domingo, 3 de agosto de 2014

JOSÉ SANTIAGO NAUD | Rostros de nuestra americanidad


   
FM Borges solía citar algo que le dijo Alfonso Reyes: “Publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores”. Y agregaba: “Es decir, uno publica un libro para librarse de él”. ¿Piensas que la publicación de la poesía es parte necesaria del destino de un escritor? ¿A quién se destina la poesía?

JSN Prefiero la naturaleza a las bibliotecas o a las ruinas circulares del poeta genial que fue Borges. Así, más que a las letras, la poesía para mí está ligada a los milagros de la vida, esa explosión natural que tanto tiene que ver con la palabra como con una flor. Se escribe por impulso vital, registro del misterio que se llegó a develar. La poesía ahí existe en sí misma, vale por sí, es como oro batido, ya antes entero, atrás, en las aguas que corren o en el fondo de la tierra, o como fruto en el gajo, la razón del árbol, fuerza de raíz; el resto vendrá después - puro accidente. El fondo del baúl de Pessoa es el mejor ejemplo.

FM ¿Crees, como Hölderlin, que la inspiración desciende infinitamente de los dioses?

JSN Este poeta pagó su lucidez con la locura. Pero siempre estuvo seguro, como Van Gogh, tan valioso en su tiempo como ahora, y no porque una obra suya haya pasado a valer fortunas. Pues tienen razón los “suicidados de la sociedad”, conforme Artaud. Es claro, lo que nosotros vemos (y oímos) desciende (o sube) de los dioses, sean ellos, dentro o fuera de nosotros, las circunvalaciones de la memoria o los elementos desatados. Recibimos por inspiración, como en el mito hindú se anima el soplo de Brahma.

   FM ¿Hasta qué punto es posible hablar de la influencia de Jorge de Lima en tu poesía? ¿Qué otros autores tuvieron importancia, y en qué nivel?

JSN Creo que todos los que pretendan hacer poesía en portugués, después del 45, no pueden prescindir de ningún autor nacido a partir del 22, cuando comienzan a emerger en brasileño cumbres más o menos eminentes. En lo que me concierne, sin mencionar lo que está detrás y representa en los siglos la coherencia indispensable de nuestra organicidad poética, Bandeira, Drummond y João Cabral fueron claves. Jorge de Lima es como un fresco. Total. Registro de nuestras raíces, lenguaje creado o heredado, mito y misterio, la complejidad del universo referida a través de lo local. Así como Drummond estableció el código del decir poético en brasileño, Jorge de Lima abrió peculiaridades a lo universal. Por lo tanto, responden mejor a mi inquietud. Sin contar los clásicos ni otros nombres que siguen siendo indispensables en la historia literaria, el triángulo sobre el que edifiqué mi modo de ver y de oír lo forman Hölderlin, Rilke y Pessoa, socorrido por otras formas de lenguaje, cuando crecen en mí Bach, Beethoven o Bartók; Da Vinci, Van Gogh o Klee. Cualquier otra mención, “diluvialmente” hablando, equivaldría a la diferencia entre el casco del Arca y su línea de flotación.

   FM Tu poesía, principalmente la de los libros más recientes, se caracteriza por una reafirmación de la imagen, del mundo como imagen; por el hecho de ser una poesía de significados y no de signos, y por cierto rechazo al vacío obsesivo de la técnica, al presentar una visión particular del mundo. En una época caracterizada por la pérdida de la imagen del mundo, la crisis de significados y la valoración de la técnica, ¿ella no correría el riesgo de convertirse en puro anacronismo?

JSN El signo es una señal, vacía sin el significado. Y éste suma a la convención su propia virtualidad. Así, no es signo el origen y se puede hablar del significado del significado. En ambos extremos se sitúa el hombre, y entre ellos se divide, inventando sus orígenes y sus fines. ¿Cómo, en este caso, eludir la imagen? El mismo lenguaje abstracto, incluso el científico, no pueden abdicar de ella, guión de visible-invisible. La sobrevaloración de la técnica sólo puede llevarnos a la destrucción, y el aviso está dado desde el Apocalipsis. Por lo tanto, al percibir en mí el soplo creador, quedo atento a su origen y quiero saber de su finalidad, y el proceso se inicia por una cascada de imágenes. Aunque las modas impongan la intención de la regla, ese impulso ¿sólo? moverá a los rebaños. Pero el poeta, como ser que profesa la libertad, ferozmente individuo, quiere oír la señal de la totalidad y reafirma o reinventa los signos capaces de reordenar el mundo según el límite infinito del propio corazón, esa parcela que estalla. Y será entre la soledad y la plenitud donde hombre y mundo se fusionen aniquilando cualquier intromisión. Que nuestra época haya cambiado el todo por la parte o que anteponga sus artificios a lo natural es “una cuestión de época”. El soplo primigenio continúa alentando, y ya se comienza a reclamar por el “grito primordial”. El poeta es libre de elegir entre cualquiera de los extremos. Por mi parte, tengo el compromiso de hablar como siento, según los infinitos del límite de cada uno, y pienso que antes que lo anacrónico está lo eterno, y que continúa después. También será moda lo antiguo olvidado que se recordó. Y riesgos, hay que correr. Las crisis son “riesgo y oportunidad”.

FM Leyendo tu ensayo Situação de Pessoa na poesia do século XX, algo en particular me llama la atención: veo allí por primera que un poeta brasileño se refiera a los estridentistas de Jalapa (movimiento surgido en México en la misma época que nuestro modernismo, o sea, entre dadá y el Surrealismo); más que una simple referencia, que se ocupe de subrayar una correspondencia “en tiempo y adecuación” entre ambos movimientos. En el decurso del mismo ensayo, al encontrarme con la cita de nombres como Martín Adán y Rogelio Sinán, pienso una vez más en el casi insalvable hiato cultural existente entre las literaturas brasileña e hispanoamericana. El poeta uruguayo Mario Benedetti cree que ese aislamiento cultural existe no solamente en relación con el Brasil, sino entre todos los países americanos, y que es resultado de las dictaduras instaladas en todo el continente. ¿Crees que sea ésta la única justificación posible para este extraño distanciamiento? ¿Y cuáles serían sus consecuencias más dañosas?

JSN Un buen estudio de literatura comparada demostraría maravillosas coincidencias de trayectoria entre la poesía mexicana y la brasileña. Lástima que a la universidad actual le preocupe más la ciudad que el universo, y la carrera o los papers valgan más que la aventura de la identidad; empezando por la propia fuente, pues es inconcebible que en esta institución, con referencia a “medieval”, continuemos escuchando la estúpida frase hecha de que la Edad Media fue la época de las tinieblas, cuando de tinieblas y de luces padecen todas las eras. Así, buscando el todo en las partes, se observa que, coetáneos, el estridentismo de Jalapa y la antropofagia de San Pablo se complementan. Culturalmente, México es el hermano mayor en América Latina y tuvo, con su enorme revolución, la extensa articulación del virreinato, la densidad múltiple del indígena precolombino, núcleos y vectores desde donde pueden partir o explotar las líneas de fuerza o las energías cerradas de toda nuestra falta de coherencia colectiva. Bastaría una somera mirada a esos dos países para percibir cómo las discordancias del presente esconden una potencia fantástica que, envolviendo en círculo el pasado y el futuro, hace de nuestro continente, específicamente, la garantía del plan oculto de la creación, y, conforme la ruta solar, la garantía de que el ovillo de la historia siempre acaba por soltar la línea recta. Por consiguiente, en el gran drama de la vida reflejado por el espejo literario, hubo un momento en que la malicia mejicana y la ingenuidad brasileña convergieron. A la distancia y sin comunicación. Para formular un mismo principio -igual y diferente- de renovación. Para que algo nazca, algo se tiene que romper, y este enlace entre la vida y la muerte es lo que distingue a ambos movimientos. Por las características de México, el estridentismo tenía forzosamente que ser una explosión urbana de encuentro con la civilización; mientras la antropofagia brasileña, concebida a partir de una ciudad que el tiempo consagraría como el centro industrial de nuestra América, iría al encuentro de las raíces, deglutiendo en lo primitivo las complejidades heredadas o, mejor, impuestas por la colonización. Los liga la herencia aceptada de Europa, a la manera inocente o maligna de la consagración infantil (dadá) o de los abismos oníricos (Surrealismo) que, en el Brasil, se reparten entre Tarsila, Oswald, Raul Bopp y Murilo Mendes. Y más aún, los contemporáneos mejicanos también coinciden con nuestros poetas de la fase “heroica” o de formación, y las temáticas de Drummond, Cassiano Ricardo, Cecília Meireles etc., encuentran correspondencias admirables allá. Y todavía, coincidiendo, ya en nuestros días, con el constructivismo deflagrado a partir de 1945, se suceden los textos, acá y allá, como si fuera un diálogo de sordos pero entre primos hermanos. Valdría despertar la curiosidad de los investigadores pidiéndoles que procurasen conocer a Ramón López Velarde o a José Emilio Pacheco, para sentir cómo ellos podrían haber escrito en portugués, realizando aquí, sin perjuicio de la categoría lírica, el tránsito del siglo XIX al XX, como lo hizo Ribeiro Couto, hasta lo cotidiano y la protesta según la inquietud posterior de Lêdo Ivo. Y, si miramos atrás, llega la mención de Sor Juana Inés de la Cruz o de Gregório de Matos. La gente ahora entiende por qué los enlatados de la TV, ligándolos, tratan de separarnos; pues nuestro trazo de unión (o raya) son nuestras diferencias. Similares. Diría además que lo que se diga para México vale para toda América, sin excluir siquiera al Canadá y los Estados Unidos, siempre que nuestra atención no se distraiga de lo que es auténticamente cultural. Entre tanto, en lo que concierne al mundo abajo del Río Grande o Río Bravo, urge instalar en el empobrecido y escuálido currículo nacional , más que una cátedra, la residencia de nuestra comunidad continental. Por zonas, el Plata o los Andes, el Caribe, el Istmo o la Parte Ecuatorial, desde Jalisco (no te rajes!) a la Patagonia, todo ha de convergir en el corazón del Brasil. Y no sólo en el corazón, también en el cerebro y en la entraña. Podemos honrar la Trindad, que forma parte antigua de nuestras devociones, sin menosprecio de la Trimurti oriental, según los valores de la Tríada, que la Física actual, más inclinada al número que al experimento, comienza a comprender entre el yin y el yang. Pues esto somos, los desheredados de América, más allá de nuestras venas abiertas: la mágica posibilidad complementaria de reunir macho y hembra en un globo perfecto o círculo de luz. Lo supo y lo sabe, porque siempre lo supo, la Poesía. No quiero hacer ahora un rosario de nombres, ni me fastidia cualquier lista biográfica. Pero, cuando sacudamos nuestra pereza o nuestra desconsideración, el paraíso de nuestra ignorancia será compensado con el tejido orgánico de nuestro acto o de nuestra inspiración, que así incluirá totalmente, como la piel envuelve el cuerpo, el aticismo barroco de un Franz Tamayo, en Bolívia, y los atomismos parnasianos de los hermanos Campos, en Brasil. Neruda, Vallejo, Parra, Huidobro, Carranza, Cardenal, Borges, Benedetti o Paz, son eminencias evidentes, pero no estarán solos. Nosotros, los brasileños, por ejemplo, nos sorprenderíamos si comparásemos la evolución de Rogelio Sinán con el despliegue de nuestro modernismo, y lo consideráramos en la tela de la poesía panameña, tan firme y esplendorosa como la nuestra; y el Surrealismo esotérico de Martín Adán, junto con el de sus émulos argentinos o mejicanos menos divulgados, mucho favorecería nuestra inquietud, considerando la magra cosecha del Brasil en este sentido. Nótese que el hiato no es sólo internacional; dentro de nuestras fronteras, desde Oiapoque a Chuí, o desde Rio Apa a Fernando de Noronha, mi coterráneo Érico Veríssimo ya decía que somos un archipiélago… cercado de silencio por todas las aguas, podríamos agregar.
Pienso, también, como Benedetti, pero un poco diferente. Las dictaduras son efecto y no causa, y se instalan con el objetivo de mantenernos así, aislados. Entre tanta justificación injustificada, para el diagnóstico de nuestro atraso, todas han de reducirse al carácter de nuestra colonización. Al contrario del Mayflower, que religiosamente trajo hacia estas costas una revolución de raíz medieval, las naves peninsulares sólo aportaron el dogma. ¿Quién sabe, con lucidez, a excepción de Pietro Ubaldi, qué planes redimen el mono en el hombre? Por lo tanto, si vale la intuición poética y la lógica histórica, yo estoy seguro de que nuestra miseria presente es el fermento de nuestra misión futura, y América seremos todos juntos, mirando sin polaroid la humanidad, que ya puso el pie en otro espacio. Sin embargo, no me ilusiono, será preciso consumir nuestro dolor y, así, la recesión económica -resultado de la recesión de la inteligencia y de la moral, que nuestro Brasil comparte con las demás regiones americanas- será el caldo de cultura o el abono que propiciará el florecimiento del fruto o el nacimiento del animal, que van a alimentar o a hacer mover la rueda de la fortuna. Una ley superior nos enseña que antes es preciso destruirse y madurar, lo que sólo ocurre por voluntad o por rebeldía. En seguida veremos, en lo que concierne al continente, que los intereses nacionales o las barreras del idioma serán menos poderosos que la vocación de unidad. Para ella y por ella, aquí estamos.

 FM Si por un lado nosotros tenemos, dentro del universo de la Modernidad de la poesía hispanoamericana, una relación íntima (aunque jamás señalada por la crítica) con las doctrinas herméticas y ocultas; o sea, si esta poesía era (¿todavía lo será?) adepta confesa del paganismo, por otro lado la poesía brasileña estaba (y todavía lo está) visiblemente marcada por sus relaciones con el positivismo y la razón crítica, o sea, una poesía comprometida hasta médula con las ruinas del espiritualismo cristiano. ¿Sería posible establecer parámetros de beneficios y/o perjuicios en lo tocante a las relaciones aquí expuestas?

JSN Un mero examen del barroco hispanoamericano, principalmente de las tallas y pinturas preservadas en la faja andina, México y adyacencias, puede evidenciar cómo esa expresión artística representa el enlace entre las cosas herméticas y el paganismo, ya en el gran impulso de la segunda mitad del Setecientos fortalecido por la mitología masónica. Tal ejercicio visual marca la expresión poética, desde los albores hasta el moderno flujo semiótico. Sobre, o bajo la estética aportada, valga insistir en el poderoso y asombroso sustrato indígena. En el Brasil, a pesar del Aleijadinho, fue lo contrario; es estéticamente escaso el sustrato que podíamos heredar de nuestros salvajes, o menos intelectual la riqueza traída por los negros africanos. No obstante que nuestra poesía se haya definido, después de la gloriosa excepción de Gregório de Matos, ya bajo el influjo del racionalismo francés, hacia la consagración positivista del siglo XIX, permeó la cultura popular cierta herencia mística, hermética y mesiánica, recibida a través de lo luso, de manera heterodoxa, y viva en el culto de lo Divino o en los mitos alquímicos de El Dorado y de Avalón. Habrá ejemplos que sólo la poesía de Jorge de Lima lleva a luminosas consecuencias. También a este respecto, un intercambio cultural más intenso contribuiría a un impulso de mayor pasión, de osadía mayor, el dejarse llevar por la marea de la vida, entre los trópicos y la sangre, que un positivismo enclenque o la importada razón crítica de hecho hacen mermar en nuestro ímpetu. Entre tanto, a través de lo épico y de la protesta social, además de la brasa etnográfica por la cual el sentimiento religioso emerge de manera heterodoxa de manifestaciones folclóricas como el Bumba-meu-boi, las generaciones que trataron de escribir después de los años 70 tienen a disposición una base poética que podrá facilitar la aproximación de dos idiosincrasias, acortando la separación de los dos idiomas, con superación de los perjuicios y multiplicación de los beneficios.
Resisto a la tentación de mencionar nombres, porque uno no se engaña cuando advierte sobre los riesgos de la precipitación, la desinformación y los afectos, que tornan aleatorias esas menciones. Pero, incluso con los más notorios y pregonados, al margen de cualquier rigor, de cualquier criterio de calidad, cualquiera de nosotros tendrá, de punta a punta del país, una lista que compruebe la vitalidad de la poesía brasileña, su presencia y sus conexiones con lo que se escribe en español. Lo cuantitativo también es un presupuesto de valor. Cuantos más nombres haya para confrontar con la crítica o con el gusto personal, tanto más visible será aquel que sintetice las cualidades o los desconsuelos de su época. Que Rosa, Lispector y Suassuna no encabecen las listas del boom latinoamericano, no los excluye de sus brillantes convergencias o armoniosas conciliaciones. Quiero decir que, también así, nuestra poesía actual, a pesar de la severidad o de las complacencias, prefigura en cantidad y en calidad la mano que va a partir el pan en la cena americana. Sólo entonces podremos saber lo qué era real y qué fue oficial, y la confusión de ahora se resolverá. Pero importa reconocer desde ahora que somos muchos y estamos vivos, ni más allá ni más acá de los que hablan español, y la característica común será el conflicto de dos épocas o el choque de dos pensamientos. Más que lo ortodoxo o lo heterodoxo, lo paradójico puede franquear nuestras barreras; entre la gracia divina y el realismo mágico, desde el sentido hermético al insulso positivismo, están ahí el barroco, el Surrealismo, la semiótica, el lirismo épico, el esoterismo o la protesta social, como dicen, para comprobar que algo de nuevo, extra- europeo, se propaga por estos lados, dando mayor complejidad y apertura a las direcciones que heredamos del mundo hispánico. Hoy estamos viviendo con una perspicacia inédita -y ésta es una de las crestas de la crisis- el conflicto entre los conceptos de vida pagano y cristiano, de eternidad. Mirando al futuro, y a partir de nuestra etnia misturada, la unión (o confederación según quieran) de la América de dos idiomas es una solución, que el testimonio poético ya ha anticipado.

FM Octavio Paz, en su El arco y la lira, decía que “el marxismo es la última tentativa del pensamiento occidental para conciliar razón e historia”. ¿Crees en la validez de esa afirmación?

  JSN Dan ganas de decirle a Octavio Paz que no tenga razón, tal cual le decía Álvaro de Campos a Fernando Pessoa; ellos mezclan matemáticamente lógica e intuición. Desde Descartes que se trata de conciliar razón e historia, no siempre prestando a atención a aquella advertencia de Pascal sobre las cosas del corazón. Pues, sin excepción, todas las ideologías del siglo pasado, y entre ellas sobresalen el gigantismo de Marx y el titanismo de Freud, terminaron perdiendo la partida. Hoy es más actual llevarse por lo antiguo, buscando el equilibrio de cuerpo, alma y espíritu. Cualquier tentativa de pensar fuera de este triángulo, que puede ser leído de abajo para arriba o de afuera hacia adentro, significa reducción y será siempre una tentativa frustrada.

   FM Nuestra obsesión por el futuro, por los cambios, por el progreso, nos arrastró de forma definitiva al centro de una ilusoria inmovilidad. De este modo, aquello que nos acostumbramos a llamar trasgresión, después de una sucesión ininterrumpida de repeticiones, pasa de tal manera inadvertido, que nos hace cree que la única forma posible de trasgresión, actualmente, es su opuesto, el conservadurismo. ¿No habría un punto de intersección entre los principios de cambio y permanencia?

JSN Totalmente de acuerdo con su afirmación. Las dos dictaduras que nos afligen, tanto la política como la económica, se abarrotaron de razón, hasta el punto de entronizar la lógica del absurdo: el movimiento inmóvil. La insanidad se convirtió en regla y estamos viviendo en carne y alma la “waste land” entrevista por Eliot (siempre los poetas). La trasgresión, en este caso, deja de ser crimen, pues adapta nuestra rebeldía a los “paraísos artificiales” que nos prometen o nos imponen, y es, de manera conservadora, un acto en pro de la salud. Quedamos nosotros, los individuos, en el mundo amplio ya devastado, sobre nosotros las vastedades consteladas -de un modo u otro, último refugio de nuestra trasgresiones. Entonces, mentalmente, miro el lago extendido hacia la calma de la mañana: una leve brisa encrespa suavemente su superficie y el sol cae de plano sobre la infinidad de crestas que lo cubren de de margen a margen. Estas perturbaciones no representan la totalidad del lago. A la nochecita vuelvo a contemplar las aguas serenas; en la lisa superficie ni una casa roza el espejo líquido que refleja el cielo. Tiro una piedra, y los círculos concéntricos se expanden. Así todo depende del ojo que ve o de la mano que se mueve; el lago es siempre el mismo, accidentado en mí. Lo que hoy sufrimos será causa o efecto y el pueblo sabe que “nada acontece por azar” y que “todo lo que es demasiado es mucho”. Las ideas y las técnicas nos llevaron a intervenir en el mundo. Eso tiene consecuencias, altera y prepara la paz que ansiamos. Y el punto de intersección entre los principios de cambio y de permanencia ha de ser como la luz que es la misma entre la cresta de las olas y la lisa superficie, o, en la extensión de la chapa de agua el círculo que se acaba en las márgenes. Lo máximo es mirar a los otros como nos miramos a nosotros mismos, sin hurtar a los hechos nuestro gesto de amor. Y todos seremos un día el lago, reelaborado en nosotros. Ahí el juego de poder, que todavía se engaña con el progreso, cederá al conocimiento, y se sumará el sentir al comprender cómo se suman los individuos en el colectivo. La felicidad ha de llegar para todos o no llegará para ninguno.

   FM ¿Todo ya fue escrito?

JSN Respondo con la sabiduría del lado occidental, repitiendo salomónicamente, según el Eclesiastés, que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Pero las formas se renuevan y sólo en este sentido, finalmente el poeta puede aventurar que “la chair est triste et j'ai lu tout les livres”. Artísticamente, la cuestión es cómo se puede llegar a la verdad general partiendo de la verdad de cada uno, como en sus ejercicios espirituales el santo busca la cara de Dios. El acto poético es el poeta hojeando un libro en busca del Libro que jamás podrá escribir.

[1992]

JOSÉ SANTIAGO NAUD (Brasil, 1930)

Poemas sem domingo. Ed. Revista Princípio. Porto Alegre. 1952. / Cartas a Juanila. Ed. do Autor. Porto Alegre. 1953. / Noite elementar. Ed. do Autor. Porto Alegre. 1958. / Hinos quotidianos. Livraria São José. Rio de Janeiro. 1960. / A geometria das águas. Ed. Globo. Porto Alegre. 1963. / O centauro e a lua. Livros de Portugal. Rio de Janeiro. 1964. / Ofício humano. Livros de Portugal. Rio de Janeiro. 1966. / Verbo intranqüilo. Coordenada Ed. Rio de Janeiro. 1967. / Conhecimento a oeste. Moraes Editora. Lisboa. 1974. / Dos nomes. Oca Ed. Rosario, Argentina. 1977. / Noção do dia. Coordenada de Brasília/Oca Ed. Brasília. 1977. / HB Promontorio milenario. Ed. Herrerabarría/IGCA Industrias Gráficas. Panamá. 1983. / Pedra Azteca. Ed. Papeles Privados/Ed. Mester. México. 1985. / Vez de Eros. Thesaurus Ed. Brasília. 1987. / As colunas do tempo. Oca Editorial. Brasília. 1989. / O olho reverso. Thesaurus Ed. Brasília. 1993. / Memórias de signos. IEL/Instituto Estadual do Livro. Porto Alegre. 1994. / Os avessos do espelho. Thesaurus Ed. Brasília. 1996.

[Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.]

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