domingo, 3 de agosto de 2014

LUIS ALBERTO CRESPO | Resonancias del espíritu poético



FM Recorto una observación de René Char: “Entre inocencia y conocimiento, amor y vacío, el poeta tiende todos los días el puente de su salud”. ¿Qué busca esencialmente tu poesía?

LAC Más que puente de salvación, lo que persigo es el hundimiento, la caída, mejor, en mi ser profundo, donde imagino la reintegración de mi inocencia y mi culpa en la tierra de debajo de la conciencia.

FM Naturalmente, me referí a René Char en función de que eres traductor de su obra. ¿Qué afinidades estéticas hay entre tu poesía y la de Char?

LAC De Char amo lo que me separa de su poesía: tanto deliberado propósito de alianza entre la emoción y el pensamiento, la ternura y la razón. Pero, sobre todo, lo que me acerca a su obra es su fidelidad a la región, al lugar y al color y el aroma del mediodía francés.

FM Otro poeta venezolano que admira mucho la poesía de René Char es Juan Sánchez Peláez. En los dos, poetas esencialmente imagéticos, hay una busca acentuada de claridad. La aventura existencial de ambos fue pautada por este riesgo extremo. Basta pensar en un libro de Peláez: Aire sobre el aire (1989). Naturalmente, esa busca conduce a una expansión de los sentidos, a una liberación de fuerzas expresivas. En ese sentido, ¿cómo ponderar hoy la importancia de la obra de de Sánchez Peláez en el ámbito de la poesía venezolana?

LAC La obra de Juan Sánchez Peláez nos exalta porque nos revela la hegemonía de la imagen y el entresueño: esa línea imprecisa entre el suspiro y el grito. El ha sabido igualar en la formulación del poema la ironía y el goce, el sentimiento de plenitud y de pérdida.

FM En el prólogo de Como una orilla (1991), Rafael Castillo Zapata comenta que tu concepción poética “tiene como centro la experiencia del desierto”. El desierto tiene un predominio peculiar en la obra del chileno Ludwig Zeller. Pero, en el sentido en que Zapata se refiere a una “mística seca”, tal vez se pudiera pensar en el brasileño João Cabral de Melo Neto. Según este poeta, “la persona se vuelve más lúcida, más creativa, más capaz, si tiene una obsesión”. Me gustaría que comentes esa posible relación entre tu poesía, la Zeller y la de João Cabral, a la luz de la “experiencia del desierto”, sea por el léxico (Zeller), sea por el ritmo acentuadamente áspero (Cabral). ¿Cuál, en fin, es la obsesión de tu poesía?

LAC No conozco, infelizmente, a Zeller. Em cambio he leído con fruición a João Cabral de Melo Neto, con quien comparto la luz de lo árido y lo desnudo, esa “experiencia del desierto”, que para mi es menos lexical, lingüístico, que formal o escritural. Si, mi obsesión es lo áspero, la grieta en lo que pienso y en lo que miro.

FM Siguiendo esta misma senda, menciono otro poeta, el chileno Humberto Díaz-Casanueva, cuya poética es considerada por la crítica otro ejemplo de “escritura desértica”. Este poeta defendía un dominio absoluto de la racionalidad sobre la escritura poética, en oposición a su compatriota Neruda que decía no comprender el acto de creación. ¿En qué consiste la conciencia de la creación?

LAC Amo la poesía de Díaz-Casanueva. He escrito sobre ella con fervor. Alguna vez me expresó su admiración por Resolana: pienso que, acaso la distancia de mi detenida lectura de su obra, cierta entonación acusatoria (o auto-acusatoria), cierta privación en el decir, proviene de El blasfemo coronado o de sus imágenes. Extraño que siendo Neruda más “sensual”, no alcance esa resonancia de la escritura desértica del poeta de la razón y de la lógica deductiva que es Díaz-Casanueva.

FM Según Guillermo Sucre, lo que se comprueba a partir de la lectura de Borges es que el destino de un escritor “lo hace vivir en la irrealidad”. Pienso aquí en tu pasión por el caballo. En una entrevista dijiste: “Él es el que me lleva a reconocer los lugares de la distancia, de lo lejano, de lo inalcanzable, de la muerte”. ¿El poeta revela la esencia de cada cosa o simplemente convierte una cosa en otra?


LAC Creo -y el caballo me lo confirma- que el poeta revela la esencia de cada cosa, como tú señalas, porque es órfico: desciende al fondo del ser y del mundo. Como los viejos chamanes de que habla Rolland de Reneville, deja una hendija en el horizonte cuando atraviesa la apariencia. A caballo, he vivido ese presentimiento cuando paso del aquí a la otredad de ciertas palmas, ciertos montes y tengo la experiencia del polvo y de la canícula que me revelan la espiritualidad de toda distancia, toda lejanía.

FM Observo en tu poesía una característica que se verifica también en Reynaldo Pérez Só y en Rafael Cadenas, en este último sólo en libros como Una isla (1958) y Amante (1983). Me refiero a la no titulación de los poemas. ¿Hay algo que quiera ser destacado mediante esa opción?

LAC No creo que haya particularidad alguna en borrar los títulos: acaso sea, sin embargo, para que el libro se mantenga fiel al título, al nombre, como si en él se concentrara cada poema. En mis trabajos más recientes (Solamente y Lado) regreso a la titulación de cada poema y ya no sé por qué lo hago, así como la insistencia en la puntuación, que en mis libros anteriores desdeñaba.

FM En uno de sus ensayos, Juan Liscano dice que la literatura, en Venezuela, suele “vivir sólo de la novedad o de la idolatría”, que es exactamente lo que pasa en Brasil, donde cada vez más raramente se ejerce la crítica literaria. ¿Cómo se observa este aspecto actualmente en tu país?

LAC Nuestro país literario es un país sin crítica, sin reflexión poética. No obstante, la escasa crítica que leemos es tan válida, tan precisa, que permite, al menos, advertir acerca de un peligro que nos asedia: la facilidad del reconocimiento, la apurada fama, en especial entre los jóvenes. Hay, además -como diría yo-, una insistencia en la poesía breve en la cual se da, las más de las veces, un testimonio trunco, una acumulación caótica de imágenes.

FM Al contrario de países como Puerto Rico y Uruguay, casi no se verifica, en Venezuela, la presencia de mujeres que escriban poemas. Casos aislados son Ana Enriqueta Terán y Hanni Ossott. Cuando Emira Rodríguez publicó su Malencuentro (1975), encontró en ti prácticamente el único comentario crítico de su poesía. Actualizando la lectura de la escritura mítica de ese libro, ¿qué representa hoy Emira Rodríguez para la poesía en Venezuela?

LAC El caso de Emira Rodríguez es doloroso: enmudeció de pronto. Al menos que oculte su escritura por cualquier causa. Aun me deslumbra el recuerdo de la lectura de Malencuentro. Emira estuvo muy ligada sentimentalmente a Juan Liscano y parece que este vínculo la afectó largamente. No encontrarás su nombre en ninguna antología nuestra.

FM Ana Enriqueta Terán declaró cierta vez: “En la poesía venezolana existen pocas individualidades de gran poesía, pero una poesía, sí, global. Tal vez en Chile, Argentina, Uruguay, existan poetas importantes, pero sin la calidad que nosotros tenemos como conjunto”. ¿Compartes esa opinión? ¿Tal ecuación es realmente posible, toda vez que la poesía exige la eclosión de una voz peculiar?

LAC No comparto para nada el sentimiento de la gran Ana Enriqueta: ella misma es una poeta de voz individual. Ramos Sucre es otro. Cadenas, Enriqueta Arvelo Larriva, Ramón Palomares, Sánchez Peláez, Gerbasi… Tampoco creo para nada que la poesía del Continente carezca de poetas importantes y de calidad individual. ¿Tengo que mencionarte nombres? No cabrían en estas páginas. Todos son planetas que reflejan una luz que les es propia. Poetas de generaciones diversas, del 20, del 40, aun de estos días, en el sur y en el norte, en la montaña y en la costa y hasta en las selvas y los llanos. Tanto, que hoy es posible hablar, no de este u otro poeta, sino de poetas ecuatorianos, peruanos, etc.

FM Otra opinión que quisiera confrontar con la tuya es la de Juan Liscano, cuando afirma: “Los surrealistas y su retórica acabaron con las posibilidades reales de ingresar en un mundo auténticamente mágico. Los surrealistas eran, en el fondo, firmes cartesianos, y por eso no puede asombrar la derivación de un Aragón hasta el estalinismo”. Me acuerdo de una frase de Michel Leiris, que dice: “La finalidad de una obra de arte es tornar sensible el misterio de los elementos que pone en juego”. En consecuencia, no entiendo la relación entre la equivocación (¿política?) de Aragón y la supuesta retórica apuntada justamente por Liscano, quien, al menos en sus Cármenes (1966), fue enormemente influenciado por esa misma “retórica”.

LAC Sí, del Surrealismo sobrevive hoy su trampa, su retórica. Emplearon una fórmula, la del automatismo psíquico y quienes eran realmente poetas sobrevivieron a esa retórica: Artaud, Char (en su primera época), Crevel, Magloire Saint-Aude, en Haití, Césaire, en Martinico, Sánchez Peláez, en Venezuela y no Breton, el Papa del Surrealismo (con excepción de su Unión libre). Pero el Surrealismo fue -así, en pasado- una liberación del lenguaje no sólo poético sino artístico y una invitación a practicar la poesía, a convertirla -como dijera Éluard- en una verdad práctica. No incluyo a Liscano entre los poetas venezolanos marcados por el Surrealismo. La influencia surrealista la encarna Sánchez Peláez: él nos sentimentalizó el Surrealismo, privilegió la parte imaginística en detrimento del orden cartesiano que hizo del movimiento legendario una casa abandonada, pero habitada por la nostalgia de una vida irrepetible.

FM Es muy cierto que se escribe de más y que todos se creen grandes poetas, sobre todo los que no lo son. Lo que antes era una veleidad del espíritu, ¿no crees que hoy ha sido sistematizada como una forma de anulación total del individuo?

LAC El peligro, para el poeta en estos días, es que ya no sea -como señalara Saint-John Perse- la mala conciencia de su tiempo y que la poesía no sea más el más inocente y peligroso de los menesteres, que señalara, a su vez, Hölderlin.

[2005]

LUIS ALBERTO CRESPO (Venezuela, 1941)

Si el verano es dilatado. Ed. Universidad de los Andes. Mérida. 1968. / Cosas. Colección revista de poesía. Caracas. 1968. / Novenario. Ed. Universidad Central de Venezuela. Caracas. 1970. / Rayas de Lagartija. Monte Ávila Editores. Caracas. 1974. / Costumbre de Sequía. Monte Ávila Editores. Caracas. 1976. / Resolana. Monte Ávila Editores. Caracas. 1980. / Entreabierto. Monte Ávila Editores. Caracas. 1984. / Señores de la distancia. Editorial Mandarla. Caracas. 1988. / Mediodía o nunca. Tierra de Gracia Editores. Caracas. 1989. / Más afuera. Monte Ávila Editores. Caracas. 1990. / Sentimentales. Monte Ávila Editores. Caracas. 1990. / Como una orilla. Monte Ávila Editores. Caracas. 1991. / Duro. Ediciones Pequeña Venecia. Caracas. 1995. / Solamente. Ediciones Binev. Caracas. 1995. / Lado. Ediciones Binev. Caracas. 1998. / La íntima desmesura. Monte Ávila Editores. Caracas. 2003. / Obra Poética Completa. Ediciones El Otro El Mismo. Mérida. 2004. / Tórtola de más arriba. Edición de la Casa de la Poesía J. A. Pérez Bonalde. Caracas. 2005.

[Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.]

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