sábado, 2 de agosto de 2014

GONZALO MÁRQUEZ CRISTO | Correspondencias entre poesía y acción



FM De todos los poetas de tu generación, en ti encuentro el mejor ejemplo e una poesía que se propone un salto al abismo. O sea, una poesía que no sólo es un embate contra las palabras y los conceptos enrolados a su alrededor, sino también más, mucho más, una poesía que busca una nueva fuente de vértigo, una poesía del asombro ante la existencia humana. ¿De dónde viene esa fuente de abismos?

GMC Así como Zarathustra es un perseguidor de cimas, a mi poesía como a la de varios autores de este siglo nos ha quedado la opción, quizá más humana -para decirlo con palabras de Octavio Paz-, de danzar sobre el abismo, de entregarnos a su vértigo fundador, a su intensa experiencia donde crece la mirada. Todos los actos importantes del hombre pasan por el túnel del miedo (me refiero al amor, al misticismo, al arte y a todas sus búsquedas utópicas), y pienso como Perse que así como la ciencia busca en el día, el poeta es quien indaga en la noche, en esa insaciable fuente de sombras, de temores. Creo que detrás de toda experiencia de los límites siempre acecha la muerte, que nos define, que sabe nuestro rostro verdadero, que nos pone en la boca una palabra, un nombre -si tenemos suerte-, que nos resume, que nos explica. Sobre decir que mi condición de colombiano hace un agregado de violencia a mi mirada, porque en esta convivencia tan estrecha con el horror podríamos decir con René Char -cito de memoria-: cuando la muerte es más violenta la vida está mejor definida. Y querer responder la pregunta de la muerte, intentar actualizar las interrogaciones primigenias, esenciales del ser humano, quizá sea a veces vislumbrar entre temblores, hacer un brindis por el miedo, asistir a la fiesta del abismo…

FM Toda poesía es el sumo de inquietudes y afinidades. En tu caso, percibo un particular interés por poetas como René Char y Roberto Juarroz. No propiamente por el tratamiento del lenguaje, sino antes por aquella correspondencia entre poesía y acción formulada por ambos. ¿Qué percibes que es la poesía que escribes?

GMC El escritor chileno José Donoso hace quince años durante su efímero paso por Bogotá sentenció: querer ser original es querer ser mediocre. Eso desde luego es un tributo a la tradición, a la literatura con sus grandes maestros y a las afinidades y coincidencias que tenemos con nuestros queridos antecesores. Se ha dicho que la literatura parte más de la literatura que de la experiencia personal del escritor y que la mayoría de los libros fallidos lo son porque su autor no supo abolir las referencias con su propia realidad, no logró realizar el distanciamiento con su experiencia interior. Se ha dicho que si un personaje habla como una persona real no tendría eficacia y que el ejercicio de la literatura es como aprender otro idioma y esto parece claro cuando se ha leído a Mallarmé o a Valéry, y a poetas intertextuales como a Eliot y Pound donde son más importantes las referencias a las literaturas anteriores y el ensamblaje que han realizado a partir de allí que lo que ellos mismos han venido a decir. Sin embargo tú hablas específicamente de René Char y Roberto Juarroz que son dos poetas que siempre me han deslumbrado. En ambos encuentro a la palabra poética convertida en un afilado signo, en indagación filosófica, en reflexión, en riqueza prismática, en agregado al pensamiento del hombre. Quizá Char sea un poeta que proviene más de la imagen y de la riqueza de lo ambiguo mientras Juarroz sea más de la transparencia de la idea, de su fascinante juego poético; pero ambos creyeron en la correspondencia entre poesía y acción como lo hizo Rimbaud. Cuando la poesía se aventura al fulgor de la imagen primitiva, a esa indisoluble identidad que existía para el hombre primitivo entre palabra y objeto, y así pretende cautivar las preguntas esenciales del hombre que al parecer nunca tienen respuesta, se torna profecía, horizonte, brújula interior… Yo creo en una poesía de las profundidades, del ser, del tiempo, que intente traducir la muerte… Y en cuanto a tu pregunta sobre qué percibo ser en mi poesía sospecho que estoy demasiado involucrado para responder y para decírtelo con eficacia, primero tendría que someterme a la abolición del yo que promulgaba Buda, el Iluminado, y empezar por comprender un mundo con seis puntos cardinales: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo, para poder realizar la disolución de mi identidad. Y es cierto, mientras en Occidente hablemos de cuatro puntos cardinales sólo podremos llegar con certidumbre a Disneylandia, pero nunca al Nirvana, al silencio, a la libertad o al amor.

FM ¿Cómo se explica el puente entre Apocalipsis de la rosa (1990) y El tempestario y otros relatos (1998), toda vez que la narrativa predomina sobre este último, lo que no ocurría en el intermedio Ritual de títeres (1992), que se definiría mejor como poemas em prosa?

GMC En Apocalipsis de la rosa, editado por primera vez hace casi once años, me sumergí en el bacheleriano tiempo vertical del poema, en su incesante y múltiple fuente de asombros, y creo que este espacio literario es verdaderamente mi elemento. Ritual de títeres, mi segundo libro, es una experimentación antinarrativa, en la cual cada vez que se asume un capítulo el acontecimiento ya ha ocurrido y sólo queda la sensación y la reflexión. Es una sistemática indagación en la imagen poética y en la idea, y jamás en sus doscientas páginas, se tiene la intención de narrar o de describir, y como tú lo has dicho podría ser realmente un poema novelado. Es la negación del personaje para imponer la supremacía del hallazgo poético y filosófico. Y por último El tempestario y otros relatos, es una exploración decididamente más narrativa, pero quizá se parece más al espacio de lo fotográfico o de lo pictórico, y todos sus argumentos muchas veces dentro del universo de lo fantástico están habitados por silencios, matices, sueños, imágenes y reflexiones que fluyen de mi más vivido espacio poético. Y para ser más explícitos, aunque todas las ficciones de El tempestario habiten el tiempo horizontal inherente a la narración, están pervertidas, desviadas, subyugadas por una escritura proveniente de la poesía. De todas formas creo que escribir -sin importar el género literario elegido- cuento, novela, ensayo…, es la más extraña forma de la soledad, de la ausencia, y la más inútil tentativa de conocer la muerte, y eso condiciona toda mi literatura.

FM Hay unos versos en Apocalipsis de la rosa que destaco: “el regreso / es apenas el sueño de los ríos”. ¿Qué tiene esa afirmación de contrastante con tu busca de registro de voces poéticas esenciales para la comprensión de nuestro tiempo (me refiero a tus entrevistas)?

GMC El regreso es la comprobación de que el devenir es incesante y que la no-presencia puede delatar en una ciudad o en un rostro algunos signos alterados… Y de ésta forma la única opción de continuar en el espacio de nuestros amigos o de nuestros amores es convirtiéndonos todos en Heráclitos capaces de nadar al mismo ritmo de la corriente. Es permanecer en la misma agua a fuerza de correr a idéntica velocidad… En cuanto a mi obstinada búsqueda por entrevistar autores capaces de develarnos con sus reflexiones el tiempo en que nos deslizamos, experiencia que es más un vieja que un retorno y es quizá una complicidad interior de nuestro extravío, la entiendo como un homenaje a todos aquellos que han forjado nuestra geografía sensible, a quienes han creído que aún el lenguaje logra hacernos libres y que la palabra puede guiarnos como la lámpara de Diógenes a una voz que a veces puede salvarnos.

FM Quiero que me hables de esa aventura de los viajes en busca de entrevistas. He entrevistado a través de cartas y prefiero el distanciamiento justamente porque permite una profundización de ideas. Sin embargo, tú has realizado algunas entrevistas (Octavio Paz, Juan García Ponce, Cioran, Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Oswaldo Guayasamín…) que no se habrían dado de la misma manera si no hubieras estado allí.

GMC Mi encuentro con Cioran en París es una experiencia esencial en mi vida. Después de haber recibido una carta -ante mi perplejidad-, donde el consagrado filósofo rumano se sumaba al proyecto de nuestra revista con un texto inédito, estar en su buhardilla de la rue de l’Odeón, rebasaba mis expectativas. Este niño escatológico, este insobornable espíritu irónico, este teólogo de la desesperación, resultó ser un hombre de luz, habitado por una incorruptible felicidad, y por una ternura y una lúdica embriagadora. Durante casi dos horas reímos de su obstinada decisión de calumniar al universo. Esta entrevista esencial que ha aparecido publicada en cuatro países y en tres idiomas se titula: Adiós y mucha ironía.
Octavio Paz, por un extraño artilugio del azar, nos recibió en su apartamento de la Reforma en México DF, dos días antes de cumplir sus ochenta años. Y este hombre con su cabeza de tótem precolombino desplegó su incansable lucidez hablando del tiempo, de la poesía, de la necesidad de legalizar la droga, y nos mostró su acuciosa imaginación y capacidad reflexiva para debatir los problemas del pensamiento y hacer frente a esa equivocación que han denominado historia.
Juan García Ponce, el gran novelista mexicano, víctima de una parálisis degenerativa que en octubre de 1993 -en el momento de la entrevista- ya le estaba ganando la lengua, nos mantuvo en vilo durante más de una hora en la cual festejamos su tema preferido: el erotismo. Salvador Elizondo debajo de un árbol en su casa en Coyoacán en México lamentó que ya no prohibieran los libros para leerlos con mayor avidez y nos mostró en un acuario esos peces casi míticos llamados ajolotes que el mismo Julio Cortázar había incluido en uno de sus más famosos relatos. Oswaldo Guayasamín en su estudio de Quito cuando íbamos a fotografiarlo retiraba de la mesa los paquetes de cigarrillos diciendo que no quería aparecer retratado al lado de lo único que le debía a los gringos: su tabaco rubio… Bueno, pienso en Juarroz, en Olga Orozco, en Roger Munier, en el gran poeta portugués António Ramos Rosa, en los venezolanos: Eugenio Montejo, Silva Estrada y en el pintor Jacobo Borges, y en otros extraordinarios artistas que hemos entrevistado para nuestra revista Común Presencia, y que nos han dado la certidumbre de nuestra universal, incorregible y lúcida equivocación.

FM En verdad, al propiciar un encuentro, no hacemos otra cosa que afirmar nuestra confianza en el asombro, en la sorpresa. En mi caso, he hecho entrevistas casi siempre en función de su publicación conjunta, idealizando un libro como mesa de encuentro entre varios poetas. ¿Qué buscas esencialmente al entrevistar a un poeta?

GMC Aunque las entrevistas las publico primero en nuestra Común Presencia o en otras revistas latinoamericanas persiguiendo convencer al anónimo lector de aproximarse a una determinada voz, o rindiéndole homenaje a un poeta que nos aumenta, confieso que padezco de tu misma idealización de poder compilarlas posteriormente en un libro que sin duda postularía el encuentro de miradas diversas y de pensamientos encontrados o complementarios sobre el tiempo y la palabra que nos ha tocado vivir. Y para completar la respuesta, al entrevistar a un poeta busco compartir mi silencio, hacerme cómplice de sus cuestionamientos, participar de la cena de sus sueños, de la decoración de sus fantasmas.

FM Desde 1988, editas la revista Común presencia, junto a la poeta Amparo Osorio. Supongo que en tus viajes habrás establecido algunos encuentros con otros editores de revistas. ¿En qué circunstancia surgió Común presencia en Bogotá, y cuáles son sus relaciones posibles con otras publicaciones en América Latina?

GMC Como cualquier revista de su carácter, Común Presencia es una isla donde siempre debemos llegar los náufragos. Hace diez años apareció por vez primera y a pesar de épocas en que no hemos podido editarla aún persistimos por mantener abierta esta ventana esencial, espacio que nos parece ahora más urgente que en el momento de fundarla. Cuando las Lecturas literarias de los periódicos de Hispanoamérica están tomadas por orientaciones excluyentes o frívolas, y cuando vivimos el reino de la cultura light, una revista de creación que busca zonas abisales, que intenta mantener incandescentes las pequeñas zonas del pensamiento y de la imaginación que el capitalismo en su voracidad no ha podido reducir o asimilar, nos parece una aventura inobjetable.

FM ¿Qué ha garantizado la permanencia de Común presencia durante toda una década?

GMC Creo que el miedo que nunca disminuye… Que -como Sherezada- sólo sabemos combatirlo con palabras. Y la infantil creencia de que mientras exista la revista, quienes la urdimos y aquellos que la leen con pasión, tendremos lugar para el asombro y la esperanza.

[1999]

GONZALO MÁRQUEZ CRISTO (COLOMBIA, 1963)

Apocalipsis de la rosa. Quimera del Oro. Bogotá. 1988. / Ritual de títeres. Tiempos Modernos Editores. Bogotá. 1992. / El Tempestario y otros relatos. Común Presencia Editores. Bogotá. 1998. / La palabra liberada. Común Presencia Editores. Bogotá. 2001. / Oscuro Nacimiento. Común Presencia Editores. Bogotá. 2005.

[Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.]

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