FM | Directo al grano: ¿Qué te habría llevado a la crítica
de las artes?
JK | El lugar donde me siento perfectamente en confianza es
entre imágenes, textos, palabras, diálogos. Desde siempre fui así. A los 10
años leí e hizo un inmediato análisis de parte de la obra de Fiodor Dostoievski
y Honoré de Balzac. Creo que intuí elementos esenciales, inclusive sobre las
diferencias entre los dos y su proceso de creación. A los 14 años hice una
redacción escolar de tema libre y elegí como tema “el miedo”, en la que
amalgamaba todo: la biblia, especialmente el “Eclesiastés”, Omar Khayyam, Freud,
Marx, Darwin. Era una bella ensalada mixta, pero el profesor, Luis Emilio Léo,
era un verdadero maestro y me premió con un “10” en todo el año, desde que yo
le entregase dos redacciones al mes. Fue mi comienzo y mi primer público, un
solo individuo. Y no paré más. Lo curioso es que, tantas veces, en búsqueda de
ser mi propio mecenas, me había desviado del camino literario y encaminado en
la aridez ejecutiva.
En Porto Alegre, RS, donde nací, aun adolescente y ya
amigo de artistas, frecuentemente yo respondía las entrevistas por ellos.
Deducía por su obra lo que ellos deberían pensar sobre las cosas del mundo. Yo
ni me daba cuenta de que esto ya era crítica de arte. Y comencé a escribir en
el mayor diario de la tierra, el Correio do Povo. Naturalmente yo escribí
sobre temas que estaban más allá de mi posibilidad, como Franz Kafka, Cervantes
y Gil Vicente. Cuando me sentí asfixiado por la vida pequeña de la, en esa
época, provincia, y perseguido por el autoritarismo político, me cambié a Río
de Janeiro, se repitió el fenómeno. Fui buscado por un artista llamado Aloysio
Zaluar. Él y su grupo querían hablar, dar opiniones, pero no sabían cómo
hacerlo. Yo escribí las declaraciones en forma de reportaje. Y fui publicado en
la página entera del diario Tribuna da Imprensa. Ellos tuvieron la
gentileza de colocar también mi nombre como coautor.
El segundo artículo, a falta de máquina de escribir,
tuve que hacerlo en la redacción. Un señor elegante y de ojos brillantes
llamado Hélio Fernandes, dueño del diario, me preguntó quién era yo, identificó
el nombre con el artículo, hablo de mi “talento” y, para acortar la historia,
me dio una columna diaria en su periódico a partir de aquel momento. Yo me
convertí públicamente en crítico de arte.
Perece azaroso y tal vez lo sea. Pero este azar estaba
de acuerdo con mi destino. Y, ahora, volví a los comentarios sobre literatura y
estoy publicando mi ficción. Estoy en casa.
FM | ¿Cómo llegan a Brasil los Klintowitz y de qué manera
el origen familiar influenciaría tu vida?
JK | La familia de mi madre, Knijnik y Beckerman, rusos,
vinieron al interior de Rio Grande do Sul en una oleada llamada pioneros,
inmigración promovida por Rotschild que preveía a la segunda guerra mundial, el
asesinato de judíos, y trasladaba a los más pobres al cultivo de la tierra en
lugares distantes. Mi padre, lituano, estaba amenazado de muerte en su tierra
por luchar por el comunismo. Era imberbe, poeta, articulista, político. Joven,
sin profesión, en una tierra extraña, en otra lengua, parte de su destino no
fue cumplido. Y su familia, madre, hermanos, primos, fue asesinada en un mismo
día por los nazis. Tengo la sensación de que nunca salió del estado de shock.
Mi padre me influenció por su amor a la verdad, su
fidelidad a los conceptos éticos, su respeto mítico a la cultura y a la
producción cultural. Y el Balzac y el Dostoievski que leí a los 10 años fueron
regalos de él…
FM | ¿Cuáles artistas fueron aquellos que primero te
despiertan la atención para un diálogo más sistemático con la creación?
JK | En el campo de la literatura, no tengo duda de que fue
el Eclesiastés, bíblico, atribuido a Salomón; Shakespeare, Franz Kafka, y los
poetas y escritores árabes antiguos. En las artes visuales, creo que fui
inmediatamente capturado y encantado por Piranesi, Leonardo da Vinci, Paul
Klee, Pablo Picasso, Constantin Brancusi.
FM | Mark Rothko, en su última conferencia, observó la
imposibilidad de describir lo que él llamó “la noción trágica de la imagen”. La
fuerza con que este nuevo componente –la imagen- pasa a definir el arte en el
siglo XX, ¿Cómo modificaría la visión de la crítica? ¿Cómo diferenciar las dos
estaciones de esa actividad intelectual?
JK | Pienso que el mundo se modificó. La derrota del asunto
a favor del tema es parte del rechazo a lo anecdótico a cambio de una visión
del mundo y de la intermitencia de la realidad. Lo que cambió fue el concepto
de lo real. Se alargó y perdió sus nítidas fronteras. Lo que era considerado
real, no lo es más, desde el punto de vista de la vida humana, creció la
importancia de la intuición, de la sensibilidad, de la subjetividad. El hombre
es mayor, después de Freud. Lo oculto es parte de la totalidad del hombre. El
arte busca el arte y no el registro de hechos históricos. Él es la propia
historia, es el hecho mismo, no es el reportero del mundo, sino la biografía de
sí mismo. Ciertamente la imagen, aun más la de Rothko, tiene el sentido trágico
de la biografía profunda (no tópica), de la narración de la vida y, en el caso,
de la narración de la propia muerte. ¿Y por qué él conseguiría expresar lo que
es esta imagen? Él ya lo había hecho en el lenguaje correcto, el suyo.
No veo dificultad en hablar de la imagen. Yo nunca la
describo, yo nunca quiero substituirla. Lo que hago es crear equivalencias
poéticas en otro lenguaje, el de la palabra. Pretender sustituir un lenguaje
por otro es amar el fracaso.
Al respecto de la crítica de arte debo decir que no
sabemos bien lo que es, tantos son los críticos, tantas son las maneras de
hacer crítica. Está el comunicador, el que escribe en medios masivos. Está el
universitario, el que lleva la vida en el campus, es parte de
departamentos y participa en asociaciones científicas de crítica. Y
los hay como yo, para quien la idea de una crítica de arte científica es una
idea de pesadilla, un mal sueño, y que se guían por la sensibilidad, por el
amor del lenguaje, por el placer supremo de descubrir en la obra de arte
aquello que ellos son, su identidad. su biografía profunda. El arte que me
gusta narra mi biografía.
FM | La entrada en la modernidad esencialmente se
caracteriza por una visión cosmopolita y el rechazo a toda forma de
nacionalismo. Lo que vimos en Brasil, sin embargo, fue justamente una búsqueda
o afirmación del carácter nacional. Como recuerda el mexicano Octavio Paz, la
idea de los estilos nacionales, típica del siglo XIX, era fruto de países que
desconocieron el Renacimiento o el Barroco. ¿Cuál es tu entendimiento a este
respecto? ¿Habría ahí una singularidad de nuestra lectura de la modernidad o
simplemente lo que llamamos modernismo aun es reflejo de una cultura
subdesarrollada?
JK | Nosotros amamos, en Brasil, la hipocresía del
nacionalismo. Es él que justifica nuestros atrasos, que nos hace levantar la
nariz y decir que somos insensibles, egoístas, destructores, solo que esto es
una forma típicamente nuestra. Nuestro nacionalismo estuvo ligado al fascismo,
al totalitarismo militar, al atraso. En Brasil, lamentablemente, toda persona
terrible y perjudicial levanta la bandera del amor pulcro y separatista de la
patria. La patrias solo para ellos. Un horror.
En el caso del modernismo, cuesta creer que sea
entendido como un estilo, cuando es una postura científica y filosófica. Venció
por muchos siglos, tuvo su gloria profana y superficial, y nos condujo al caos
sin ética y a esta casi hecatombe final de la humanidad. Está destinada a
encerrarse, derrotada por la ciencia cuántica, por la psicología, por la alta
literatura, por el arte más sensible. El mundo se vuelve más completo y
complejo.
En Brasil, hubo muchas equivocaciones. Y como es común
en nuestro país, las equivocaciones se vuelven dogmas. Se vuelven verdades
religiosas. Hay de todo en nuestro modernismo, hasta incluso un poco de
modernismo. Y nunca podemos olvidar que los resultados, las obras, son de
mediano nivel.
FM | ¿En qué momento nace la crítica de arte en Brasil?
JK | Esta pregunta me confunde. ¿Tú quieres una descripción
histórica, tipo Gonzaga Duque, etc. O es ideológico?
FM | Yo me refiero a aquel momento en que se percibe la
perspectiva de convivencia enriquecedora entre la creación y su lectura
crítica. Un crítico español, crítico de literatura, hoy alejado de la actividad
por decepción con el mundo literario –quien agradece que no se haga mención
aquí a su nombre– cierta vez me dijo que la función gratificante que la crítica
tendría que cumplir sería la de iluminación de ciertos puntos oscuros de la
creación. Pero que ese ejercicio de iluminación jamás debería ser entendido
como la afirmación de una nueva verdad estética.
JK | Hay muchas manifestaciones críticas, diversos formatos, biografías,
entrevistas, comentarios, y la propia actitud de algunos artistas tiene
carácter crítico, como el rechazo de la luz artificial del atelier, en una
copia del ambiente acogedor, imaginario y nostálgico de París, y la búsqueda de
la luz del paisaje brasilero en el propio paisaje brasilero. Es el nacimiento
de nuestra pintura del paisaje. Y yo, para responder esta pregunta,
debo ser absolutamente restrictivo e injusto, pues deberé elegir un momento,
iluminar este momento y oscurecer tiempos pasados y diversas formas de crítica.
Mientras tanto, desde el punto de vista del símbolo, es posible hacer esta
elección. Yo pienso que el momento clave fue la crítica del escritor Monteiro
Lobato en la exposición de Anita Malafatti, el 20 de diciembre de 1917. El
título del artículo, publicado en el diario O Estado de S. Paulo,
era “¿Paranoia o mistificación? A propósito de la exposición de Malfatti”.
Anita Malfatti hizo una muestra en la ciudad de San
Pablo, especie de presentación después de su período de aprendizaje en Estados
Unidos. La exposición tenía una atmósfera expresionista, y era delicadamente
lírica. Monteiro Lobato, escritor de alta relevancia y, hoy, un mito literario
nacional, enviste violentamente contra lo que llama el arte moderno, mezclando
impresionismo, futurismo, cubismo y extravagancias a la moda de Picasso &
Cía. [sic] En su artículo, Malfatti parece un pretexto. Presenta, como
referencia del verdadero arte: Praxiteles, Rafael, Reynols, Rodin. Fue esta
crítica que transformó a la pintora en una especie de mártir del modernismo brasilero
y que sirvió de blanco, de enemigo ideal, para la Semana de Arte Moderno, en
1922, una tardía manifestación. Debe decirse que la Semana de 1922 solo se
volvió posible porque el escultor Victor Brecheret, para entonces casi un
desconocido, tenía un conjunto magnífico de esculturas. Anita tuvo un papel más
limitado en la Semana.
Esta crítica fue un divisor de aguas y sirvió como
paradigma pro y contra las innovaciones artísticas. Fue utilizada
políticamente, manipulada, transformada en manifestación emblemática. Y muy
poco analizada. A pesar de su contenido conservador, de la tontera y de la
incomprensión de lo que sea arte, del distanciamiento del pensamiento expresivo
y del nuevo conocimiento científico y cultural, es importante la hipótesis
levantada por Monteiro Lobato de las preguntas relativas a la paranoia y a la
mistificación. La apariencia libertaria, el foco romántico en el artista y no
en la obra, la simplificación de los análisis culturales, la contaminación del
arte por la publicidad y por el marketing, actualizan estas preguntas colocadas
por Monteiro Lobato.
Monteiro Lobato es un escritor seminal en Brasil. Él
no sucumbió en la mediocridad. Lo que él confusamente llamó arte moderno es hoy
el único arte que se practica, en sus múltiples e infinitas facetas. Y nuestra
época, enferma de narcicismo, corrupta y egocéntrica, una época patológica,
hizo aflorar el libertinaje como método. A veces, por guerras en la vida
cultural, alguien pierde el sentido de medida, como fue este momento de Lobato,
dispara en lo que ve y acierta en otro blanco. Es el caso. De cualquier manera,
no conozco nada en Brasil que haya causado tanto impacto. Es una crítica
injusta, desproporcional, vasta y excesiva. Y favoreció la causa que condenaba.
Y fue el marco inaugural de nuestra crítica de arte.
FM | ¿Sería posible, cronológicamente, saltar de allí a la
última crítica, o sea, hay un ejemplo de igual tenor explosivo actualmente que,
independiente del sentido de justicia, pueda ser destacado como marco en la
crítica de arte que (aun) se hace en Brasil?
JK | No habrá más, imagino yo, este tenor explosivo. Nada
más choca en nuestro mundo. La antigua idea, aun hoy adoptada por muchos
artistas autodenominados de “vanguardia”, de chocar lo burgués, es un arcaísmo
tonto. Las imágenes de la destrucción, de las guerras, de los muertos, o de las
víctimas de la negligencia gubernamental, con chabolas destruidas por
deslizamientos de los cerros, o víctimas de inundaciones por la destrucción
ambiental, tribus aniquiladas por tribus rivales en el poder, las epidemias de
nuevas enfermedades como el Sida, conviven con noticias frívolas del ambiente
de la moda y del comportamiento. Muerte, destrucción, genocidio, conviven en el
mismo espacio, dividen el mismo tiempo, en los noticieros. ¿De qué manera una
pintura, o automutilación física o estética, o sacos ensangrentados, o en un
espacio artístico saturado de materiales de embalajes, pueden chocar? También
un texto crítico no será explosivo. Hoy las nuevas ideas se remiten a la
inteligencia y tienen un fatal tiempo de maduración.
En tres ocasiones específicas, yo creo que contribuí
al desenvolvimiento de la crítica, o para su profundización, para su
diferenciación. Pero quedo constreñido de relatar estos hechos históricos, pues
parecería un relato en causa propia o misa de cuerpo presente.
FM | De todas formas tendrás que relatarlos, menos como
satisfacción personal y más como ilustración de lo que tales ocasiones
representan en el escenario general de nuestras artes.
JK | En la década del 60, en una votación en el Museo de la
Imagen y el Sonido, en Río de Janeiro, se discutía un premio destacado, en la
época de gran repercusión mediática. Yo voté abiertamente, publiqué mi voto en
la Tribuna da Imprensa. Voté por Israel Pedrosa, afirmé saber que
él tendría un solo voto. Quedó registrado que la gran conquista de la pintura
brasilera, el dominio de la refracción cromática con la que Israel Pedrosa
pintaba, era un marco y que había este reconocimiento. Yo estaba desligado de la
fiesta de premiaciones. Aquel voto solitario y su registro periodístico
quedaron resonando.
En las décadas de los 70 y 80 yo sistemáticamente
desmitifiqué las falsas teorías de la muerte del arte, analicé exposiciones que
se pretendían hegemónicas, defendí artistas relegados a la oscuridad por no
estar de moda y, finalmente, esta serie culminó con un análisis fonético de la
exposición de un artista, Antonio Dias, cuyo mérito principal, en esta muestra,
sería su soporte, un papel artesanal hecho en el Tíbet. Mi análisis tenía un
carácter irónico y jugaba fonéticamente con los sonidos de las palabras. Hoy
ciertamente yo no utilizaría la ironía, porque nada tengo contra el maravilloso
Jonathan Swift… Simplemente cambié y utilizo la forma poética para defender mis
ideas y ya no más la ironía. Hoy se multiplican libros sobre la autodenominada
vanguardia y sobre ciertas teorías oportunistas sobre la comunicación y el
arte. Curiosamente no citan mi trabajo que duró cerca de 20 años.
El tercer momento fue un libro y una exposición con el
título “La re sacralización del arte”, inaugurada, en el SESC Pompéia, en el
bellísimo edificio reconstruido por Lina Bo Bardi, el 10 de marzo de 1999. La
gestión iluminada de la Federación de Comercio, donde el SESC está incluido, era
de Abram Szajman. Este libro y esta exposición inauguran, tal vez en nivel
mundial, una nueva era de arte, demostrando su aspecto espiritual, su porción
divina, su capacidad de percibir el universo, su apertura para reconocer el
rayo de luz, para tener en las manos y presentarnos lo maravilloso. La idea de
la desacralización del arte, repetida hasta el agotamiento, no es sino una
pálida repetición del modernismo a partir del Renacimiento. ¿Cuál es el sentido
de continuar con este concepto, como si aun tuviésemos que combatir la iglesia
católica? ¿Y cómo ignorar el carácter espiritual que la ciencia contemporánea
nos dio? ¿Y qué el arte produce, hay más de un siglo, y que nadie quiere ver y
solo desea repetir un slogan anticatólico y alabar un paradigma científico
newtoniano?
Estos tres momentos, seleccionados con la visión de
hoy, de este momento actual, presentan un nuevo recorrido de la crítica de arte
en Brasil.
FM | Volvamos al punto del modernismo. El nivel mediano que
defines como siendo característico de las obras de nuestro modernismo –aspecto
este que está lejos de restringirse solo a esta referida etapa–, ¿acaso tendría
algo que ver con la ausencia de diálogo del artista brasilero con las demás
tradiciones extranjeras? Históricamente creamos aquí una especie de isla de
presunción que nos aliena al resto del mundo. ¿Cuál es la extensión de ese
prejuicio y hasta donde crees que el mismo pueda algún día ser remediado?
JK | Yo hablaba del nivel mediano en condiciones
específicas de los actos políticos generadores de la bandera del modernismo. En
regla, las manifestaciones culturales son mediocres, en la aceptación del
término, o sea, medianas. La humanidad parece tener un porcentual para producir
genios. En Brasil, territorio continental y población cercana a 200 millones,
no se produce más genios de lo que se produjo en la pequeña Florencia
renacentista. Nosotros tenemos, a pesar de todo, grandes artistas y obras
significativas. Candido Portinari, Maria Martins,
Vicente do Rego Monteiro, Alberto da Veiga, Victor Brecheter, Ismael Nery,
Lasar Segall, Antonio Bandeira, Israel Pedrosa, Mario Cravo Jr., Macello
Grassmann, Aldemir Martins, Norberto Nicola, Ibere Camargo, Fayga Ostrower,
Maria Bonomi, Yukio Susuki, Roberto Magalhaes, Henrique Leo Fuhro, Megumi
Yuasa, Antonio Hélio Cabral, Liana Timm, Shoko Susuki, Sérgio de Camargo,
Manabu Mabe. Y uma lista
de varias generaciones e injusta, pues hecha improvisadamente, y sé que me
dolerá observar más tarde nombres que olvidé en el momento.
Nuestros artistas están muy a la par de lo que se hace
en el mundo. A veces, este saber del mundo es hasta excesivo, pues se
transforma en sumisión. Los autistas son los sucesivos gobiernos brasileros,
como se puede observar en la miseria inamovible de nuestra población, sin acceso
real a la salud, vivienda y educación. Y el discurso demagógico y salvador que,
tristemente, encuentra eco en la población sin educación. Esa la pesadilla viva
de América Latina. Nuestro arte está a la par, y, en algunos casos, sabe crear
sus caminos o estar en terreno nunca antes pisado por pies humanos. Estoy
pensando en gente como Israel Pedrosa, Guignard y Volpi.
FM | El gran enriquecimiento de la crítica, no solamente la
crítica del arte, sino de la creación artística de una manera general, se dio
justamente con la búsqueda de un carácter literario para la misma, sin
restringirse al lenguaje científico. Escritores como Octavio Paz y Milan
Kundera, por ejemplo –pensando aquí en las dos áreas, de la poesía y de la
narrativa–, dieron un nuevo brillo a la crítica literaria. ¿Cómo observas el
tema? ¿Cuáles otros nombres en la crítica de arte en Brasil situarías a tu
lado?
JK | Existe en Brasil, una tentativa de restringir a la
crítica de arte a un instrumento técnico o científico. Es el mecanismo, aliado
al oportunismo burocrático que se instaló en nuestras universidades. Nada puede
ser más contrario a mi ser que esto. Acepto que existan muchos tipos de
crítica, por supuesto. Pero mi espíritu pertenece a la aventura del
descubrimiento sensible e intuitivo. Yo nunca abandoné la idea de que la
crítica de arte es un aspecto de la literatura. En defensa de mi punto de
vista, recogí en el mundo más de 50 escritores que hicieron crítica de arte.
Algunos de manera constante, otros más eventuales. Pero no es la persistencia o
el número que caracteriza el crítico de arte… Yo considero a Honoré de Balzac,
con su cuento “La obra prima desconocida”, un crítico de arte fundamental.
¿Quién puede determinar que la crítica deba ser escrita de manera cartesiana?
Tú me preguntas sobre Brasil, pero cito autores no brasileros… Me gusta la
calidad literaria de algunos críticos que tuvimos y, en algunos casos, tal vez
la crítica no haya sido su actividad literaria principal, pero esto no importa:
Walmir Ayala, Geraldo Ferraz, Haroldo de Campos, Clarival do Prado Valladares,
Antonio Callado, Jayme Mauricio, Antonio Bento, José Geraldo Vieira, Mario
Garcia-Guillén, Lelia Coelho Frota.
FM | Cuando me referí a otros no lo hice en relación a Paz
y a Kundera y sí en relación a tu presencia, que es bien destacada, sin embargo
fragmentada por cuenta de la propia condición de textos esparcidos situados
como estudios introductorios de un número sorprendente de libros (no me refiero
a tu lista de críticos, pues la considero demasiado irregular). Tal vez fuese
el caso de hoy si recogieras en algunos volúmenes tus textos críticos. ¿Ya
pensaste en esto?
JK | He pensado en eso, pero todavía no pude concentrarme
lo suficiente. Es importante como registro histórico del país. Es importante,
para mí, como registro histórico propio. Pienso en hacer esto en tres o cuatro
volúmenes. Pensé en los últimos años, y en cosas antiguas. Creí que un buen
título sería “Ensayos mínimos”. Otro volumen solo de ensayos largos. Pienso en
esto, pero acabo siempre envuelto en proyectos actuales. Tengo que considerar
que este trabajo de crear antologías de mí mismo puede ser una cosa actual…
FM | ¿Cómo observas la relación entre dos mundos
originalmente incomunicables como los son el ambiente de las galerías y el arte
de calle? Pienso aquí, ilustrativamente, en una conexión curiosa entre Bansky,
Mr. Brainwash (Thierry Guetta) y Vik Muniz, en el sentido de un arte espontáneo
que nace en las calles y, en el caso del inglés Bansky, se caracteriza como
interferencia de contenido y no solamente de método o manipulación de conceptos
sociales. Paralelamente el francés naturalizado estadounidense promueve una
especie de dilución elevada a la enésima potencia, que acaba por inspirar al
brasilero. John Cage, aun en los años 60 del siglo pasado, hablaba del fin de
arte de contenido, pero me parece que hoy exageramos en la dosis, ¿no?
JK | Yo escribí un artículo cierta vez, reproducido para mi
gloria en un libro de Samir Curi Mezerani, sobre la calle. El arte de la calle
para mí es la propia calle.
No soy un fetichista que idolatra el soporte. Tela,
papel, azulejo, cemento, muro viejo, pared ciega, computador, video, cine,
acero, mármol, no es tan significativo para mí. Creo que este movimiento a
favor de lo que llaman arte de la calle es puramente mercadológico. En este
caso, nada más cercano de las galerías de arte que los grafitis. Basta ver
donde este grupo está exponiendo y vendiendo. Es solamente una contradicción
verbal, discurso para mitificar. Nada en contra de cualquier manera, pues el
mercado no me dice nada al respecto. Existen, naturalmente, buenos artistas
diseñando en galerías públicas, muros, túneles. Y pésimos artistas. En la tela
también encontramos buenos y malos. Pero, convengamos, es muy difícil un gran
artista obstinado en diseñar en una pared vieja que será demolida…
También no creo en el artista ingenuo, en el sentido
filosófico. Existen artistas ignorantes de su oficio. Existen artistas
ignorantes en relación a los conocimientos actualizados de ciencia, arte y
cultura. Pero todos tienen una formación social y son habitantes del lenguaje.
¿Qué Cage quiso decir con esta frase que tú citas? Fuera de
contexto no sé qué responder. Aparentemente él piensa que un arte formal no
tiene contenido. ¿Será esto? ¿Él estará disociando forma y contenido? Lo que
hubo fue el desplazamiento del asunto hacia otros géneros de expresión, y el
arte quedó con el tema. Si se trata de esto, aun que mal formulado, está claro
en principio, aunque no me gusten los dogmas en el arte. En cada artista que
nace, existe la posibilidad de reformulación. Y esto vale para la técnica, para
el soporte, para elpropio concepto de arte. El arte se escribe en cada nuevo
artista.
FM | Como sabes la obra de Cage está basada en la
fragmentación (él mismo la consideraba resultado de su “compromiso con el azar
y la indeterminación”), habiendo cierta dificultad en contextualizar sus
afirmaciones o mosaico de ideas. Intuyo que a la altura de la cita, en 1966,
época en que consideraba la belleza como un principio a ser evitado y el jazz
como la utilización de la música como discurso, se entiende que el arte estaba
siendo deshecho por la separación entre forma y contenido. Es evidente que en
la plástica la forma puede ser el contenido. Sin embargo su expresión será
siempre más rica siempre y cuando, digamos, el todo exija la presencia de cada
una de las partes.
JK | El arte puede nacer en cada nuevo artista. Mira qué
acto fallido, el mío. En vez de “…puede nacer en cada nuevo artista” yo coloqué
“el arte Poe nacer en cada…”. Y el ejemplo vivo de lo que digo: Edgard Allan
Poe inventó la literatura policial, la literatura de horror. Y, si vamos más a
fondo, en Poe hay tantos indicios de lo nuevo, cosas que vemos en otros
artistas actuales y que estaban indicadas en sus textos. Yo, a veces, me cando
de tantas reglas. Además, no se cumplen. Las técnicas resurgen, los valores se
modifican. ¿Y si yo digo, y demuestro, que lo principal en la obra de Jackson
Pollock es su lado mágico? ¿No está fuera de los dictámenes? Y cuando lo
presentan como un expresionista es eludir lo principal. De repente, estamos demasiado
teóricos. Yo, al menos, estoy en el límite con tantas teorías… Tal vez tú estés
más preparado de lo que yo en este tema… Como crítico, primero observo las
obras, después hago la teoría… Y mi género de crítico.
FM | ¿Cómo entiendes el papel que pueda representar el
diseño en una era digital como la que vivimos? Acaso sería nostálgica la idea
de que es perjudicial para el arte, en especial, para el hombre, el ostracismo
que es dado, bajo cierto aspecto, al llamado mundo manual?
JK | El diseño es lo que designa, lo que establece el
contorno, el que habla de los límites, es lo que discrimina. Sin diseño no hay
vida inteligente en el arte. Yo no lo considero manual, sino completamente
mental. Rima, pero son cosas diferentes. También en la utilización de nuevas
técnicas el artista tendrá que establecer una especie de diseño. En la
percepción del artista el diseño ya está prefigurado. Creo el diseño
fundamental. Él es tan arcaico como el hombre. Y no consigo imaginar un mundo
artístico sin diseño.
FM | ¿Cuánto puede cambiar el arte la vida de una persona o
del mundo?
JK | El arte cambia el mundo. Yo creo en la fuerza de lo
espiritual. Aunque tome el tiempo que fuere. La medida de la vida humana es
corta. Para mí, el arte es el espejo que mostró y demostró mi identidad. Yo
poco sería sin él. Es lo que me alimenta. Una época tuve una enfermedad que
parecía grave y que no era diagnosticada correctamente por el médico (mala
elección). Insomne y con dolores terribles, yo leía Borges y todo entraba en
armonía: el mundo parecía tener sentido.
FM | Recuerdo entonces una observación sagaz de Borges de
que “la imprecisión es tolerable o verosímil en la literatura porque siempre
tendemos a ella en la realidad”. ¿Cómo lidiar con esa porción valiosa de
imprecisión al leer críticamente una obra de arte?
JK | En la obra de Jorge Luis Borges queda clara su
concepción del infinito y de nuestra incapacidad de no solamente abarcar el
infinito, sino hasta de imaginarlo. Somos todos técnicamente ignorantes por
nada más que percibir una parte del todo. Las concepciones religiosas más
profundas insisten en el hecho de que nuestro mundo es una forma de ilusión. La
ciencia, en cierta medida, también nos indica que lo que vemos no es la
realidad, sino una visión subjetiva y utilitaria. Yo acepto la imprecisión, no
solo del arte, sino de todo en lo que estamos y somos. También lo que
escribimos sobre lo que percibimos está envuelto en las brumas, en las sombras,
y, tantas veces, a la sombra nos asombra. Lo que existe es infinito y nuestra percepción
es finita. Lo que sabemos es parte, no todo. Ni siquiera sabemos todo de
nosotros. El mundo es una ilusión, según algunos iniciados, y nosotros
trabajamos sobre estas ilusiones y, en mi caso, comento organizaciones de
lenguaje sobre el mundo. Pretender un exceso de originalidad es tonto. No
manifestarse, no contar nuestra intuición es más tonto aun. También lo que hago
es impreciso. Sombra de sombras. Es el mundo de los hombres. Yo no escondo esta
área de sombra y de imprecisión, antes hasta, yo lo apunto, yo indico y dejo
claro, para el lector, y para mí mismo, que estoy tratando de contar mi
percepción. Por azar, o no tanto, lo que escribo encuentra muchos lectores.
Partimos de las mismas dudas, comulgamos en el mismo deseo de saber lo que
somos. El arte es naturalmente impreciso, de límites no claros y definidos, no
me gustaría trabajar con un modelo, un patrón, científico a la manera de
Newton. Yo prefiero este reino del claro-oscuro de la sensibilidad.
FM | ¿Olvidamos algo?
JK | Olvidamos de reafirmar que el principio
que rige al arte, en cualquier género, es el del placer. No solo en la
concepción, sino como entendimiento del mundo. Yo estoy en este universo de las
imágenes y de las palabras porque siento placer. La alegría del descubrimiento,
de la identificación con determinadas formas. Este universo del arte –en el
circuito del arte– es de encantamiento.
[2011]
NOTA
El diálogo
con Jacob Klintowitz (Porto Alegre, 1941) es una pieza mágica, telar infinito
compartido con este crítico brasilero que posee una obra dotada de increíble
singularidad, sea por la extensión como por la luz que incide sobre
el objeto de todos sus estudios. A mediados de los años 60 a
principios de la década siguiente, Jacob residió en Río de Janeiro, allí
mantuvo por siete años, una columna diaria de crítica de arte en la Tribuna da Imprensa. Al cambiarse para San Pablo pasó a
escribir para el diario O Estado de S. Paulo y el Jornal da Tarde, habiendo sido redactor y crítico
de arte de TV Globo y crítico de arte de la revistaIsto É. Actualmente
es curador del Espacio Cultural Citi, así como consejero del Instituto Lina Bo
y Pietro Maria Bardi y del Museo Judaico de San Pablo. Vicepresidente del
Instituto Anima de Sophia, ganó dos veces el premio Gonzaga Duque, de la
Asociación Brasilera de Críticos de Arte. Con una bibliografía que llega a 110
títulos publicados, escribió sobre artistas y temas variados además de
consistentes de nuestra cultura. En 2010, salió por Ediciones Nephelibata, de
Santa Catarina, su primer volumen de cuentos, O portão dourado. La armonía que alcanzamos en el
diálogo que sigue es reflejo de la sinceridad entregada o como él mismo llegó a
decirme, reflejo de la honradez con que condujimos ese esfuerzo común. Abraxas.
[Entrevista publicada na revista Agulha Hispânica # 8: www.jornaldepoesia.jor.br/BHAH08jacobklintowitz.htm,
março de 2011, traduzida por Gladys Mendía.]
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