segunda-feira, 4 de agosto de 2014

RODOLFO HÄSLER | En busca de lo imposible



FM En un ensayo, el poeta Víctor Sosa afirma: “El lenguaje nunca es inocente. Tampoco es culpable: es anómalo.” En medio de los conceptos de mimesis, anomalía, invención y restauración, ¿cómo te relacionas con la creación poética? ¿Cómo sigues tejiendo la voz poética que se llama Rodolfo Häsler? (Pienso en una declaración tuya: “La presencia de la mitología clásica es el hilo conductor de mi poesía”.)

RH Mi relación con el lenguaje es, en primer lugar, de sorpresa frente a su versatilidad y su poder autónomo, y lo digo con conocimiento de causa, porque yo, que nací en la ciudad de Santiago de Cuba y que cumplí el primer año de mi vida ya viviendo en La Habana, comencé a expresarme como un habanero. Ésta es mi primera anomalía. Desde los diez años vivo en España, así que, de una manera natural y paulatina, en algún momento que no puedo precisar, tanto los modismos como el acento cubano desaparecieron hasta que llegué a un lenguaje neutro, desprovisto de acento regional, que me da total libertad de creación para moldearlo a mi capricho. Sin que me acarree la menor molestia, puedo inclinarme por un término cubano de mi infancia, un argentinismo, un casticismo o un sevillanismo mediante el sano empleo del humor, la mejor distancia, el mejor remedio. Creo que hay en mi poesía una recurrencia constante al humor, del cual no quiero desprenderme, porque me demuestra que el lenguaje no es más que una aproximación, una tentativa de esclarecimiento, una visión. La mitología, que mencionas, me permite abordar el lenguaje en su máxima dimensión para aproximarme al imaginario colectivo.

FM Francisco Morales Lomas señala en tu poesía “un ejercicio de introspección conceptual que participa de la corriente surrealista, adaptándola a la pureza de una lírica de raíz anglosajona”. No sé hasta qué punto estás de acuerdo, pero creo que para un poeta que dice “la voluntad se ajusta a todo lo intangible”, hay un desacuerdo conceptual con lo que se refiere a “la pureza de una lírica”. En el caso anglosajón, hay un distanciamiento profundo en lo tocante a un mestizaje. La lengua impone un patrón cultural. ¿Qué quiere imponer y con qué se mezcla la poesía de Rodolfo Häsler?

RH Estoy de acuerdo y me identifico con ambas proposiciones. La lengua impone una tradición, de la cual no te libras. Pero en mi caso debe tenerse en cuenta un elemento sumado a mi llegada a Barcelona, que es mi ida a la Escuela Suiza, donde de repente tuve que sumergirme en el idioma alemán, otra lógica, una mayor contención, una tradición de reflexión, de análisis, que está muy atenta a la sensualidad de las imágenes, que las captura y ordena. El alemán, en tanto lengua sajona, es muy sintético, una lengua que puedes construir a medida que hablas, de una riqueza expresiva extraordinaria, y al mismo tiempo de una tremenda parsimonia. Lo que dices es eso y nada más que eso. Haber estudiado en alemán durante el ciclo de enseñanza media, haber asimilado una cultura en la cual el autocontrol es muy importante, me permitió lidiar con esos elementos, llegar a un punto de expresión en el que me agrada ver cómo puedes llegar mucho más lejos y de inmediato cortarlo, decir basta. Mi padre era suizo-alemán y es evidente que en mi personalidad cada vez se acentúan más los rasgos de su carácter.

FM Tienes en España una segunda residencia, de modo que se mantiene tu relación con la lengua española. ¿Hasta qué punto consideras decisivos los espacios lingüísticos en la constitución y valoración de una obra poética?

RH Bien, vivo en Barcelona, una ciudad bilingüe, donde el español se relaciona con el catalán hasta mezclar acentos, expresiones, mentalidades. Mi lengua materna es el castellano, un castellano, como dije antes, ni cubano ni español, una especie de metalenguaje independiente de lugares geográficos. Pero, desde luego, eso sí, me siento vinculado a una tradición y a un espacio lingüístico determinado en el momento de la expresión. Aunque deba reconocer que, por mi educación, el estudio y la lectura de otras literaturas, como la alemana y la francesa, han sido paralelos a los de la española, para la poesía es muy difícil expresarse por igual en dos idiomas diferentes y se termina eligiendo uno, en mi caso, el español. Aunque mis lecturas de poesía francesa las sigo realizando siempre en el idioma original, nunca en traducciones.

FM Según el argentino Juan Gelman, “todo poeta intenta expresar -con la palabra y los silencios de la palabra- el centro de su obsesión”, aunque luego recuerda que “en realidad, no hay centro y todo es intemperie”. No sé si concuerdas. Situado en el medio de tal relación, ¿te sientes perseguido por algún tema en particular?

RH Siempre recurrimos al mismo mundo de obsesiones, de inquietudes, son temas recurrentes. Cada poeta tiene los suyos, como también se da en el caso de los pintores. No creo en los artistas que abarcan diferentes registros, aparte de que esto tampoco es necesario porque nunca se descubre nada, se ahonda en el misterio de la escritura, de la existencia, damos vuelta alrededor de la mismas obsesiones sin tener nunca una respuesta clara, sólo diferentes puntos de vista. Personalmente creo que mi poesía gira en torno a pocos elementos, como la búsqueda interior, un deseo insaciable de trascendencia, algo muy germánico, por otra parte, que me contiene, que está dentro de mí, pero visto desde mucha distancia, con muchísimo humor. Al final siempre me pregunto: ¿para qué¿ ¿qué sentido tiene todo esto?

FM Si pensamos en la gran influencia de Rubén Darío y de César Vallejo en los poetas españoles, tal vez no encontremos, en una relación inversa, algo de igual dimensión. ¿Cuáles son tus afinidades con poetas españoles? ¿Sería correcto afirmar que, en un sentido poético, España siempre tuvo más para aprender que para ofrecer?

RH La influencia de Darío y de Vallejo fue fundamental en la evolución de la poesía española, en un momento de estancamiento debido a las circunstancias históricas y sociales que hicieron que España mirara al pasado para comprenderlo. En ese momento, la renovación vino de América Latina, sin lugar a dudas; pero no debemos olvidar la gran influencia posterior en las repúblicas americanas, de Juan Ramón Jiménez, Machado o la generación del 27. Es una relación complicada, a menudo repleta de malentendidos, y que a mi ver debería ser más fluida de lo que es actualmente. Pero decir que la poesía escrita en España tiene más para aprender que para ofrecer me parece malintencionado y falso. Si vamos al Siglo de Oro vemos cómo un poeta como Quevedo encierra toda la modernidad, vemos la mística castellana que entronca con la tradición oriental y que tanto peso tuvo en otras literaturas europeas. Me parecería muy extraño que América Latina no contara con la tradición peninsular. En la actualidad hay poetas de gran peso y originalidad, poetas que desarrollan su creación aislados de tendencias, como debe ser, y que cada vez van ganando mayor reconocimiento, como Francisco Pino, Antonio Gamoneda, Carlos Edmundo de Ory, José Ángel Valente, Diego Jesús Jiménez, Dionisia García, Juan Eduardo Cirlot, Vicente Núñez, para citar apenas unos pocos.

FM El periodismo y la universidad produjeron una distorsión imperativa en lo tocante a la conversión de todo en su máscara y en la estratificación de su esencia, en verdad, dos aspectos de una misma deformación. Perdimos nuestra relación directa con la historia, volviéndonos personajes arbitrarios de un teatro de seres que no contempla la relación intrínseca entre individuo y sociedad. En gran parte, la poesía que se escribe hoy (me refiero a nuestra generación y sus desdoblamientos) acepta pasivamente esa condición de negación del ser.

RH Pienso que sobre este tema no se puede generalizar; en primer lugar, depende de cada individuo y ciertamente, de cada país, con sus características y su realidad. La visión del poeta ha cambiado, ha evolucionado, no siempre de manera lineal, a lo largo de los tiempos. Y hoy tenemos la enorme suerte de que las escuelas, las tendencias rígidas y monopólicas desaparecieron, o por lo menos es posible escribir sin tener en cuenta nada de todo eso. Personalmente, los poetas que más me interesan van por una vía solitaria, buscando en sus propias circunstancias, creando su propia tradición, y eso es impagable. De cualquier forma, el compromiso con la sociedad de manifiesta de muchas maneras, y creo que un verdadero creador, aunque a primera vista no se lo perciba, siempre está comprometido con la vida, y, por lo tanto, con su tiempo. Hay compromisos evidentes que pierden vigencia y hay distanciamientos que resultan la más interesante forma de alianza. Las obsesiones de los poetas son comunes a todos los seres humanos y el compromiso con la vida es lo único que nos salva. Y aquí pienso, por ejemplo, en la poesía de la dinastía Tang, en Sor Juana, en Emily Dickinson o en Lezama Lima.

FM Es común que los poetas presenten una visión idealizada de su país, cuando residen fuera de él por un tiempo considerable. ¿Cuáles son tus opiniones acerca de la poesía que hoy se produce en Cuba?

RH Acabo de regresar de un encuentro que se celebró en La Habana entre el 6 y el 12 de enero de 2001, al que han asistido poetas de diferentes países latinoamericanos, y vengo impresionado por la alta calidad, la dureza, la ausencia de concesiones y el compromiso absoluto que he visto en algunos poetas jóvenes. El país vive momentos difíciles, hay muchos interrogantes, y éstos los plantean con una libertad personal y creativa que es difícil de encontrar en nuestro frivolizado mundo desarrollado. Hay un momento estelar en la poesía cubana y el problema se plantea en estos momentos en lo que los editores extranjeros eligen y editan afuera, no siempre lo mejor, lo más interesante. Las leyes del mercado son implacables y la visión tópica de Cuba ahora, después de muchos años en los que prevaleció la política, responde a un exotismo deformador de la realidad. Cuba es un país críptico, difícil, masónico, y el resto del mundo espera todo lo contrario de la isla. En España existe en estos momentos una auténtica moda de todo lo cubano, la música, su literatura, su gente, pero parece mentira, los españoles casi siempre se equivocan en su conocimiento del país, en todos los aspectos, y en el político y social especialmente.

FM Hablas de Martí, de Lezama, de Sarduy, siempre que se te pregunta acerca de tus relaciones con Cuba. De hecho, son referentes máximos, que definieron una condición poética que no es exactamente cubana, sino antes (anterior a todo nacionalismo) una conquista de la modernidad. ¿Cómo te relacionas con otros poetas, por ejemplo, Heberto Padilla y José Kozer?

RH Como bien dices, cuando menciono a Martí, Lezama, Sarduy, me refiero a esa conquista de la modernidad en la que Cuba tuvo siempre un lugar privilegiado. Por su situación geográfica, la isla siempre fue un lugar de tránsito, a dónde llegaban todas las ideas, donde eran asimiladas y transformadas, un lugar donde se intercambiaban productos que iban de una dirección a otra, y eso marcó la idiosincrasia del cubano, alguien que todo lo asimila y lo transforma para crear algo nuevo. Nunca cité a esos poetas en su única dimensión cubana, con la cual no me puedo identificar, sino como creadores universales, que despertaron la conciencia de la humanidad. Con poetas como Kozer, Reina María Rodríguez, además de estar unido por la amistad, tengo que destacar mi admiración por ellos en todos los sentidos. Cuba está dividida en este momento, y su poesía, de alto valor ético, sirve de puente a la nación fragmentada, siendo así una fuente de compromiso como el que mencioné anteriormente, a partir de la coherencia y de la inteligencia. Heberto Padilla me parece una figura de importancia capital, pues marcó un antes y un después en lo que se refiere a la independencia entre creación y poder.

FM Retorno a Sarduy, por la importancia que le das en función de la revelación del mundo de los orixás. Recuerdo los cuentos de Cabrera Infante y su proximidad temática, incluso menos intelectualizada. Como te interesa un tratamiento “más pictórico”, “una metáfora extra-literaria”, te pregunto hasta qué punto observas un contraste entre Sarduy y Cabrera, pero siempre pensando eso a partir de tu poética.

RH Yo soy un profundo desconocedor del mundo afro-cubano y no me gustaría que mi poética se clasificara por determinada temática, como veo que ocurre con algunos autores cubanos últimamente. Siempre me interesaron la mitología y los rituales, por lo que tienen de codificador de determinadas conductas y necesidades y humanas. Pero el tema de los orixás aparece solamente en mi cuarto libro, por la necesidad de expresar una serie de experiencias vividas durante mis dos primeros viajes a Cuba, en 1991 y 1993. Soy un medio y no un fin, utilizo un lenguaje propio de la religión yoruba para expresar una cosmogonía personal que se oculta tras los alimentos, las plantas y colores de cada santo. Rompo la lógica de un código para llegar a otro mundo más desordenado, necesitado de coherencia, de síntesis, hasta asumir otro plano que no tiene nada que ver con el folclore. Creo que es lo mismo que hace Sarduy en sus poemas afros. Lydia Cabrera es una antropóloga y una estudiosa, una persona que se sumergió en ese mundo para poder conocerlo, pero siempre a partir de la lógica. Puedo afirmar que mi libro De la belleza del puro pensamiento no es un libro sobre los orixás; se trata de una indagación de la identidad provocada por la alegría y el dolor.

FM En entrevista con Carlota Caulfield, anoté una referencia tuya a la imposibilidad “de ser un cubano como se espera que un cubano sea”. Cuba se transformó en el marco de una idealización de la América hispana. Si la revolución despertó el continente a la existencia de sí mismo, por otro lado asimiló los vicios europeos de comprensión del mundo a su alrededor. ¿Cómo se espera que sea hoy un cubano?

RH Cuba necesita, ante todo, de autocrítica. Las dos Cubas necesitan de autocrítica y tolerancia, algo que no se cultiva desde hace cuarenta años. Yo vivo en Europa desde los diez años y estuve aislado de los dos polos de la cubanidad. Mi padre era pintor, europeo, y en mi casa nunca se vivió la nostalgia como un elemento paralizante. Nuestro referente no fue nunca ninguna patria, sino la problemática del arte. Fue lo que aprendí y me siento privilegiado por eso. A su vez, Cuba ha estado dentro de todos nosotros como una referencia afectiva, un momento de plenitud. Así viví con mis padres, y así me recuerdo, una infancia feliz. Ahora, no me puedo abstraer de una realidad compleja porque el proyecto de nación, surgido ya en el siglo pasado y que tuvo realización en la Cuba burguesa del siglo XX, ya no existe, y se va a necesitar de un empeño colectivo para apartar el dolor y dialogar entre todos, todos aprendiendo con todos.

FM Frente al espejo: ¿qué poesía estás escribiendo?

RH En este momento, después de publicar mi quinto libro, estoy avanzando en un proyecto a largo plazo, para el cual no tengo ninguna prisa. Preciso tiempo, reflexión, caminar y dejarme llevar por mi ritmo interior. Se trata de una serie de cincuenta poemas sobre un tema que aparece en mi escritura desde el principio: las flores, pero tratadas de una manera frontal, mucho más radical, hasta que adquieran total protagonismo. La flor es símbolo de la fugacidad de las cosas, ligada por el tallo a la tierra, mira al cielo, lo divino, lo inefable. Hay flores que hablan por su cuenta, y otras por mi voluntad, tratando todas sobre la brevedad de la vida, lo efímero de la belleza, del placer. Flores unidas a la muerte por su corto ciclo, en busca de lo imposible.

[2001]

RODOLFO HÄSLER (Cuba, 1958)

Poemas de arena. Editorial E.R. España. 1982. / Tratado de licantropía. Editorial Endymión. España. 1988. / Elleife. Editorial El Bardo. España. 1993. / De la belleza del puro pensamiento. Editorial El Bardo. España. 1997. / Paisaje, tiempo azul. Editorial Aldus. México. 2001. / Cabeza de ébano. Editorial Igitur. España. 2007.

[Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.]

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