idiomático, sintáctico, de libre y anárquica
estructura. Es por eso quizás que mi afecto por la poesía pueda abrirse más allá
de las líneas tradicionales que los poetas se trazan al seguir las coordenadas
de su propia poesía.
DINA POSADA Es difícil determinar nuestras propias influencias.
Cuando se lee a muchos poetas, las diversas huellas se van grabando en el subconsciente
y ahí se entrelazan sin poder precisar a la hora de crear quiénes nos están marcando
el paso.
En cuanto a mis inclinaciones estéticas por ciertos
poetas hispanoamericanos sería una lista interminable. A veces, y sin conocer
toda su obra, un autor nos llama repetidamente desde sus versos, tal es mi caso
con Joao Cabral de Melo Neto. Pero hay poetas de cabecera a los que uno vuelve
voluntaria o involuntariamente con sabrosa obsesión. No cambio por nada la fuerza
de Neruda, el lenguaje innovador de Vallejo, la riqueza verbal de Octavio Paz
y, sobre todos, los perfectos y mesurados endecasílabos donde Borges, con inigualable
sabiduría, supo ocultar su propia experiencia en personajes y hechos del pasado.
Eternamente magistrales Quevedo y Lope de Vega. Continúo con la Generación del
27 y termino con Olga Orozco y Dulce María Loynaz.
EDUARDO MOSCHES | Esta se da con aquellos poetas que se acercan
a la poesía como espejo de la vida. Que se vislumbran dentro de esta realidad,
en la visible y en la que potencialmente se nos encuentra oculta y por lo tanto,
debemos acercarnos a descubrirla. La poesía es vida, experiencia de vida, de historia
personal. La poesía es aquello que se nos presenta como testimonio, de una sociedad
que se quiebra entre retortijones de dolor y de pasión, entre la sensualidad amorosa,
de lo percibible y todo aquello que expulsa la sociedad como excrecencia dolorosa.
Me siento cercano a aquellos que desean insertar la poesía, la propia, en la realidad
contemporánea, insertarla como un hecho, un acto, un proceso de producción material
y no como un simple filtro enaltecedor. Me identifico con aquellos que pretenden
anexarla a las realidades concretas, embeberla de actualidad y de historia. Con
los que practican una poética polivalente, de muchas voces, y múltiple en concordancia
con este mundo que es visualizable de forma inestable y variable, con una visión
de mundo heterogénea, pero unida al deseo de avanzada política como con la artística.
Para dar nombre propio a algunos poetas muy cercanos iniciaría con Cesar Vallejo,
Enrique Molina, Olga Orozco, Antonio Cisneros y Juan Gelman.
GLADYS MENDÍA | Siento afinidades con Enrique Verástegui, escritor
de Perú (integrante del movimiento Hora Zero), a quien encuentro verdaderamente
genial e innovador en su estética. Esa perfecta unión entre las artes y las ciencias,
lo sutil y lo meramente cotidiano. Admiro la fe de su poética, la capacidad de
mezclar los discursos amorosos con los de protesta, la metapoesía y lo marginal,
los versos simples, a veces burdos, con otros esencialmente cerebrales y oscuros.
De mi país, tengo mucha cercanía hacia Ida Gramko,
esa búsqueda interior a través del lenguaje, hacedora de un único y brillante
nuevo barroco nuestramericano. Ida, a través de su poética llena de ritmo, rima,
plástica, visualidad, anécdotas, símbolos, conceptos, lo místico, lo mítico...todo
reunido, conjugado en forma lúcida y mágica; hace que admire profundamente a esta
mujer excepcional.
Otro poeta de mi país, de los Andes venezolanos,
el gran Pablo Mora; quien posee una riqueza y dominio del lenguaje junto a la
voz que denuncia, que más que ofrecer respuestas, sugiere preguntas y nos llama
al insomnio “¡Insomnio para el hombre de este tiempo!”... Pablo Mora sacude y
estremece el alma, me conecta con la esencia múltiple, la de ser todos y todo.
JORGE ARIEL MADRAZO | La poesía hispanoamericana abarca un riquísimo
friso (como ocurre con la escrita en lengua portuguesa, cuyos autores pasados
y actuales tanto han influido en nuestro propio quehacer poético). Desde ya, no
creo posible producir una palabra viva -vale decir, aquella que sea en sí misma
un cuerpo dotado de una peculiar respiración, jadeo y latido- sin fecundarla con
la mejor tradición poética, la que aun hoy es dadora de vida. Y, sobre todo, con
el aporte de quienes echaron los cimientos de un lenguaje y una “lógica” poética
radicalmente diferenciados del discurso meramente narrativo-explicativo. Así,
resulta ineludible nuestra deuda con un Rubén Darío en su momento, o un Huidobro
o Vallejo más tarde y siempre, junto a una fecunda pléyade de poetas enrolados
en estéticas diversas pero afines en su búsqueda refundadora. Poesía como palabra
en libertad, en las antípodas de cualquier forma de poder, incluido el de una
lengua fascista.
Por citar, arbitrariamente, otros pocos nombres: desde los poetas de la
generación del '27 en España o Pessoa-Drummond y el movimiento modernista y el
“antropofagismo” en Brasil, hasta -en el Plata- Alfonsina Storni, Delmira Agustini,
Amelia Biagioni, Olga Orozco, Idea Vilariño, Oliverio Girondo, Juan L. Ortiz,
Enrique Molina, Edgar Bayley, Francisco Madariaga. Más José Antonio Ramos Sucre,
Eunice Odio, Lezama Lima, César Moro, Díaz Casanueva, Parra, Sologuren, C.G. Belli…
¿Que estos nombres -y otros, por supuesto- encarnan estéticas muy distintas y
hasta contrapuestas? No me importa, en tanto en ellos la poesía esté viva y no
sea mero tributo a la palabra abstracta, “bella”, fosilizada. Es decir: poema
como cuerpo que se genera desde sus propias entrañas y dotado de autonomía. Aquello
de que: “Lo que el poema dice, no existía antes de que el poema fuera escrito”.
Poema que no significa, sino que es.
JOSÉ ÁNGEL LEYVA | La tradición inscrita en nuestras grandes figuras
desde Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío, Ramón López Velarde, José Martí,
Leopoldo Lugones, por mencionar algunos, toca la inquietud de búsqueda natural
en poetas de vanguardia y de aspiración universalista como son los casos de Vicente
Huidobro, Manuel Maples Arce, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Lezama Lima, Nicanor
Parra, y los mexicanos José Juan Tablada, Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier
Villaurrutia, además de Octavio Paz. Todos ellos forman el canon referencial de
mis lecturas poéticas. Pero son indudables los hilos de admiración por poetas
como Roberto Juarroz, Ferreira Gullar, Olga Orozco, Carlos Drummond de Andrade,
Cintio Vitier, Eliseo Diego.
Quiero decir entonces que no es el canto al paisaje,
sino la búsqueda del lenguaje, su renovación.
JUAN CALZADILLA | No quiero que mi respuesta me comprometa en
grado tal que usted vaya a pensar que hablo en representación de mi país. Vivo
en Venezuela pero en general lo que hago, lo que escribo y pienso sólo apenas
roza lo que aquí se considera como nuestra tradición poética, una tradición en
la que por lo demás, si es que existiera, me he visto poco involucrado. Disfruto
de lo que ustedes llaman mal de exilio. Una enfermedad que se adquiere en todas
partes. En todo caso, me parece interesante observar, en el mapa actual, que el
rasgo más sobresaliente de la poesía que se hace Venezuela, si al caso vamos,
está asociado a una reflexión sobre ella, a una reflexión entendida como poética
o como una crítica que se hace desde el interior mismo de la poesía. Es decir,
como ese tipo de discurso que, en ausencia de la llamada crítica universitaria
o académica, ha tenido que ser asumido por los poetas mismos. Los casos de Rafael
Cadenas, Eugenio Montejo, Silva Estada, Ludovico Silva, Margara Russotto y, más
recientemente, Alejandro Oliveros y Armando Rojas Guardia son elocuentes en el
sentido de que ellos, al par que la escriben, se pronuncian por un compromiso
teórico con la poesía, a través de libros y ensayos, cuando no, como en mi caso,
mediante un lenguaje metafórico que se da en el seno mismo de la poesía. Esto
es importante pero no suficiente; la poesía venezolana -en el caso de que se pueda
hablar de una poesía venezolana, que lo dudo- se está quedando rezagada en el
concierto latinoamericano y deploro que tenga que reconocerse que con la reflexión
lo que estamos es aceptando o, si prefiere, celebrando su derrota.
LINA ZERÓN | Creo que las preferencias no necesariamente
se convierten en influencias, aunque pueden permear, inconcientemente, en la obra
propia, sin que uno se lo proponga. Es importante admirar la obra de poetas, empezar
con referencias sin perder de vista tu propio sentir y tu estilo. De esta forma,
a los 11 años, Pablo Neruda y los románticos de principio de siglo atraparon mi
alma, con los años me sentí atraída sobre todo por la obra de Jaime Sabines, que
para mí es el poeta más grande de México junto con Efraín Huerta, luego Octavio
Paz, Rubén Bonifaz Nuño, Ramón López Velarde, Eduardo Lizalde, René Char, Delmira
Austini, Alejandra Pizarnik etc. Me interesa mucho trabajar cosas a la manera
de los poetas malditos con su antipoesía y admiro la obra de Huidobro sobre todo
por la búsqueda formal y la renovación del lenguaje que puede uno encontrar en
sus obras.
MANUEL MORA SERRANO | Regularmente, más que afinidades, existen coincidencias
epocales. Los de mi generación, aunque no sigamos fieles a los parámetros que
encontramos y a las influencias primeras que padecimos, algo de ello se trasparenta.
Hay una reacción natural contra lo que los jóvenes hacen, sólo porque lo hacen
los jóvenes, porque existe, en estos momentos, una invasión de versificadores,
más que de poetas reales en toda Hispanoamérica y es posible que en otras lenguas
que no sea el español. Hay tantos libros de poesía en prosa y verso libre que
ciertamente estamos observando muy descreídos, más que leyendo a los nuevos, con
el temor de que nos estén tomando el pelo y copien y roben para destacarse, con
las facilidades que le ofrece el internet. Cada vez sentimos menos autenticidad
y un palabrerío que no nos convence, sobre todo por un afán universalista que
convierte en neutro lo que debería ser múltiple y complejo.
MILAGRO HAACK | Mis afinidades son más cercanas que lejanas,
sobre todo en lo visual poético de las artes. Siento que los poetas hispanos son
buscadores en la diversidad del arte, renovadores del diálogo. Siento además,
esa apertura de puertas donde uno se encuentra horizontes ampliamente recorridos,
por recorrer. Soy una buscadora de espacios, cruzando cada instante por un círculo
esplendido de voces al ser y volver ser lectores de fusiones sensoriales, por
ello leo mucho a los poetas hispanoamericanos.
NANCY MOREJÓN Siempre he compartido la idea de que al juzgar
cualquier fenómeno, cualquier cosa, es prácticamente imposible ser juez y parte. En el dominio del arte y la literatura esto
se convierte en una verdad de Perogrullo. Respeto mi lengua materna que es el
castellano, por consiguiente todo lo que escribo se ampara de su historia y tradición
renacidas en Hispanoamérica muy particularmente en el ámbito antillano, fértil
territorio espiritual y material de un prócer de la independencia continental
como lo fuera José Martí (1853-1895). Mi generación, por ejemplo, comenzó a escribir
cuando ya eran paradigmas de la poesía latinoamericana nombres fundadores como
César Vallejo, Pablo Neruda y Nicolás Guillén. Los tres representaron tres tendencias
fundamentales que se instalaron por su propio peso en los cánones de la poesía
castellana. El término hispanoamericano
no es el mismo en boca de Marcelino Menéndez y Pelayo que en la de Federico de
Onís o en manos de los autores de la célebre antología Laurel. Los poetas hispanoamericanos
trajeron su marca, su diferencia, con el nacimiento del modernismo, es decir,
con el nicaragüense Rubén Darío y Martí. Mi poesía no habría existido sin los
nombres que acabo de mencionar ni sin los de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni,
Fina García Marruz, Carilda Oliver Labra, Mario Benedetti, Claribel Alegría, Roberto
Fernández Retamar, Pablo Armando Fernández, Efraín Huerta, Jaime Sabines, Gonzalo
Rojas, Juan Gelman y Miguel Barnet, entre muchos otros.
NICASIO URBINA Creo que en poesía hay una preocupación general
por el lenguaje, por una desarticulación del lenguaje conversacional para abrir
sus posibilidades semánticas e interpretativas. En los últimos tiempos veo un
regreso a la metáfora, a la poesía barroca, y un distanciamiento de la poesía
conversacional, exteriorista y narrativa, que predominó en la segunda mitad del
siglo XX. Esto me parece un cambio positivo, un paso importante en el desarrollo
de la poesía hispanoamericana.
RENÉE FERRER | Mis afinidades estéticas con otros poetas hispanoamericanos
han variado a lo largo de mis libros. Desde Hay surcos que no se llenan,publicado
en 1965 al último Las cruces del olvido, referente a l masacre del Marzo
Paraguayo, editado en 2001 he pasado por diversas influencias. Desde Gustavo Adolfo
Bécquer y Amado Nervo en los versos iniciales a Pablo Neruda y los poetas de la
generación del 27, en creaciones posteriores. Desde los españoles Juan Ramón Jiménez
y Vicente Alexaindre a Gonzalo Rojas o César Vallejo, aunque éste último siempre
me ha parecido irrepetible.
SAÚL IBARGOYEN | Yo diría “poetas indolatinoamericanos”, aunque
el término no sea demasiado preciso. Las que a veces tomamos por afinidades estéticas
suelen ser identificaciones o aproximaciones de otro tipo, más allá de distancias
históricas, socioculturales y lingüísticas con sus incontables variantes y similares
propuestas. Los aspectos predominantemente formales son asunto aparte. Así, para
mí están la desgarradura viva de Vallejo, el derrumbe existencial y orgánico de
las Residencias nerudianas, la dramática y a veces burlona cotidianidad de Drummond
de Andrade, la dolida y luminosa fugacidad de los poetas nahuas, la madurez renovadora
e irrepetible de Girondo, los riesgos del vuelo altazoriano, los insondables conjuros
y cánticos de los bardos esquimales y pieles rojas, las laceradas verbalizaciones
de los poetas del bolero y del tango, las no apagadas voces de payadores y decimeros,
algunas hiperbólicas construcciones experimentalistas y posvanguardistas, y tantas
otras presencias y resonancias que se agregan al discurso poético personal. Habría
que incluir, sin duda, a ese extraño montevideano, el mestizo Lautréamont.
SUSY DELGADO La primera figura que se me aparece ante esta
pregunta no es precisamente un poeta, aunque podríamos decir que su obra está
impregnada de una fuerte poesía: el mexicano Juan Rulfo. Me siento marcada y emparentada
con ese realismo especial, mágico y feroz donde los muertos están vivos y los
vivos están muertos, donde las orfandades, las dudas y las sospechas son tan concretas
como el retazo de páramo que nos ha tocado. Y ese modo de dar este complejo paisaje,
esa economía expresiva que raya en el hermetismo, donde lo dicho tiene un peso
tan fuerte como lo no dicho, es un modelo para mi búsqueda.
En segundo lugar, pienso en este momento en la
boliviana Blanca Wiethüchter, por esa voz que es una y es también voz colectiva,
polifónica. Esa voz que se nutre de la identidad femenina y de la identidad indígena
y de la mezcolanza cultural occidental en una especie de conflicto irrenunciable,
esa voz que por un lado es viaje interior y por otro, es representación del mundo.
Naturalmente, me han conmovido especialmente esos poemas en que la autora rescata
la palabra guaraní, con su carga de soledad.
Y si hablo de palabra guaraní, no puedo dejar de
mencionar a esos “poetas de la selva” como alguien llamó a quienes amasaron ese
canto extenso y profundo que ha sido condensado en el Ayvu Rapyta, el libro sagrado
de los guaraní. Sobre todo, no puedo dejar de rescatar el valor esencial que tiene
en esta poesía la palabra, sinónimo de vida y de potencialidad humana.
Y para no desbarrancarme con tantos nombres que
podría citar, menciono aquí solo uno más: Gonzalo Rojas, no solo por su recorrido
apasionado en las grandes preguntas de la existencia, sino por su creación de
un lenguaje singular, profundo y juguetón, místico y desfachatado.
YOLANDA PANTÍN | Mi primer libro publicado es de 1981 por lo
tanto me inscribo naturalmente dentro de la generación de los años ochenta en
Venezuela. Algunas líneas de mi trabajo encuentran correspondencia con las que
siguieron poetas de esa misma generación en Latinoamérica, particularmente las
mujeres, esto es: a-desacralización del texto literario, b-enmascaramiento del
yo lírico, c- extrañamiento ante la realidad, d- cosmopolitismo exótico, e- desplazamiento
del sujeto etc.
2. ¿Cuáles son las contribuciones esenciales que existen en la poesía que
se hace en tu país que deberían tener repercusión o reconocimiento internacional?
ALFREDO FRESSIA | La literatura es hecha por seres individuales,
y solitarios, por lo menos al ser flagrados en la escritura. Por eso las “contribuciones
esenciales” son tantas como el mismo número de los poetas. No quiero escapar con
esto por una tangente de la pregunta, ni limitarme a señalar la importancia “internacional”
(que es una noción enrarecida en la globalización que hoy se goza y se padece)
de tal o cual poeta en particular. Prefiero insistir en el cosmopolitismo que
mencionaba, y del que uno aquí, en Brasil, que es mi “situación”, siente tanta
falta. O en esa otra característica de la literatura uruguaya que es “no caber”
en el territorio chiquito del país. El Uruguay, y estoy hablando de su literatura,
va siempre más allá de sus fronteras, por lo pronto de sus vecinos. Se mete como
Perico por su casa (y es su casa) con los argentinos, y no se asusta frente al
cambio de idiomas cuando penetra en la gauchesca de João Simões Lopes Neto, por
dar un ejemplo, y al mismo tiempo Lopes Neto es un inesperado abuelo de ese nativismo
que es uruguayo, pero que pasa también por la Argentina. (Y conste que esto no
ocurre sólo con la literatura gauchesca; podría mencionar la literatura urbana
de un Dionélio Machado, por ejemplo). Otro valor que debería tener “repercusión”
es esa cultura uruguaya siempre abierta, aireada, de una autorreferencia “leve”,
y en eso, tan opuesta a la brasileña, siempre aislada, bastante incapaz de dialogar,
y mucho menos, oh paradojas, con “los hermanos”, como si la sociedad brasileña
ignorara que ocupa la mitad del territorio de América del Sur, y que lo hace con
una enorme originalidad. (Perdón por “irme del tema”, pero hablar de Brasil es
casi inevitable en mi caso).
ARMANDO ROMERO | Si debo colocar a mi país como Colombia, lugar
donde nací y viví hasta los 23 años, entonces debería decir que muchos de mis
compañeros de generación no han recibido ese reconocimiento latinoamericano que
se merecen, especialmente dos poetas nadaistas, Jotamario Arbeláez y Eduardo Escobar.
Jotamario es uno de los grandes poetas latinoamericanos, así lo reconoció Aldo
Pellegrini en su ya antológica Antología de la poesía viva en América Latina.
Sin embargo, y a pesar de este temprano reconocimiento, su obra sigue siendo casi
desconocida en el plano internacional, no así en Colombia donde se lo quiere y
respeta. Mucho hay que hacer en este sentido. Pero mi país, en América Latina,
no es uno solo, son muchos los países que me han acogido y brindado todo el afecto
y el calor de tierra chica, Venezuela entre ellos. Y allí ya te encontrarás con
una mina de poetas escondidos tras las capas de olvido y desconocimiento que crea
nuestra casi incorregible incomunicación latinoamericana. Muchos de los poetas
que he citado en la respuesta anterior estarían en este grupo. El trabajo de desenterrar
a nuestros grandes poetas de un injusto y prematuro olvido es inmenso y lo debemos
emprender todos. El hecho mismo de que poetas argentinos como Edgar Bayley, Raúl
Gustavo Aguirre, Juan Antonio Vasco, Mario Trejo, sean nombres extraños para los
poetas más jóvenes en América Latina es abrumador, desolador. Y así, cada país,
cada región, tiene un montón de poetas que como soldados desconocidos contribuyen
a la poesía difundida con una llamita sin nombre ni rostro, cuando en verdad tienen
candela de la buena por dentro. Pedro Lastra, el gran poeta chileno, él mismo
un poeta todavía no bien reconocido por la crítica y los antologistas, ha recogido
en una serie bellísima de trabajos el nombre y la obra de algunos de estos poetas
asesinados por el olvido. El es pionero de esta campaña que debemos emprender
desde ya para enriquecernos con nuestra propia riqueza. “Es infinita esta riqueza
abandonada”, decía claramente Edgar Bayley.
DINA POSADA Si se trata de valorar las voces con presencia
en el aquí y el ahora debo referirme a Roque Dalton aunque él ya goza de ese reconocimiento
local e internacional. Y es un deber mencionar a Claudia Lars, la Madre Poeta
salvadoreña. Ella es un referente ineludible en lo que escribimos las mujeres
de El Salvador. Claudia Lars es una poeta completa y extrañamente pocas veces
sale a relucir fuera de nuestras fronteras. Mi afirmación está apoyada por su
extensa obra de fuerte expresión y hondura existencial.
EDUARDO MOSCHES | No creo en excesivo en una poética nacional.
Creo que la poesía hispanoamericana contemporánea es una e indivisible. Es sumamente
artificial fragmentarla en poesías nacionales. La extensión de los movimientos
estéticos no coincide con arbitrarios límites geográficos.
Podemos hablar de poetas que formaron parte de
corrientes poéticas importantes, de la vanguardia, y han sido estos poetas los
que concretaron su presencia en el ámbito poético nacional e internacional. En
el ámbito de México es imposible no nombrar al premio Nobel Octavio Paz, y además,
a José Gorostiza, Efraín Huerta, Jaime Sabines, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis
y otros.
GLADYS MENDÍA | Encuentro que Venezuela tiene grandes poetas,
que han realizado y realizan inumerables aportes; por ejemplo esa mezcla perfecta
entre el mundo interior profundo, reflexivo y la vinculación poderosa con la exuberante
naturaleza, que dan como resultado líricas preciosas tanto en la forma, como telúricas
en el contenido. El poeta venezolano tiene una sensibilidad especial con la naturaleza
que lo rodea y siento que ella aporta el ritmo, ese ritmo envolvente que apasiona
al lector. Según la crítica nacional, circunstancias históricas, como por ejemplo,
las dictaduras militares, hicieron de Venezuela un país al margen de muchos acontecimientos
poéticos importantes durante las primeras tres décadas del siglo XX, por más que
el aporte de la Generación del 18 haya sido esencial, y en ella se destaquen los
nombres y las obras de José Antonio Ramos Sucre, Paz Castillo y Enriqueta Arvelo
Larriva. Nuestra poesía se enriquece notablemente a partir de la aparición del
grupo Viernes, y en particular de la poesía de Vicente Gerbasi, que luego encuentra
continuidad, en su modernidad, en la obra de Juan Sánchez Peláez, en aportes de
Juan Liscano, y en la obra de la llamada generación de los años sesenta, momento
en el que la poesía venezolana no sólo sintoniza con su tiempo histórico sino
que comienza a caminar hacia la riqueza de los años posteriores, donde predomina
la conciencia de una nueva realidad urbana, enmarcada en una difícil situación
política y económica, manifestándose en diversas líricas: formalistas, trascendentalistas,
otras de subversión lingüística y política, otras oníricas o surrealistas…sin
poder dejar de nombrar el valioso aporte del grupo El techo de la Ballena, quienes
realizaban una verdadera militancia en contra de la burguesía de esos años, con
sus poemas y manifiestos provocadores, existenciales, lúdicos, irónicos, a mi
modo de ver urgentes y necesarios para el despertar de las conciencias.
JORGE ARIEL MADRAZO | Tal vez una contribución importante de la poesía
argentina, a través de varios de sus cultores más destacados -comenzando por el
mismo gran poema nacional, el “Martin Fierro”, y llegando al propio Borges, a
un Alberto Girri o un Roberto Juarroz- sea la exploración de las posibles fusiones-aleaciones
entre lo poético y lo conceptual, lo sensible y lo intelectivo. Sin caer, es claro,
en la subordinación del lenguaje de la poesía al de la narrativa o la filosofía.
Es una suerte de “intelectualismo” que tiene virtudes y defectos, pero que acaso
sea un sello distintivo de muchos poetas de estas latitudes a partir de nuestras
marcas culturales y nuestro predominante origen de clase media (en acelerado deterioro).
JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Me parece necesario conocer más la obra de:
Sor Juana Inés de la Cruz, Ramón López Velarde, Manuel Maples Arce, del grupo
Los Contemporáneos y José Carlos Becerra. Todos ellos aportan una visión diferente,
plena de inteligencia, que trasciende su momento histórico y su entorno cultural.
JUAN CALZADILLA | Hubo una época en que me interesó mucho la actividad
del grupo de poetas argentinos desarrollada en torno a las figuras paradigmáticas
de Aldo Pellegrini y Enrique Molina. Pellegrini fue el encargado de lanzar continentalmente
a la generación del sesenta en su ya clásica Antología Poesía Viva Latinoamericana
(Seix Barral edit.). De allí se desprendió el apoyo que le dio a El techo de la
ballena y las coincidencias que en materia de lenguaje por un tiempo mantuvimos
con el grupo que venía de Letra y Linea, y que más tarde fundó la revista Poesía
Buenos Aires. Una de cuyas consecuencias fue el hecho de que Juan Antonio Vasco
se quedara a vivir entre nosotros por los años sesenta. Ese fue un momento trascendental,
que, por lo que a mí respecta, coincide con un acercamiento productivo al grupo
surrealista que para l965 integraban en Sao Paolo Sergio Lima, Piva y Claudio
Willer. Igual le puedo hablar de las propuestas que compartíamos con el movimiento
nadaísta de Colombia, el cual contribuyó con su tono coloquialista y directo a
mantener el clima de insurrección y la actitud disidente de la vanguardia poética
de finales del sesenta y comienzos de los setenta. Después de tanta deserción
y entrega como aquellas a la que hemos asistido en nuestros movimientos, no puede
extrañarle a usted que me sienta un tanto escéptico y que ésta sea la vía en que
me expreso más habitualmente. Sigo ganado para oír a los jóvenes y trato de mantenerme
informado de lo que ocurre en nuestros países, con una intención más tolerante.
Menos convocado supongo por una intransigencia que ha ido gradualmente escondiendo
las uñas para solicitar, de mí mismo, también, un mayor esfuerzo de comprensión
y solidaridad generacional. En fin, son muchas las coincidencias, sobre todo en
este momento en que hay gran cantidad de jóvenes poetas antisistema reclamándonos.
¿Qué hacer? Uno envejece, la poesía no.
LINA ZERÓN | Encuentro dos primordiales: la aportación de
nuevo vocabulario y lenguaje, no se puede encontrar en poesía de otros países
sobre todo por la influencia indígena y la historia nacional de México. Y la otra
es la intensa búsqueda formal que sobre todo los jóvenes poetas mexicanos están
emprendiendo. La poesía que está llena de vida, de fuerza, la autenticidad que
quizá falta ahora en los países de Europa, hasta cuando las situaciones son más
duras, hay siempre una cierta alegría de vivir en la poesía mexicana, por eso
es que nos estamos imponiendo los latinos en Europa, de a poco, porque en la medida
que la poesía sea humana y menos intelecturalizada, que tenga garra, fuerza, entrañas,
corazón será más comprensible para el grueso de los lectores que toman nuestra
voz para dar cuenta de lo que pasa en el mundo y sienten ellos mismos.
MANUEL MORA SERRANO | Lo que he dicho más arriba es lo que observo
en mi país. Abro multitud (sin exagerar) de volúmenes impresos y no encuentro
logros ni atisbos felices de poesía verdadera. Hay excepciones notables, como
en todas partes, pero esas son marginadas, porque todo el mundo quiere parecerse
a todo el mundo, como si no tuvieran vida propia, ni sentimientos, ni sueños por
realizar. De modo que espero, más que creer en ello, que esta crisis de autenticidad
pueda terminar un día, pero los concursos y los premios incitan a gentes que no
están en el secreto poético, a usar todo un arsenal de palabras y colocar versos
o párrafos unos debajo de otros, creyendo que la poesía se hace con palabras y
no con esas otras cosas que componen su esencia. Algún día, esperamos, que como
en el cuento de Perrault, alguien grite que el traje del emperador no existe y
abran los ojos, al comprobar que están desnudos.
MILAGRO HAACK | En sí, comprendo, que muchos escritores de mi
país no tienen la publicidad como grandes maestros que son. En Venezuela existen
artistas como Teresa de la Parra, Rómulo Gallegos, Ramos Sucre, (reconocidos a
nivel internacional), sin embargo, la literatura venezolana no se quedó allí,
existe, también otro movimiento tras movimientos, entre los cuales puedo citar
algunos como, Ida Gramcko, Vicente Gerbasi, Fernando Paz Castillo, Elizabeth Schön,
Luz Machado, Enriqueta Arvelo Larriva, Juan Sánchez Peláez (me imagino que estoy
aludiendo a los más conocidos), ellos, entre muchos oleajes de este vasto universo,
porque sé que dejo mucho por señalar, no tienen difusión merecida, como los contemporáneos,
Un poeta como Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Edras Parra, que marcan un
punto muy importante en nuestra literatura, así mismo, nombrándolos a ellos, cito
un universo de creadores, en cualquier espacio artístico de nuestro país que sin
duda aportan sus creaciones a todo Hispanoamérica.
NANCY MOREJÓN La poesía es el género rey, como se sabe. En Cuba,
es el género de mayor concurrencia autoral y, al mismo tiempo, el más ininterrumpido.
Hace poco celebramos los cuatro siglos de su existencia que data de 1608 cuando
Silvestre de Balboa publica el todavía polémico y largo poema Espejo de paciencia.
Los aportes de la poesía cubana a la hispanoamericana son vitales y las generaciones
más jóvenes escriben afincadas en una tradición americana innegable. Llámense
líricos, conversacionalistas, exterioristas, poetas de la experiencia o poetas
en donde el lenguaje metafórico predomine, todos han contribuido de modo ejemplar
a la presencia de una poesía con identidad propia ya desde fines del siglo XIX.
Los poetas jóvenes de mi país publican muchísimo. La valoración de su expresión
no pasa por el mercado del mercado sino por juicios de valor que tienen en cuenta
su excelencia literaria. A pesar del bloqueo, hay una repercusión de las obras
más significativas en el ámbito mundial pues, como conoces, la poesía en la última
década se difunde promueve mejor y con más propiedad en los festivales de poesía,
se enmarquen dentro o fuera de las famosas Ferias del Libro. También la poesía
cubana de hoy se vierte en la canción, en la trova de todos los tiempos, en expresiones
plásticas y digitales como manifestación segura de que nos importa la modernidad
aunque hayan conspirado para enajenarnos ese derecho.
NICASIO URBINA | Actualmente en Nicaragua hay varios grupos de
poetas jóvenes de gran talento, que están escribiendo muy buena poesía, y que
están luchando por recibir el reconocimiento internacional que se merecen. 400
elefantes, y el Grupo Leteo son los dos ejemplos que se me vienen a la mente.
RENÉE FERRER | Paraguay tiene muy buenos poetas. No se puede
olvidar la renovación que representó para la literatura paraguaya el grupo de
Josefina Plá, española de nacimiento y paraguayo por adopción, Herib Campos Cervera,
poeta de la nostalgia de la tierra perdida, Ricardo Mazó y Oscar Ferreiro, de
tinte surrealista, Elvio Remero, poeta de la denuncia y el amor, por citar sólo
algunos. Los poetas de la generación llamada del 50, tales como Rubén Bareiro
Saguier, con su nostalgia del exilio y su identificación con la lengua autóctona;
Carlos Villagra Marsal con su “júbilo difícil” poblado por los pájaros del Paraguay
a manera de una enciclopedia poética de las aves autóctonas; José Luis Appleyard
con sabor a infancia y paraguayidad; José María Gómez Sanjurjo, gran poeta intimista.
Luego vienen Jacobo Rauskin, con su poesía de la cotidianeidad, plena de ironía
y caridad; Gladys Carmagnola, manantial de vivencias personales y de denuncia
social; Susy Delgado, poeta bilingüe en español y en guaraní. La lista no termina
y la pluralidad de voces merecería un estudio más profundo.
SAÚL IBARGOYEN | Las realizadas, sobre todo, por poetas como
Clara Silva, Amanda Berenguer, Marosa Di Giorgio, Sara de Ibáñez, Circe Maia,
Selva Casal, Idea Vilariño.
SUSY DELGADO Esta pregunta me lleva de nuevo al Ayvu Rapyta
y a toda esa maravillosa poesía en la que los indígenas volcaron su concepción
del mundo y de la humanidad, esa concepción dentro de la cual el hombre es una
encarnación de la palabra. Por extensión, pienso en la importante poesía guaraní
ya elaborada por los poetas mestizos o blancos, que guarda y proyecta esta impronta
indígena hacia un lenguaje contemporáneo, pero esta poesía está poco traducida,
precisa del puente del castellano para llegar a otros públicos que no sean el
local. En definitiva, creo que la palabra guaraní, con su música propia y su universo
propio, está entre lo más singular que puede apreciarse dentro de la poesía paraguaya.
Además de este capítulo especial, podría mencionar
el legado fundamental de la generación del 40, que tuvo figuras fundadoras como
las de Josefina Plá –española de origen pero indudablemente paraguaya en su obra-
y Hérib Campos Cervera, que abrieron camino a los nuevos acentos de la poesía
contemporánea, y asimismo la contribución importante de algunos poetas posteriores
como José Luis Appleyard y Rubén Bareiro Saguier, cuya poesía bebe de la realidad
social para inaugurar una nueva lírica, más libre y fresca que la anterior. Y
si mencionamos el contenido social, hay que decir que el mismo ha marcado profundamente
toda la poesía paraguaya contemporánea, incluyendo sus mejores exponentes.
Podría mencionar otros aportes como el de Joaquín
Morales, poeta que se cuenta entre los más innovadores de las últimas décadas,
cuya palabra desmitificadora y desolemnizadora se nutre de lo histórico y lo cultural.
Pero cualquiera de estas contribuciones se enfrenta al problema antiguo y no superado
de la mediterraneidad cultural que afecta profundamente a la literatura paraguaya.
Esta mediterraneidad viene encontrando algunas rendijas de aire en los últimos
lustros, especialmente a partir de la caída de la dictadura, en 1989, pero el
proceso es todavía muy lento.
YOLANDA PANTÍN | Estimo que en Venezuela han habido y hay grandes
poetas, la mayoría de ellos desconocidos fuera del país: José Antonio Ramos Sucre,
Enriqueta Arvelo Larriva, Ana Enriqueta Terán, Ida Gramcko, Juán Sánchez Pelaez,
Ramón Palomares, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Luis Alberto Crespo, son algunos
de nuestros mayores.
3. ¿Qué impide una existencia de relaciones más estrechas entre los diversos
países que conforman Hispanoamérica?
ALFREDO FRESSIA | Creo que las relaciones son más “estrechas”
de lo que uno imagina desde el Brasil. Pero es cierto que hay una queja general,
tal vez proveniente de la incapacidad (provisoria, sin duda) de asumir el fin
de los “centros” y de las “periferias”. Tomemos los suplementos culturales de
grandes capitales del continente. Frecuentemente lo que vemos allí es un conjunto
de formadores de opinión bastante deslumbrados y obedientes frente lo que se hace
en Europa (y en esto el Brasil se supera: llega a la caricatura). Otra hipótesis:
probablemente lo que inhibe esas relaciones es pura y simplemente que la unidad
de la “América Hispánica” es un mito. Queridísimo, como todos los mitos, con consecuencias
estéticas en varios momentos, como todos los mitos, dramático, con enemigos en
común, como en todos los mitos. Y uno querría hacerlo realidad, como todos los
mitos.
ARMANDO
ROMERO | Si a nuestra realidad geográfica, tan maravillosa y difícil, le añadimos
nuestra peculiaridad barroca de pensar que el camino más corto entre un punto
y otro es salir a dar una vuelta, entonces podemos empezar a entender por qué,
ni siquiera a los gritos, podemos oírnos de un país al otro. Una encuesta entre
los poetas colombianos nos daría como realidad un casi total desconocimiento de
los poetas de Ecuador o Venezuela, países que están a un salto en la frontera.
Yo he oído a poetas latinoamericanos hablar con toda propiedad de Wislawa Szymborska
y a la vez desconocer la poesía de Blanca Varela, regodearse con los versos de
Mark Strand y no saber de qué se trata cuando hablamos de Eduardo Espina. Medimos
nuestras distancias con años luz olvidando que con un metro estaríamos mejor servidos,
seríamos más precisos. La arrogancia de nuestra pequeñez nos impide ver la realidad
de nuestra grandeza. Qué grandes se tornan los poetas mexicanos paseando por Reforma,
los poetas argentinos en los cafés de la calle Florida, los colombianos en sus
zonas rosas, los venezolanos en su metro a caballo, los peruanos en sus ceviche
limeño: las narices hacia el centro del plato, el olor de uno mismo como reflejo
de todos los olores, el rostro aumentándose en mayúsculas. Sin embargo, y valga
esta crítica ácida, los poetas latinoamericanos tal vez son los únicos que, paradójicamente,
buscan romper con el aislamiento, o por lo menos, algunos de ellos bien lo tratan.
Los narradores, aprisionados en la red provinciana, de países como parcelas, que
ha diseñado bien la industria editorial, se atropellan en la búsqueda de un reconocimiento
local, y con dificultad miran al exterior, que de cierto, como lo quería Martí,
es también nuestro interior.
Yo pienso que este aislamiento bien se puede romper
si, además de apoyar abiertamente festivales de poesía, ejemplo mejor el de la
gente de “Prometeo” en Medellín, o revistas como la recientemente creada en Texas,
y en español, a pesar de su nombre, Hispanic Poetry Review, acudimos a
las ventajas que nos brinda la nueva tecnología del Internet, donde las páginas
de poesía serán nuestra mejor vía de conocimiento. La ciencia no ha sido una compañera
fiel de la poesía, y viceversa, pero desde la imprenta a este ordenador en que
te escribo, creo que podemos utilizarla para hacer volar las palabras de país
en país. Preocupación grande es la comunicación entre los poetas brasileros y
los del resto de América Latina. Hay allí un bache que nos corresponde rellenar,
y mucho debe venir del lado de los que escribimos en español.
Salir a dar una vuelta es una buena manera de ir
a un punto al otro, especialmente si nos encontramos en el trayecto con el rostro
de los poetas hermanos.
DINA POSADA Por la falta de entusiasmo de parte de las editoriales,
las probabilidades de publicar poesía cada vez son más difíciles. Los poemarios
salen a luz en escaso número de ejemplares y a falta de una buena distribución,
se quedan dando vueltas en el mismo país, entre los mismos escritores interesados
en no gastar sus energías en promover lo ajeno sino lo propio, tal vez junto a
algún título de los amigos o de su grupo generacional.
Los poetas deberíamos ser más solidarios y detenernos
a pensar: nadie puede opacar un trabajo valioso así tratemos de ignorarlo o borrarlo
del horizonte. La verdadera poesía no se deja callar. Entre más sobresalga una
obra, se acepte y se difunda, mejor será nuestra producción pues nos compromete
a dar saltos más fuertes y elevados.
Para paliar esta deficiencia también sería importante
el apoyo gubernamental cuya principal excusa es carecer de fondos. Pero como no
se le puede pedir peras al olmo, poco podemos esperar de nuestros políticos que
a su vez no tienen cultura, ni amor al arte y mucho menos curiosidad por conocer
las verdades sublimadas del ser humano.
Las dos soluciones inmediatas y expansivas son
Internet y los encuentros de poesía como el Festival Internacional de Poesía de
Medellín. En la red urgen más páginas de poesía en manos responsables y conocedoras
del tema, con un compromiso serio para divulgarla de una manera objetiva dejando
a un lado al Poderoso Señor don Ego y a favoritismos de índole amistosa o ideológica.
EDUARDO MOSCHES | Presumo, que la pregunta va asociada al ámbito
de la cultura y la literatura. Esta difícil existencia de relaciones es, muy probablemente,
resultado del síndrome de la balcanización mental y política que ha convertido
a esta parte del continente en un collar de cuentas separadas. La falta de canales
reales de comunicación e interrelación entre los sectores de la cultura de los
países, es quizá, sólo parte de la política actual de dependencia económica y
política con el imperio dominante: los Estados Unidos.
Hubo momentos históricos, los años setenta, quizá,
donde la sociedad civil, los sectores directamente interesados en la cultura creaban
formas de relación a través de acciones concretas, desde encuentros a revistas
no nacionales, y en momentos, apoyados por los gobiernos de algunos países.
Hoy son pocos los procesos que presuponen un acercamiento
entre los países. Solo el actuar a través de acciones por proyectos nos llevará
a romper este autocerco en que nos encontramos los ciudadanos y que han construido
los gobiernos y sus políticas de encierro televisivo.
Aumentar la distribución y difusión de lo que se
realiza en cada país, en las regiones. En cada pequeño proyecto literario y cultural
y la difusión al exterior de las fronteras políticas-geográficas permitirá restituir
un poco de nuestra buscada esencia latinoamericana.
GLADYS MENDÍA | En la actualidad, donde tenemos tantas herramientas
tecnológicas a mano, como la internet, se ha hecho mucho más fácil estrechar las
relaciones con los escritores nuestramericanos. En mi día a día, es común recibir
y enviar varios emails, donde de forma fraternal, trabajo con compañeros escritores
y editores en diversos proyectos sin importar las distancias, realizamos intercambios
literarios, nos apoyamos y ayudamos en la difusión; es decir, veo un crecimiento
exponencial en las redes de escritores que propician el conocimiento y la inclusión
de toda la diversidad literaria Hispanoamericana. No observo ningún impedimento
en la existencia de relaciones más estrechas, salvo las diferencias de personalidad
y gustos de cada ser humano, lo que es totalmente natural.
JORGE ARIEL MADRAZO | La pauperización y balcanización social-cultural,
la supeditación a los centros mundiales de poder y, por añadidura, la mal llamada
“globalización”, creo que figuran entre las causas principales de nuestro desconocimiento
e incomunicación mutuos. Sin que esto implique disminuir el papel atribuible a
la desidia, el desinterés y la falta de proyecto propios, por parte de quienes
deberían mirar más allá de sus propias narices.
JOSÉ ÁNGEL LEYVA | La miseria intelectual de nuestros gobiernos
y la escasa generosidad entre la comunidad artística, salvo honrosas excepciones
como Colombia y, quizás, México.
JUAN CALZADILLA | En principio, continuando en el mismo tema,
creo que la falta de contactos más frecuentes entre los propios poetas para realizar
acciones comunes, más allá de los congresos y festivales que se organizan por
arriba. Es posible que se haya agotado el interés por los agrupamientos y que
esto explique tanta dispersión. Internet y el correo electrónico están ayudando
mucho a reiniciar el diálogo perdido, pero todavía el distanciamiento es grande,
sobre todo por la dificultad de encontrarnos físicamente, de compartir la misma
mesa y de emprender trabajos colectivos, programáticos, como las revistas, por
ejemplo. Pero lo virtual es una relación incompleta, y a veces frustrante, como
el enamoramiento a distancia, por cartas. A mi parecer, la edad de la oro de nuestra
poesía ocurrió en la década del sesenta, quizás porque, para los venezolanos al
menos, la moneda era dura y rendía más que en el resto de los países. Tuvimos
así, por suerte, durante tres lustros, a una hornada de poetas avenidos de varios
lugares, y especialmente del sur, lamentablemente generada por causas políticas,
y aprendimos mucho de ellos, al menos a comportarnos bien. Por aquellos tiempos
se viajaba mucho, era fácil que pudieras subirte a un avión y durante una semana
visitar varias ciudades latinoamericanas con un boleto abierto. Hoy esto es una
hazaña prohibitiva, salvo que lo hagas nadando en Internet, pero quién garantiza
que el resultado es el mismo? Creo que en nuestras países se ha empobrecido de
más en más la economía cultural, ¿tú no lo sientes así?, y en consecuencia también
las comunicaciones y la información. Ya no hay muchos congresos y encuentros.
El boom que nos prometía Romano de Santa Ana resultó un fraude. Para mí que, en
lo personal, comenzamos a transitar una etapa consagrada a la sobrevivencia, con
la ventaja quizás de que esto nos está haciendo más atento a nuestras carencias,
y que tenga más sentido en ese momento vivir pegados a la ventana de nuestro ordenador
es una gran verdad. No sé qué ventaja representa para nosotros esta situación
límite pero creo que cada vez experimentamos más la poesía como un desierto, al
menos en cuanto a falta de sentido y compromiso. Y en esto consiste su tragedia
actual.
LINA ZERÓN | El principal obstáculo es el criterio rapaz
de las editoriales trasnacionales a las cuales sólo les interesa el beneficio
inmediato que pueden obtener con la edición de un libro. En toda la historia de
la humanidad no ha existido un solo libro de poesía que pueda considerarse best
seller, salvo los casos de poetas consagrados. En tanto persista el criterio mercantilista
de las editoriales en cuanto a la edición de poesía es muy difícil mantenerse
al día no solo con la producción poética del propio país, sino con la de otras
naciones del continente. La falta de promoción a los nuevos valores, a las generaciones
que venimos jalando fuerte pero que ellos enfermos de tortícolis sólo les importa
vender nombres para sacar cifras. Sin embargo, la internet ha venido a traer nuevos
bríos a la difusión de la poesía, aunque tiene sus bemoles pues lo mismo conviven
malos y buenos poetas en el ciberespacio por la facilidad existente de dar a conocer
por ese medio la obra poética, ningún esfuerzo es vano cuando de difundir la palabra
se trata. Los Festivales de poesía son otro buen vehículo para encontrarte con
lo que se escribe en la actualidad y que de otra forma no podríamos conocer por
la falta de difusión, de apoyo, pero el que nace poeta del cielo le vienen las
letras y el tiempo será el único que decida quién hizo una obra que perdurará
y quién no, lo importante es que todos hagamos equipo, una cadena de apoyo de
unos con otros. Los poetas sabremos imponer la palabra sagrada.
MANUEL MORA SERRANO | Muchas cosas conspiran. Lo primero es que en
nuestros países se ha perdido aquella hermosa tradición de enviar talentos de
primer orden como representantes diplomáticos o como ministros consejeros. Todo
lo que existe hoy en la modernidad, internet, blogs, etc., conspira, porque todos
pensamos que estamos pendientes de ello. Por ejemplo, revistas como El Cuento
en México, El Pez y la Serpiente en Nicaragua, la revista puente entre dos lenguas
como fue O Cruzeiro y muchas otras como Carteles y Bohemia en Cuba, circulaban
y se guardaban en las bibliotecas porque eran textos de lectura obligada y pasaban
de mano en mano. Ahora sería más fácil, pero creo que la gran cantidad es lo que
impide que tengamos un conocimiento más detenido de lo que pasa en nuestros países.
Además,
noto, que existe una mayor egolatría. Cada quien se siente realizado cuando el
texto es editado o circula en buenos blogs y no hay una crítica alerta, demoledora,
que en medio de esta crisis de mediocridades expulse a los mercaderes del templo
y grite que su casa es casa de poesía.
No obstante
eso, esperamos que mientras transcurren los años, los que realmente tengan vocaciones
de boxeadores, de jugadores de fútbol o de béisbol, se dediquen a esas actividades
que pagan más y dejen a los auténticos poetas recuperar sus espacios. La cantidad
está ocupando el lugar de la calidad y así no se vale.
MILAGRO HAACK | Quizás, el mismo artista, quizás, sea un grupo
de escritores con límites de fronteras. Siento que ser muy regionalista no ayuda
a la globalización de un creador. Quizás, también la forma en que se llevan las
relaciones internacionales de un país a otro. Son muchos límites, por eso, el
artista mismo con su voz y su búsqueda debe romper barreras, porque es un creador
en movimiento, libre pensador, siempre y cuando asuma su realidad de espacio y
vivencias con una sana conciencia de la totalidad con otros terruños. En Hispanoamérica
se siente que hay un movimiento que está, dando pasos hacia los encuentros plasmados
en el plano artístico, ese más allá, y con las herramientas como Internet, puede
mostrar ese pensamiento creativo, sin dogmas, y menos con términos políticos.
NANCY MOREJÓN Hay una relación más estrecha desde la fundación
de la Casa de las Américas que es una institución creada precisamente para establecer
vínculos directos, por lo tanto estrechos, entre los escritores, intelectuales
y artistas latinoamericanos. La Casa, durante medio siglo, ha sido un puente irreversible
entre los creadores del continente quienes, en muchos casos, fungen como una vanguardia
entregada a la creación y a la promoción de sus propias producciones. Tan es así
que en su historia puede advertirse el instante en que no sólo atendió al ámbito
propiamente hispano de Nuestra América sino al de aquellas culturas, igualmente
americanas, que no se expresan en español. Fue trascendental el momento en que
la vida de la Casa se abrió al Caribe y a Brasil. De alguna manera nunca ha sido
ajena a las producciones latinoamericanas asentadas en países como Canadá y Estados
Unidos, en eso que conocemos hoy día como diáspora.
NICASIO URBINA | Hay varios impedimentos, siendo el principal
la distribución de los libros. La carestía en el transporte y distribución de
los libros hace muy difícil que los poetas de los diferentes países de Hispanoamérica
nos conozcamos y nos leamos. Excepto por los poetas que publican en grandes editoriales,
y en poesía no hay muchas, las pequeñas editoriales que publican poesía no pueden
darse el lujo de distribuir masivamente. La popularidad del internet sin embargo
nos ha acercado muchísimo y ha facilitado el conocimiento de lo que está sucediendo
en otros países. Creo que hoy en día todo el que esté interesado en saber qué
se está escribiendo en cualquier país, puede encontrar suficiente material en
la red. En cierta forma esto es abrumador. Hay tanta información que es prácticamente
imposible cubrirlo todo y uno tiene que decidir y discriminar sobre lo que quiere
leer o no. Hay muchísimos movimientos poéticos y poco tiempo.
RENÉE FERRER | El impedimento para la existencia de relaciones
más estrechas en el caso de Paraguay es la poca difusión de nuestras obras en
el exterior, el factor económico, la carencia de revistas que permitirían un intercambio
más fluido, el individualismo. El relacionamiento se da generalmente en los congresos
y encuentros de poetas, donde se intercambian libros y amistad.
SAÚL IBARGOYEN | Es un tema añejo. Hay distancias físicas reales
y las hay mentales, ideológicas, culturales; también están las tomadas bajo la
influencia de los centros del poder internacional. Tal vez tendríamos que empezar
a buscar una posible respuesta en los procesos generales de la relativa emancipación
histórica y de la mediatizada democratización de nuestros países, tanto como en
su sorprendente diversidad lingüística, étnica y cultural. Quizás los actuales
medios de comunicación puedan ayudar, p. ej., a mejores relaciones de conocimiento
e intercambio, aunque esto conlleva el riesgo de una “globalización” regional
que se expanda indiscriminadamente como un componente de la globalización mundial.
Los gobiernos de base democrática, dentro o fuera de acuerdos regionales, y la
sociedad civil con sus formas organizadas o aun con expresiones particulares o
grupales, tienen la responsabilidad fundamental. Esto implica políticas educativas,
culturales y de intercambio efectivo de productores y productos de la educación,
el arte y la cultura, que sean proyectadas y ejercidas con igual vigor, al menos,
que los acuerdos comerciales o las competencias deportivas. Debe ser precisamente
la extraordinaria diversidad de la vida espiritual y material de los pueblos indolatinoamericanos,
el más incitante empuje para ese acercamiento global apoyado en las particularidades.
¿Qué mayor estímulo que conocernos entre todos y reconocernos en nosotros mismos?
Si bien se perciben indicios y esfuerzos, que incluso vienen de tiempo atrás,
la gran tarea colectiva aún no empezó. Muchos son los obstáculos económicos y
políticos, y no pocos los enemigos, representados y aun sostenidos por el viejo
imperialismo, disfrazado de modernidad. Y no pocas son las autolimitaciones y
los propios prejuicios a vencer, en cuanto tarea inmediata e inexcusable.
SUSY DELGADO | Seguramente este problema tiene causas complejas,
pero creo que una de las más importantes sigue siendo el desconocimiento que persiste
entre nuestros países, a pesar del tremendo avance de las comunicaciones. Y si
todavía existe un gran desconocimiento a pesar de todo el avance de las comunicaciones,
es porque siguen siendo insuficientes los esfuerzos que se realizan para acercar
nuestras realidades.
YOLANDA PANTÍN | Parafraseando a Gottfried Benn esa es una pregunta
“imponentemente incontestable” siendo el caso venezolano muy particular. En este
país no se le otorga demasiado valor a la comunicación fuera del cerco natural,
prefiriendo los poetas y escritores permanecer protegidos en “casa”. Sobre el
delicado tema de la venezolanidad han reflexionado ciertos autores, que recuerde,
José Balza, Antonio López Ortega, Ana Teresa Torres, y María Fernanda Palacios,
las dos últimas en algunas de sus novelas y ensayos. Por lo que a mí respecta,
no encuentro explicación, tampoco entiendo por qué Brasil permanece como una inmensa
isla dentro del continente, siendo que somos vecinos. Los libros no circulan.
Yo, que formo parte del consejo editorial de una editorial (Pequeña Venecia),
doy fe de la dificultad de distribuir nuestros libros aun dentro del territorio
nacional.
|
NOTA
El Proyecto Editorial Banda Hispánica (www.jornaldepoesia.jor.br/BHBHportal.htm)
fue creado en enero de 2001 para atender a una necesidad de concentrar en un mismo
sitio informaciones acerca de la poesía de lengua española. En su acervo contiene
ensayos, reseñas, declaraciones, entrevistas, datos bibliográficos y poemas, reuniendo
autores de distintas generaciones y tendencias, inclusive inéditos en términos de
mercado editorial impreso. Por dos años la revista Agulha Hispânica
ha integrado este proyecto, así que ahora, en su última edición, destacamos una
selección de poetas, de 10 países, con la intención principal de llamar atención
para lo que seguimos realizando, al mismo tiempo que invitar a muchos que todavía
no están en nuestro acervo que envíen sus textos. Todos aquellos que deseen participar
deben remitir a la coordinación general del Proyecto Editorial Banda Hispánica
sus datos biobibliográficos, fotografía, selección de 10 poemas y respuesta a las
tres preguntas que hacen parte del material que aquí publicamos. El correo es bandahispanica@gmail.com.
Poco a poco estamos actualizando las secciones dedicadas a cada país. Un brindis nuestro a todos.
[Visite a página de cada um
dos poetas no Projeto Editorial Banda Hispânica:
www.jornaldepoesia.jor.br/BHBHportal.htm. Enquete publicada na revista Agulha Hispânica # 12 - Novembro de 2011.]
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