FM Tienes
una poética esencialmente marcada por proverbios, aforismos, epigramas, poemas cortos,
sin que ello implique discontinuidad; o sea, esa aparente fragmentación se escribe
con una larga comprensión de su alcance,
una conciencia del mundo que está tejiendo. ¿En qué piensa la poesía cuando es escrita
por Gustavo Pereira?
GP Un poema es como pieza en un gran damero, ola en el océano del vivir, parte
de un todo en movimiento. Creo que fue Tristan Tzara quien dijo que la objetivación
de la poesía debía buscarse en el terreno de la vida y por consiguiente toda conciencia
del mundo, para un poeta, tal vez no sea sino pequeño destello en su incesante búsqueda
en las profundidades para intentar hallar la claridad.
Las Iluminaciones llamó Rimbaud uno de sus libros, y Goethe, desde el lecho mortuorio, al manifestar
su angustia o aflicción por la confusión imperante en el mundo, pedía a sus deudos
que abrieran los postigos de las ventanas para que entrase luz a la habitación en
donde habría de expirar la mañana del 22 de marzo de 1832. Mehr licht!, ¡más luz!, dicen que demandaba. Así todo poema parece
dictado por un (¿vano?) intento de salida de un largo túnel, porque la poesía quizá
sea también la afirmación de un rechazo (al absurdo, a los desequilibrios del orden
social, a los sistemas de expresión establecidos y gastados, a los valores inmutables,
a los cadalsos de la lógica, a la brutalidad, a la estupidez, a la imaginación encadenada).
FM Goethe
también decía que eran los propios poetas los que causaban más daño a la poesía
(“¡Te diré que me carga ver tantos / como pulsan la lira y canturrean!”). Tenemos
una gran tensión entre eso y lo dicho por Lautréamont de que “la poesía debe ser
hecha por todos”. Y agreguemos una observación de Lezama Lima con respecto a la
“concepción del mundo como imagen” a la cual llegaron los poetas (“La imagen como
um absoluto, la imagen que se sabe imagen, la imagen como la última de las historias
posibles”), concepción que sufre actualmente un desgaste causado por demasía o por
uso indebido. ¿Cómo te manejas dentro de ese ardid?
GP Estos asuntos (y estas discusiones) parecen ser, en poesía, eternos. Tal
vez por eso convenga remitirnos una vez más a Horacio y a su célebre epístola (que
la posteridad ha conocido como Arte poética)
para constatar cómo desde hace dos milenios la misma angustia invade a los poetas.
Antaño sorprendíase Horacio -y posteriormente también Goethe, y antes y después
muchos otros- de que tanta estrofa pudiera ser perpetrada en el mundo en nombre
del arte, y de que tanto rudimentario diletante, bajo el amparo o la confusión de
no pocos lectores, hiciera versos y los llamara poesía. El texto de Horacio, anteponiéndose
al de Lautréamont, pareciera contradecir la aseveración o más bien el deseo de éste,
precisamente porque para aquél -y no dudo que también para Goethe y Lautréamont-
la poesía era una forma de conocimiento, aunque no en el sentido que le otorgaron
después los surrealistas. Scribende recte
sapere est et principium, et fons (el principio y la fuente para escribir bien
es tener conocimiento), decía el gran poeta de Venusia, empleando sapere como derivado o equivalente de sapientia (conocimiento, juicio, sensatez).
“La sabiduría dictó en verso sus primeras enseñanzas”, añadía. Y puesto que atribuía
al poeta una cualidad a la que no bastaba la inclinación natural (o “inspiración”),
resulta obvio deducir que para él la poesía no podía ser hecha por todos. Recordemos
que Lautréamont escribió “la poesía debe…”, y no “la poesía puede…”.
Tal sigue siendo la aspiración de todo poeta: compartir los dones de la poesía-acto
creador como se comparte el aire que respiramos.
Otro asunto es el de la imagen como absoluto. Al igual que la razón, la poesía
no podrá librarse nunca de la imagen. La poesía halla en la imagen el instrumento
que le permite representar y armonizar las fuerzas y hasta los elementos contrarios
del universo, concordar las antinomias. Pero las virtudes y limitaciones de la imagen
eran y son también las limitaciones de la razón. En la medida en que las sociedades
humanas se transforman mediante la conquista de conocimientos, valores y derechos
-entre ellos los fueros de la imaginación y el ejercicio de la libertad- en esa
medida se modifica, no la poesía, sino la concepción y la percepción que se tiene
de ella. Cada cambio en el espectro social, en las relaciones de producción y en
el mundo objetivo significan cambios del espíritu y, por supuesto, cambios en el
mundo de la poesía, porque la poesía no existe fuera de la conciencia humana.
Creo sin embargo, con Sartre, que el problema central consiste en ver hasta
qué punto la poesía puede salvar la distancia que la separa de la vida. El poeta,
si no es un simple creador de soliloquios, debe insertarse en el gran drama humano,
hoy más que nunca necesitado de conciencias sensibles para sobreponerse a la injusticia,
a la violencia y a los poderes omnipresentes.
FM “Todo empieza y termina en la eternidad / Pero la eternidad no sabe de
nosotros // Sus pobres soñadores”. Este poema se chama “Somari de
la eternidad”. Se trara de una clara defensa de una escritura de la brevedad, sí.
¿Pero por qué recurrir a un término japonés?
GP Deduzco que el “término japonés” al que te refieres es la denominación
“Somari” que, aunque lo parezca por fonética, no es palabra japonesa; se trata de
un neologismo que vino a mí cuando me vi forzado a nombrar cierto poema corto entre
los que en aquel momento corregía. Al comienzo a estos textos los llamaba poemitas,
o simplemente poemas breves, pero tal me parecía una suerte de profanación. Así
que decidí nombrarlos “somari”, y debí escoger esa denominación para diferenciarlos
de otros de semejante preceptiva o concisión, puesto que el somari, a diferencia
de la tanka o del haikú japonés, carece de métrica específica, no tiene intencionalidad
precisa como el epigrama griego o romano ni estructura cerrada como el soneto itálico,
sino que lo caracteriza, amén de la brevedad, su libertad formal, su poliantea y
casi siempre su laconismo.
En uno de sus ensayos -que prefiero a sus versos- Ezra Pound hablaba de
la poesía como arte de la concentración
y explicaba cómo ciertas analogías idiomáticas sustentaban tal tesis (por ejemplo,
el verbo alemán dichten, que quiere decir
condensar, corresponde al sustantivo dichtung,
que significa poesía). Aunque comparto esta observación, a la que por cierto el
propio Pound fue infiel, en la historia de la poesía la brevedad no siempre fue
una constante y el lenguaje poético no siempre expresión de concisión. En mi caso
es casi un requerimiento indispensable, pues temo más a lo farragoso que al vacío.
FM Jamás
imaginé que se tratara de un neologismo, considerando, apresuradamente, su afinidad
con la tradición japonesa. Bueno, me parece que estableces una relación indebida
entre brevedad y concisión; no siempre un poema breve es conciso. En poetas de gran
aliento -por ejemplo, el cubano Lezama Lima-, la consición (en el sentido de precisión)
se procesa en largos poemas. Este es un buen exponente de poética densa, intensa,
precisa y al mismo tiempo extensa. A veces la brevedad viene más de la escasez de
discurso que propiamente de un dominio del lenguaje o de una inclinación por una
forma más breve de expresión. ¿No crees? Claro que considero aquí la tradición lírica
de Venezuela, fuertemente representada por el poema breve, como se puede verificar
en Rafael Cadenas, Juan Calzadilla, Luis Alberto Crespo e Reynaldo Pérez Só.
GP Tienes razón en cuanto a que la concisión revela ante todo economía de
medios para expresarse con precisión o exactitud, mientras que la brevedad define
la extensión o duración de algo. Digamos que lo breve puede implicar lo conciso,
pero no necesariamente ocurre al revés. Como tú bien dices, un lenguaje conciso
no tiene por qué ser breve, pero yo no podría afirmarlo específicamente en el caso
de los somaris, pues sería un exceso de pedantería. Por eso, antes que el de “concisión”,
que parece virtud, prefiero el término “brevedad”, que es simple sustantivo, al
referirme a ellos.
FM Leo en
un ensayo de Oscar Sambrano Urdaneta sobre Vicente Gerbasi, que el autor mantiene
cierta renuencia a mencionar la influencia del Surrealismo en la obra de los poetas
de la generación de Viernes, dando la
impresión de que fue mucho más fuerte la afinidad con el romanticismo alemán, por
ejemplo. ¿Podrías aclararnos algo a este respecto?
GP En varios de los poetas de la generación del grupo Viernes fue evidente la influencia del lenguaje surrealista. Recalco lenguaje
porque, como sabemos, el Surrealismo se propuso ir más allá. La actividad surrealista
partía de una voluntad dialéctica de destrucción-creación que se ejerció en todos
los aspectos de la vida, incluyendo la política. Probablemente los poetas de Viernes no compartieran las posturas iconoclastas,
la escritura automática y acaso mucho menos el postulado central del movimiento
surrealista de restituir el funcionamiento real del pensamiento (y la violación
de la racionalidad que ello conllevaba). Pero para mí resultan evidentes los aportes surrealistas a la poesía de
integrantes de Viernes como Luis Fernando
Álvarez, José Ramón Heredia y el propio Gerbasi en cuanto atañe a la ruptura de
las limitaciones -expresivas y espirituales- que toda gran poesía emprende.
FM Por su
parte, al escribir sobre Trópico Uno,
Ramón Ordaz observa que el grupo de poetas que se reunía en torno a esta revista,
aun cuando tenía bien claras sus propuestas estéticas e ideológicas, se hallaba
“contaminado del absurdo dadaísta y del desplante surrealista que caracterizó a
otros grupos de la época”. Insisto en este aspecto porque, incluso antes de la aparición
de un grupo como El techo de la ballena, ya era visible la identificación con
el Surrealismo en poetas como Gerbasi, José Lira Sosa, Juan Sánchez Peláez y tú
mismo; o sea, los poetas venezolanos acompañaron al Surrealismo desde sus primeros
momentos. En un ensayo sobre Peláez, vemos que Juan Liscano llama la atención sobre
el hecho de que en este poeta “la poesía no está al servicio de la tesis surrealista”.
¡Coño!, pero esto no ocurre ni siquiera en los grandes poetas… surrealistas. No
se trata de filiación sino de reconocimiento. ¿Crees que en América latina, en general,
y en Venezuela, en particular, habría cierto temor de mencionar la identificación
con el Surrealismo, por ejemplo, porque esa mención podría interferir en los lineamientos
de una una poética propia, desligada de cualquier influencia europea?
GP Es posible que allí estuviera la causa, tal cual señalas. Pero no hay
que olvidar que en el siglo XX los movimientos de vanguardia europeos imantaron
de modo considerable el quehacer literario en toda América latina como otrora lo
hicieran el neoclasicismo, el romanticismo, el parnasianismo, el simbolismo, el
imaginismo y pare usted de contar. No pocas veces nuestra América sirvió como sombra,
espejo, eco, cobijo o fruto contrahecho de forasteras revelaciones y doctrinas,
y esto no constituye nada nuevo en la historia de la humanidad, que es una historia
de influencias recíprocas. Lo que verdaderamente debe importarnos es si esas influencias
traicionaron o no el propio ser, o por el contrario lo nutrieron. No se me escapa
que desde México hasta Chile los jóvenes creadores que asumieron a plenitud los
vientos renovadores que estos movimientos alentaban, optaron en ocasiones por cambiar
de alma como se cambia de camisa, y renegaron de la suya. Diría Louis Aragon, “si
la moda de una generación es afeitarse ¿qué quieren que haga la siguiente, sino
dejarse crecer la barba?”. Tal vez en esa dirección entiendo la segunda connotación
de tu pregunta. Y añado: no existe una poética original, ni siquiera en los pueblos
silvestres, primitivos o indígenas. La originalidad
me parece vana pretensión humana. Toda poesía es mestiza, así como cada palabra
es gregaria, hija de un colectivo que, a su vez, se nutre de otros. Prefiero hablar
de diferencia.
El Surrealismo llegó hasta nosotros a galope con su bandera insurrecta.
No olvidemos que en una de sus etapas formó parte del movimiento revolucionario,
antes de que Breton decidiera convertirse en Papa e impusiera una suerte de catecismo
trocado en cartilla o en pirueta que finalmente melló el espíritu original y subversivo
del movimiento. Y no es que aquí existiera temor a proclamarse surrealista, sino
que quienes lo eran lo asumieron, y quienes no, no. Creo que en el fondo, en el
caso de algunos, privaba el hecho de no querer hacerse parte de otra logia. En otros
casos, como tú bien asomas, y ese es el nuestro, no se trató de una filiación a
sus postulados pero sí de un reconocimiento solidario a la presencia de un movimiento
que representó a nuestros ojos la disidencia contra la formalidad academicista,
la rebelión ante la servidumbre del poder, la denuncia de los antivalores establecidos,
el desprecio a la mojigatería convencional y a la carrera literaria y, en suma,
la lucha por alcanzar el verdadero reino de la libertad.
FM ¿Cómo
surgió Trópico Uno? ¿Cuáles eran esas
propuestas estéticas e ideológocas aludidas por Ramón Ordaz, sobre todo considerando
un período bastante concurrido en términos de revistas literarias en Venezuela?
GP Trópico Uno surgió del hecho fortuito
de habernos encontrado un pequeño grupo de poetas y artistas plásticos en una ciudad
del oriente venezolano, Puerto la Cruz, a comienzos de una década, la de los sesenta,
signada por la rebelión contra el gobierno de un presidente lacayo del imperio.
Era, si se quiere, una insurgencia juvenil hija de aquella particular circunstancia
histórica, y se inscribía en la gran conflagración que en el plano del espíritu
se libraba en el mundo contra los poderes imperiales y la hipocresía. Pese a nuestras
afinidades políticas y estéticas, no constituimos un grupo literario, sólo nos propusimos
editar una revista. No publicamos un manifiesto sino un antimanifiesto en el que
declarábamos, entre otras cosas, que no había nada tan sospechoso en el terreno
de la literatura como una revista literaria, tanto más si provinciana, y que no
creíamos en la literatura aunque la perpetráramos, y que la revista no aparecía
para renovar nada ni para llenar ningún vacío. Nos unía no sólo una propuesta artística
sino un modo de estar en el mundo, una posición ante y en la vida. Creíamos
con Tzara que nuestro compromiso de sujetos-poetas con los otros factores (objetos-sucesos)
de la realidad, trascendía la disciplina moral y espiritual para convertirse en
compromiso total con la vida y en plena identificación con la poesía. Quiere decir
que para nosotros la poesía era una forma de conocimiento y no simple ejercicio
de ociosos ni ingenioso placer de los sentidos ni regodeo de estetas.
FM Si pensamos en lo que afirmaba uno de los manifiestos de Trópico Uno, acerca de “su furiosa intransigencia
en favor de crear la atmósfera subversiva que, hoy por hoy, el hecho poético reclama
en nuestro país”, ¿cómo evaluar la escena poética en Venezuela en este inicio de
un nuevo siglo? Pienso por ejemplo, en lo que dijo José Luis Sánchez
Trincado (Siete poetas venezolanos, 1944):
“Después del Surrealismo, iremos, acaso, a un nuevo clasicismo que, sin embargo,
creo que será menos retórico que el clasicismo de la Ilustración y el del realismo
y más lúcido”.
GP Para mí el inicio de otro siglo no significa nada.
El tiempo, como dijera Ramos Sucre, es un invento de los relojeros. Así que la poesía
sigue allí, donde existe, representando lo que representa. No hay manera de eludir
el destino, pues siempre se tropieza uno con otro destino. Aquella atmósfera subversiva
que muchos de nosotros alentamos en aquel tiempo -y hasta hoy- iba más allá del
hecho poético porque intuimos que la poesía no era trozo aislado de la vida, sino
la vida misma de un ser humano en relación con otros seres y con el universo. Si
algunos intentamos expresarla escribiéndola, convirtiéndola en poema, no significa
que al hacerlo la hubiésemos suspendido de un gancho en el ropero para que se estuviera
allí, tranquila y echada, colgando su tristeza. Parafraseando a Gramsci -quien sostenía
que el arte no está hecho para servir sino que sirve porque es arte-, podríamos
decir que la poesía siempre ha sido subversiva, es subversiva per se. Y esta subversión tiene que ver con
todos los órdenes de la vida, sobre todo el del espíritu.
Aquella consigna de Marx que los primeros surrealistas hicieron suya: cambiar
la vida, transformar la sociedad, también nosotros la asumimos en presente, pasado
y futuro. Ahora bien, cada quien (y en el cada quien subyace el cada poeta) es dueño
de sus intenciones aunque los versos, una vez escritos, pertenezcan a otros. La
atmósfera subversiva a la que aludes tenía blancos específicos y no creo que éstos
de ahora hayan, en lo fundamental, cambiado. La injusticia en el mundo sigue allí.
Pero la situación en mi país ya no es la misma, aquí los hechos se suceden de modo
acelerado, el proceso bolivariano comienza a transformar la realidad en muchos aspectos
y al menos para mí en uno esencial, hermoso y constatable: los seres invisibles
se volvieron visibles. Por primera vez desde nuestra independencia de España la
inmensa legión de desheredados, ese casi 80% de nuestra población otrora ignorados
y excluidos por las clases dominantes como no fuera para escarnecerlos, parecen
decididos a tomar las riendas de su destino, actúan políticamente, estudian, se
organizan y sueñan sueños posibles que construyen cada día. Este solo acontecimiento
basta, en mi caso, para avalar aquello que permitió que esto ocurriera, es decir,
aquellas furias trajeron estos alborozos. Y tal vez -sólo me atrevo a decir tal
vez- de esas presencias nazca otra poesía, menos apegada a la retórica, a la postración
y al desencanto.
FM De la
escena poética a la escena política, por lo tanto. Aunque sea un error separarlas,
como se hace en Brasil. Mi breve estada en tu país y el subsiguiente acompañamiento
de lo que viene pasando, en ese proceso que tan bien sintetizas -lo de la visibilidad
de lo que antes era invisible-, todo esto me coloca a tu lado en términos de buenas
expectativas, a punto tal de pedirte que comentes un poco más acerca de las responsabilidades
que involucra tal proceso. ¿Con qué destino tropiezan hoy los poetas en Venezuela?
GP Depende
de los poetas. En este caso sólo puedo hablar por mí, y creo
haberte adelantado mi parecer. Siempre me ha sorprendido el desconocimiento y la
poca importancia que muchos poetas venezolanos otorgan a la historia, como si la
poesía fuese un arte autárquico, desvinculado de la vida y específicamente del acontecer
social, o como si ello fuese posible en un reino que como el de la palabra constituye
expresión de la propia existencia, incluida la imaginación (sempiterna loca de la
casa). Extrapolando un viejo aforismo que recuerdo de mis estudios de derecho, cabría
recordar que la ignorancia de la historia no excusa de su cumplimiento.
Percibo por tu pregunta que lo mismo ocurre en Brasil y comparto contigo
el criterio de que es un error separarlas, porque el trayecto de la poesía es el
de la historia de la humanidad y porque la poesía nació con el primer deslumbramiento,
con la primera angustia, con la primera melancolía humana.
Pero respondiendo a la raíz de tu pregunta, tú mismo, al visitar Venezuela,
habrás podido ver cómo en nuestros grandes medios algunos escritores y poetas hablan
de la dictadura o autocracia que hoy azota mi país, y adjetivan e infaman y acusan
de hordas a las mayorías que apoyan al proceso bolivariano. No es que ellos no sepan
qué es dictadura: algunos la han padecido, y otros tolerado. Como tú decías en fecha
reciente, toda casta intelectual se organiza en el sentido de cooptación con el
poder, aunque esta vez, agrego, tendríamos que precisar en dónde se halla el poder
verdadero -no el de fachada-, lo que nos llevaría a un estadio de definiciones.
Entiendo la disidencia como una actitud consustancial al poeta, y en lo personal
me entristece el patético destino de los poetas-bisagra, expertos en ditirambos,
genuflexiones y reverencias. Pero es necesario precisar sobre qué se disiente, ante
quién o quiénes y en nombre de qué o quiénes. Sucede que en mi país algunos “disidentes”,
cuyos goznes y charnelas aún resuenan en los espacios y oficinas de los verdaderos
poderes y cuyas voces enmudecieron cuando aquí y en Latinoamérica se cometían los
peores crímenes, ahora súbitamente han despertado y vociferan. Yo celebro este despertar,
porque entre la indiferencia y el egotismo, entre la disonancia y la vanidad, entre
la pantomima y la patraña, entre el sainete y la intolerancia, la disidencia -aun
la menos desinteresada- puede parecer una herejía, y toda herejía es revolucionaria,
si es verdadera.
FM ¿Todavía dirías hoy: “al diablo los versos”?
GP Todavía, pero no me atrevería a decir “al diablo la poesía”. La poesía nace
como salvoconducto de lo humano ante sí mismo. Su Tung-Po, llamado Su Chi, quien
viviera en la China imperial del siglo XI, escribió que la poesía era la única recompensa
del poeta. Y Luis Cardoza y Aragón, el gran guatemalteco tan olvidado, decía que
ella era la mejor prueba concreta de la existencia humana.
[2004]
GUSTAVO
PEREIRA (Venezuela, 1940)
Preparativos de viaje. Barcelona. Ediciones Trópico Uno. 1964. / En plena estación. Caracas. Universidad Central de Venezuela. 1966.
/ Hasta reventar. Maracaibo.
Universidad del Zulia. 1966. / El
interior de las sombras. Maracaibo. Universidad del Zulia. 1968. / Poesía de qué. Caracas. Ediciones del
Ministerio de Educación. 1970. / Los
cuatro horizontes del cielo. Caracas. Revista Imagen. 1970. / Libro de los
somaris. Caracas. s/p/i.. 1974. / Segundo
libro de los somaris. Caracas. Monte Ávila Editores. 1979. / Poemas de Gustavo Pereira. Grabados de Gladys Meneses. Lechería. Edición de lujo fuera de comercio. 1979. / Antología poética. Caracas. Cuaderno Playas. 1979. / Sumario de somaris. Caracas. Fundarte.
Colección Delta. 1980. / Tiempos oscuros.
tiempos de sol. Cumaná. Ediciones de la Universidad de Oriente. 1980. / Vivir contra morir. Caracas. Fundarte.
1988. / La fiesta sigue. Caracas.
Ediciones del PEN Club de Venezuela. 1992.
/ Diario de mar. Ediciones de la
Fundación Conferry. Caracas. Editorial Arte. 1992. / Antología compartida. Ediciones del Fondo Editorial del Caribe.
Caracas. Impresos Omar. 1993. / Escrito
de salvaje. Caracas. Fundarte. Colección Delta. 1993. / Antología poética. Caracas. Monte Ávila
Editores. 1994. / Adagio de la
desconocida. Maracay. Ediciones La
liebre libre. 1994. / Oficio de
partir. Ediciones de la Casa Ramos Sucre. Caracas. Impresos Omar. 1999. / Dama de niebla (selección). Valencia.
Fondo Editorial Predios. 1999. / Cuaderno
terrestre (selección). Valencia. Ediciones de la Revista Poesía. 1999. / Poesía de bolsillo (selección). Ediciones del Fondo Editorial del
Caribe. Caracas. Impresos Omar. 2002. / Sentimentario.
Caracas. Monte
Ávila Editores. 2004. / Poesía selecta.
Caracas. Monte Ávila Editores. Biblioteca Básica de Autores
Venezolanos. 2004.
[Escritura
conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación
Editorial El Perro y La Rana. 2010.]
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