FM Ese esencial
equilibrio que tu poesía consigue alcanzar entre ética y estética, y que le da una
levedad extraordinaria, levedad profunda, medida por la precisión y concisión de
sus imágenes, ciertamente es fruto de eso que Jorge Rodríguez Padrón sitúa como
tu opción inequívoca: “abismarse en el vértigo de la creación, vagar entre los signos
de la noche” (valiendo aquí recordar que la noche es posiblemente la más abarcadora
de tus polisémicas metáforas). ¿Qué significa para ti ese “abismarse en el vértigo
de la creación”? ¿Cómo te toca la poesía?
JS Es cierto
que el proceso de creación, mi poetizar si se quiere, se produce siempre en términos
de una relación bipolar entre lo ético y lo estético; entre un deber ser, paradigmático,
del texto (una meta expresiva oscura y casi penosamente entrevista) de una parte,
y de otra, la verbalización de esa experiencia en formas que conjuguen transparencia,
libertad y conciliador equilibrio. Esta relación trae por consecuencia, como se
puede colegir, el insoslayable afloramiento de una tensión interna, la que a su
vez trasunta un temple anímico sui generis:
sentimiento de opresión, de molestosa gravidez. Al “entrar” en la escritura de un
poema carezco enteramente del conocimiento previo de su “salida” pertinente, la
noción de un rumbo por seguir que a veces puede ir clareando paulatinamente a lo
largo de la escritura y en otros casos no se halla brújula al navegar en estas aguas
inciertas, solo desgarrones, destellos, en medio de la oscuridad.
Por lo demás, pienso que esta situación por la que atravieso no debe ser, en
el fondo, muy distinta a la que se debe presentar a todo poeta en trance de escritura.
La bien conocida agudeza crítica de Jorge Rodríguez Padrón -tal como me lo recuerdas-
ha dado con la formulación precisa: “abismarse en el vértigo de la creación, vagar
entre los signos de la noche”. Todo lo expuesto en las líneas precedentes no viene
a ser sino su deshilamiento explicativo. Sin embargo, retomaré el hilo y seguiré,
algo locuazmente, abundando en este asunto. La poesía me toca como un rayo de luz
en la opacidad, en la ceguera de la existencia y, quizá alguna vez, “como una aurora
en la noche”. Así como, después del día vivido, nos hundimos en el bálsamo del sueño,
así también, me parece, sucede con la expresión poética. Aunque ya no en condición
de olvido, como en el sueño, sino de aventura y revelación. Los signos son el pasto
de mi hambre, nunca satisfecha, de sentido; de su busca tenaz. Es por esta, sin
duda, que mi poesía es, así mismo, irrigada por la sangre del cuestionamiento y
de la reflexión: monólogo o más bien diálogo con los translúcidos, o definitivamente
impenetrables, sucesos de la existencia irremediablemente vulnerados por el agónico
tiempo humano.
FM Como
bien dice el poeta cubano José Kozer, “el poema exige el sacrificio total”. ¿Qué
significa para ti el proceso de creación poética? ¿Como lo enfrentas?
JS El proceso
de creación poética se me presenta como una tensión anímica que me reclama, para
reducirse o descargarse totalmente, su cristalización en la palabra. A riesgo de
repetirme una vez más, transcribo la respuesta dada, precisamente a José Kozer,
con ocasión de una entrevista que me hizo en 1983: “Mucho me interesa -me dijo José-
hables un poco de tu sistema poético en general y de tu búsqueda de una espiritualidad
cabal y amplia que sirva de asidero en un mundo bullicioso y materializado”. Esta
fue y es mi respuesta: “Tales afirmaciones no son indicios de un sistema poético
que, al menos en un nivel consciente, carece de existencia. Provienen, en cambio,
de un sentimiento que se ha ido sedimentando paulatinamente. El sentimiento de muchas
y plurales experiencias en las que, largo tiempo después de haberlas vivido, he
hurgado como quien lee en las cenizas.
Pero si bien no obedecen a un sistema previo, manifiestan un terco conato de
edificación por el verbo de un mundo -cualquiera se su alcance- donde hallar mi
espacio propio y libre, y mi verdadera identidad. Mis poemas son, aspiran a ser
ciertamente, ese asidero del que hablas.”
Cuando la poesía está por suscitarse en mí, experimento un complejo de sensaciones
muy cercanas a la manifestación de un malestar. Algo que gravita con exceso sobre
mí, que me perturba y exige, para recobrar mi rutinaria normalidad (habitualidad),
ser de algún modo expresado. Quizá por ello, al concluir un poema la impresión inmediata
sea de alivio, al margen de la impresión de éxito o fracaso que dicho texto posteriormente
me cause.
No acudo a factores externos como condicionantes de la “inspiración”, salvo,
a veces, a la música. Vibro de mí mismo.
FM José
Miguel Oviedo cierta vez señaló la afinidad de tu poesía con la de Huidobro, Paz, Mallarmé, Reverdy, en lo que se refiere a la relevancia de los valores visuales y espaciales
del poema. ¿El origen de esa relevancia estaría en la lectura de estos cuatro poetas
o sería otra su fuente?
JS José
Miguel Oviedo se refería en particular a los poemas de mi libro Folios de El Enamorado y la Muerte, que reseñaba,
y acertaba al hablar de afinidades con esos grandes poetas, a los que habría que
añadir, en primer lugar, a Apollinaire. Todos ellos leídos, y en el caso de los
franceses, traducidos en parte por mí (lo cual, como bien sabes, significa haber
ejercido una lectura en profundidad y una consecuente mayor atención a sus poemas),
todos ellos de algún modo y en proporciones por cierto no cuantificables, han afianzado
mi concepto y práctica de los valores visuales y espaciales en función del discurso
poético. Pero existe también otra fuente que considero importante. Es la poesía
clásica japonesa. Tanka y haiku no solo por su brevedad sino de modo principal por
la energía surgente y sugerente del yo-haku,
el margen blanco o lo inexpresado; esa zona de silencio elocuente adonde nos remite,
si lo sabemos sentir, estas sutiles, profundas, esenciales aprehensiones de los
hechos del corazón y de la naturaleza.
Tal aptitud de concisión y síntesis, de especial estimación por el espacio en
blanco, ese silencio cuya pureza original vamos a herir y alterar, por otro lado,
me parece que se manifiesta en las páginas en prosa, en gran parte dedicadas a la
poesía, que hasta la fecha he escrito.
Esas voces ajenas despertaron y despiertan algo que es propio de mi sensibilidad
poética, de mi gusto personal, los que se ven así corroborados por su fecundo magisterio.
FM Se discute
con cierta insistencia si el Surrealismo habría sido una influencia vital o mortal
para la poesía francesa. Con respecto a la poesía peruana, basta pensar en nombres
como César Moro y Emilio Adolfo Westphalen para tener
definida la extrema y vital importancia de ese movimiento. ¿Qué importancia asignas
al Surrealismo en tu propia obra?
JS Para
mí, el Surrealismo ha ejercido directa u oblicuamente una removedora influencia
que no puede calificarse sino de vital y universalista. La gran poesía de este siglo
y en lenguas de aquí y de allá, al margen de todo tipo de fronteras, ha sido posible
por la encarnación de los liberadores aportes del Surrealismo. Los poderes mágicos
de la imagen, el libérrimo flujo de las asociaciones verbales, la inserción sorprendente
en esa zona intermedia entre la realidad y el sueño, y tanto más, dan cuenta de
lo que fue su insoslayable vigencia.
En efecto, tal como lo dices, en la poesía peruana el Surrealismo prendió, casi
con exclusividad en César Moro y parcialmente en Westphalen, dando los admirables
frutos que todos conocemos y gozamos. En mi caso, como en los de otros poetas de
mi generación (Eielson y Blanca Varela, en especial), este movimiento (me resisto
a llamarlo escuela) ha obrado junto a la rica tradición poética hispánica evitándonos
el enquistamiento en una retórica consabida y exangüe. Según el crítico rumano Stefan
Baciu, nos corresponde el rótulo de “parasurrealistas”, lo cual me parece exacto.
Esos principios activos del Surrealismo han perneado mi expresión conjugándose
con los de la tierra natal de la tradición y sirviendo de correctivos a lo que podría
haber sido una excesiva y anquilosadota gravitación de esta última.
FM La poesía
encarna la realidad, al revelarle su precariedad, su miseria irreductible. Y evidenciar
esa miseria es su manera de tornarla fértil, su tentativa obstinada de rescatar
la abundancia en pleno magma de la miseria, de la escasez. ¿Crees que ésta es una
tarea posible, lo que haría de la poesía una pasión sin salida?
JS Las tareas
de revelación y rescate que reconoces como propias de la poesía (que considero ciertas)
no son imposibles. Siglo tras siglo como día tras día, la poesía está actuando no
solo en la sensibilidad estética del hombre, sino además paulatina y casi inadvertidamente,
obra en su sensibilidad moral, elevándola, haciendo más lúcida su percepción de
la condición humana. La poesía es, o puede ser, una pasión que jamás se agota en
sí misma. Ella nos ofrece -salvando épocas, distancias, culturas- un espacio de
reconocimiento de la unidad radical del ser humano, de su identidad sustancial.
La poesía, en este sentido, alcanza esa meta de verdad poética que, de acuerdo con
Paul Éluard, debe serle connatural. Congrega y apacigua, une y exalta. Lleva al
hombre a más altos y duraderos designios. Lo he dicho y lo repetirá en tono de profesión
de fe: la poesía es un agente de descubrimiento y recuperación de lo humano del
hombre.
FM Según Karl Kraus, todas las cualidades de una
lengua tienen su raíz en la moral. ¿Concordarías, por extensión, en que la moral
es también requisito fundamental de toda renovación del lenguaje poético?
JS Pienso
que todo hombre es una conducta y una moral en acción. Ineludiblemente. Por ello,
la afirmación de Karl Kraus concita mi interés y reflexión. Asumo la verdad que
revela y concuerdo, por extensión, en que toda renovación de la lengua poética supone
necesariamente un previo cambio de lo que (algo pedantemente, me excuso) llamaré
las estructuras morales subyacentes a toda conducta, entre estas, las de la expresión
y de la comunicación. Un solo ejemplo al respecto. El enfrentamiento ante los hechos
de la vida sexual y del erotismo, en nuestra ética social contemporánea, va traspasando
los límites, siempre estrechos, de su silenciamiento o de su enmascaramiento.
A su vez, la ética en que se apoya el lenguaje poético puede ser enriquecida
y estimulada a dar un paso más allá con las revelaciones que, entre otros rostros,
la poesía puede brindar a la sociedad en la que se produce y alienta.
FM A lo
largo de los tiempos, los poetas siempre fueron investidos de alguna misión -entre
los pueblos precolombinos se hablaba del poeta como de “aquel que hace que las cosas
se pongan de pie”; Mallarmé lo hacía responsable por la “purificación de las palabras
de la tribu”, etc.-, lo que en cierta forma liga la creación poética con la idea
de restauración. En este sentido, ¿concuerdas con que la poesía sea, al decir de
Eugenio Montejo, “la última religión que nos queda”?
JS Así es,
en efecto. Y las misiones que citas poseen esa clara felicidad de lo dicho con las
palabras justas. “Hacer que las cosas se pongan de pie.” ¡Qué admirable formulación!
Las cosas se ponen de pie, despiertan, se echan a andar, la vida obra en ellas y
ellas obran en nuestra vida.
De no ser la poesía, como postula Eugenio Montejo, “la última religión que nos
queda’, sería en todo caso el último y supremo rito con que el poeta intenta consagrar
o exorcizar los avatares de la vida humana.
FM Es conocido
y respetado tu magnífico empeño en traducir/editar poetas franceses, italianos,
suecos, japoneses y brasileños en el Perú. Y también sabido que parte de tu propia
poesía se encuentra traducida al francés, italiano, sueco, japonés, griego, ruso,
inglés, húngaro y alemán -lo que confirma un admirable flujo de reconocimiento por
tu trabajo ejemplar. Con todo, en el Brasil, e incluso teniendo en cuenta las antologías
de la poesía de Mário y Oswald de Andrade, Cruz e Souza, Cassiano Ricardo, Sousândrade,
entre otros, que entre 1977 y 1985 organizaste para el Centro de Estudos Brasileños,
tu propia poesía sigue enteramente inédita. No se trata, sin embargo, de un caso
personal. Casi la totalidad de la poesía hispanoamericana -y aquí vale destacar
la indiscutible importancia de autores como Pablo Antonio Cuadra, José Lezama Lima, Oliverio Girondo, Vicente Huidobro, Alvaro Mutis, Jaime Sáenz,
Enrique Molina, Juan Liscano, Enrique Lihn, José Emilio Pacheco,
Carlos Germán Belli, entre innumerable otros- permanece inédita en el Brasil, lo
cual constituye uno de los más graves crímenes perpetrados contra la cultura en
todos los tiempos. ¿Qué piensan, en general, los escritores peruanos, y, en particular
Javier Sologuren, respecto a esa “impenetrabilidad” de la poesía
hispanoamericana en el Brasil?
JS Hasta
hace unas décadas, el Brasil era una isla rodeada de mar y selva, cuyas manifestaciones
literarias y culturales eran generalmente desconocidas por los hispanoamericanos.
Curioso fenómeno, pues su lengua escrita no constituye para estos una muralla insalvable.
Mal que bien, podemos entendernos.
La política brasileña de apoyo, promoción y difusión de sus valores culturales
-a través de sus representaciones diplomáticas, de convenios editoriales u otros
medios- ha logrado que aquellos nos sean familiares. En particular, acá donde muchos
poetas peruanos han traducido a un bueno número de poetas brasileños de todos los
tiempos, tal como lo haces notar.
Nada semejante ha sucedido, como en justa reciprocidad lo merecen, con los poetas
hispanoamericanos, aun teniendo en cuenta los de mayor relevancia (salvo contadas
excepciones) como bien lo señalas. No existen pues las condiciones para el mutuo
enriquecimiento y la ampliación de las experiencias y perspectivas poéticas que
sería lícito esperar.
Esta situación deficitaria es realmente extraña. Esa “impenetrabilidad” puede
deberse, de una parte, a la endémica falta de apoyo estatal para difundir nuestra
poesía y hacer otro tanto en respuesta a lo que ha hecho tu país. Se puede pensar
también en una progresiva pérdida de interés de los poetas brasileños ante la dificultad
de disponer de los libros necesarios, ya que los nuestros no salen prácticamente
del país.
Por suerte, tu empresa generosa de descubrimiento y difusión de la poesía hispanoamericana
-a través de la traducción, el comentario, la entrevista, la edición- viene oportunamente
a colmar ese gran vacío.
FM ¿En qué
circunstancias surgen en Lima las Ediciones de La Rama Florida? ¿Y cuál es la situación actual
del mercado editorial peruano en lo que concierne a la poesía?
JS La Rama
Florida fue una pequeña empresa gráfica de carácter artesanal y doméstico. Una prensa
elemental, de las llamadas minervas, ordinariamente empleadas en la impresión de
tarjetas; unas cuantas cajas de caracteres movibles; una que otra herramienta, papel
y tinta. De esa rama brotaron, año tras año (más o menos doce) libritos de poemas
tanto peruanos como extranjeros, en una incesante continuidad, en ediciones trabajadas
manualmente y de muy corta tirada. Guardo muy buenos recuerdos de esta obra que
emprendí, sin contar con bienes de fortuna, con entusiasmo y cariño.
Todos sabemos -al menos acá en el Perú- que la publicación de textos poéticos
no es negocio para los editores. Mi taller y mis ediciones, al no ser lucrativas,
remediaron esta situación.
La ayuda económica decidida y abierta del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
ha hecho factible, en estos últimos años, la publicación de innumerables libros
de poesía, al lado de otros dedicados a las disciplinas científicas, técnicas, científicos-sociales,
etcétera. Es un caso sin duda único. Quien no publica sus inéditos o sus poemas
reunidos, es porque no desea hacerlo.
FM La edición,
este año, de tu obra completa, ¿significa el cierre de una etapa, de un ciclo?
JS La edición,
en el año que acaba de pasar, de mi obra poética, que va de 1939 a 1989, significa
más bien una mostración de una etapa, larga sin duda, en un decurso que siento continuo
y deseo permanente. Obedece, pues, a esa incitación propia de los aniversarios,
más aún cuando son prolongados y se dan en cifras redondas. Pero la vida es un continuum que rechaza por su propia naturaleza
toda división, toda artificiosa separación estanca. Y yo me valgo de esta condición
para darle título a mi obra…
[1990]
JAVIER SOLOGUREN (Peru, 1921-2004)
Detenimientos. Edición del Autor. Lima. 1947. / Bajo
los ojos del amor. Ediciones Ícaro. México. 1950. / Estancias. Ediciones de La Rama Florida. Lima. 1960. / La gruta de la sirena. Ediciones de La Rama Florida. Lima.
1961. / Vida continua. Ediciones de La Rama Florida. Lima. 1966. / Recinto. Ediciones de La Rama Florida. Lima. 1968. / Surcando el aire oscuro. Carlos Milla Batres Ediciones. Madrid. 1970. / Vida continua. Instituto
Nacional de Cultura. Lima. 1971. / Corola parva. Ediciones La Máquina
Eléctrica. México. 1977. / Folios de El
enamorado y la muerte. Monte Avila Editores.
Caracas. 1980. / Vida continua
(1945-1980). Premiá Editora. México. 1981. / El amor y los cuerpos. Premiá Editora.
México. 1985. / Retornelo. Editorial
Colmillo Blanco. Lima. 1986. / Catorce
versos dicen… Ediciones del Tapir. Madrid. 1987. / Poemas 1988. Ediciones del Tapir. Madrid. 1988. / Vida continua. Obra poética (1939-1989).
Editorial Colmillo Blanco. Lima. 1989. / Vida
continua. Nueva antología. Ediciones de la Universidad Nacional Agraria La
Molina. Lima.
1992.
[Escritura
conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas:
Fundación Editorial El Perro y La
Rana. 2010.]
Nenhum comentário:
Postar um comentário