FM
Durante los años 1959 a 1961, asististe a un curso sobre la Divina Comedia, dictado por Edoardo Bizzarri,
en el Instituto Cultural Ítalo-Brasilero. ¿Dante habría sido la puerta de
entrada a tu poesía?
RP Yo
no tenía ningún interés en ser poeta. Yo quería ser gángster. Por entonces
andaba por las calles de San Pablo, armado con revólver, con sobretodo,
imitando las películas de gángster norteamericanos, Humphrey Bogart etc. El
problema es que no logré ser gángster. Entonces terminé escribiendo poesía, que
es una forma de incentivar el gangsterismo. Este curso sobre la Divina Comedia fue dado por el entonces
agregado cultural de Italia en el Brasil, y allí comentamos y discutimos los
tres libros de la Comedia (Infierno, Purgatorio y Paraíso), un año para
cada libro. Yo asistí los tres años. Lo que ocurrió es que Dante, como todo
verdadero poeta, era un nómada. Fue expulsado de su ciudad, chocó con todos los
poderes constituidos de la ciudad, con el tipo de gobierno que había allá, y
pasó la vida como nómada, a cada rato en la corte de un noble de esos que le
daba guarida. Yo también me sentía muy nómada, y muy identificado con todos los
personajes de Dante. Yo tal vez no sea nada más que un personaje del Infierno
de Dante, que saltó fuera de la obra para dejar la realidad en completo
desorden.
FM En
una entrevista que le hice a Claudio Willer, él me habló de ciertas lecturas de
Heidegger que ustedes hacían en la casa de Vicente Ferreira da Silva.
RP
Vicente fue el único filósofo original que tuvo el Brasil. Era un tío que
cumplía, no literariamente, no vegetarianamente, la proposición de Oswald de
Andrade, de antropofagia. Para él, antropofagia era realmente antropofagia. No
era esa cosa literaria, pasteurizada, que esos profesores de literatura están
intentando hacer. Para él, era devorar al otro, comer al otro, comer, matar y
comer. Él creía que esto era lo fundamental, porque era un filósofo dionisíaco,
un filósofo del delirio. Como las Bacantes, tiene que llegar hasta allá y
despedazar, matar a los Penteos y devorar. Tiene que ser devorado, que ser
estuprado. Vicente leía al pie de la letra la antropofagia, y era íntimo amigo
de Oswald de Andrade. De ahí que fueran lecturas y discusiones de Heidegger y
otros filósofos, y otros autores entre mucha gente, porque la casa de Vicente
era un espacio cosmopolita, que frecuentaban tíos del mundo entero, desde
Guimarães Rosa, pasando por físicos italianos, poetas franceses, críticos
norteamericanos, etc. De ahí que creo que 99,9% de los poetas brasileños son
altamente provincianos. Probablemente el único poeta brasileño no provinciano
fue Murilo Mendes, dotado de una visión internacional, general, cosmopolita.
Por eso es que mi gran influencia en el Brasil es Murilo Mendes, y esto en
todos los sentidos, porque yo venía de una escuela que era la misma que la de
Vicente Ferreira da Silva, y mi propia formación, siempre en contacto con
personas de varias nacionalidades. Yo salí fuera de la tribu, al mismo tiempo
conociendo profundamente esa tribu. Entones ese provincianismo de escuelita, de
capillitas, de tertulias caretas de literatura, esa cosa de grupo, de
tipo individuo que va al diario y sólo elogia a los del grupo del él, todo eso
es una cosa mediocre, una cosa provinciana que existe entre 99,9% de los poetas
brasileños. Y en la casa de Vicente no había eso. Allí se discutía Heidegger,
se discutía Fernando Pessoa. Allí conocí, por ejemplo, a Eudoro de Sousa, famoso
intelectual portugués, exégeta de Fernando Pessoa. Eran momentos de gran
participación, nuestras lecturas de poesía, nuestras discusiones sobre
Heidegger. En la Universidad de San Pablo, fíjate bien, los comunistas de la
Universidad de San Pablo, los positivistas, nos miraban como a chiquillada. En
esos tiempos Vicente y la esposa de él, Dora Ferreira da Silva, nos recibían de
la misma forma como a un Guimarães Rosa. Esto era formidable. Mientras el
personal de la USP nos estaba siempre marginalizando. Actualmente son los
mismos tíos de la USP, que en aquella época combatieron mi libro Paranóia (1963), los que, cuando me ven,
abren mucho los ojos y quedan boquiabiertos, porque encuentran una cosa
maravillosa, brillante, y que descubrieron veinte años después. Entre tanto
Vicente, ya en aquella época -él murió en seguida-, mostraba nuestros textos a
todas esas personas, y discutía con nosotros con la misma seriedad con que
discutía con un Ernesto Grassi, un Eudoro de Sousa, un Guimarães Rosa. En fin,
todos bebíamos la misma porción de ese caldo filosófico que era la casa de
Vicente Ferreira da Silva.
FM
Hay en tu poesía innumerables referencias musicales -“Miles Davis a 150
quilómetros por hora / cazando mis visiones como un demonio”; o “Paul Desmond
con su saxo alto floreando en stacatto mi departamento”-, casi siempre jazzísticas.
RP El
ritmo del jazz es inseparable de mi poesía. Además, ahora que está de moda Chet
Baker, habrás visto que en 1963 yo ya hablo de él en un verso mío. Ahora está
de moda, lo descubrieron cuando está en la ruina, cuando está en franca
decadencia, convidando a unos babiecas de Río de Janeiro, una gente que no sabe
lo que dice ni lo que toca, para tocar con él. Democratizó su energía, y ahí
perdió todo la fuerza. Actualmente es un tío totalmente sin garra, sin aquella
genialidad, si aquella energía de transformación y de invención que tenía,
hasta el punto de influir en nuestra Bossa Nova. Todo ese balanceo de la bossa es el balanceo de mi poesía. Una
poesía sin música, sin juego de cintura, es una poesía rígida, de los
comunistas, de los marxistas, una poesía absolutamente trancada dentro de una
tumba, que es la tumba del leninismo, que ya está hediendo. Claro que el rock
también me influenció, pero no tuvo la misma importancia que el jazz, el cool
jazz. Pero hay evidentemente una influencia del rock, ya que personas como Jim
Morrison, Bob Dylan, Frank Zappa, son excelentes poetas. Entonces el rock me
influenció también, e incluso antes que jazz. Yo fui, por ejemplo, uno de los
que en 1957 fui a recibir a Bill Haley, con un grupo de jóvenes, allá en la
Praça do Patriarca, donde él se hospedó. Fuimos a hacer una manifestación de
cariño, de afecto. Posteriormente el jazz me influenció, y luego, en seguida,
la Bossa Nova. Yo fui un apasionado de la Bossa Nova. Entonces esas tres
corrientes -el rock, la Bossa Nova y principalmente el jazz- son una constante
de la influencia musical en mi obra.
FM
Hay el siguiente pasaje en el libro 20
poemas com brócoli (1981): “no seré vuestro postre en esta corta temporada
en el infierno”. ¿La rebeldía sería el último camino para el arte en el sentido
de terminar con el dopping de la
sociedad de consumo? ¿O incluso esa negación ya habría absorbida por el statu quo, convirtiéndose, para usar
palabras de Luís Costa Lima, en la “propia institución burguesa de lo poético”?
RP Mi
obra tiene que ser vista como un plan de fuga de esta civilización. Todo lo que
yo escribo, todo lo que hablo, lo que vivo, todas las montadas que doy, es
porque no tengo plata. Por eso yo quería ser gángster, para tener mucho dinero
y escapar de esta civilización, vivir en una isla, saltar afuera, vivir entre
mahometanos, yo qué sé. Se trata de un plan de fuga de esta civilización. Es
evidente que toda la poesía, que gran parte de la poesía brasileña, actualmente
está pasteurizada y combinada con los medios. Hay diarios brasileños -y sus
suplementos- que son verdaderos lobbies editoriales. Las redacciones de
esos diarios intentan conseguir poetas que puedan ofrecer al público una visión
uniforme de la poesía brasileña. Hay por lo tanto una castración, en proceso,
una castración en masa. Entonces es hora de que los verdaderos poetas salgan de
ese circuito, de nuevo, y paren con eso
eterno de emerger y sumergirse, porque la pasteurización está allí, cada
día los versitos están más bien educados, las bordadoras de poesía están de
vuelta, todo eso. Entonces, yo creo que una poesía-borracha, una
poesía-cancerosa, una poesía-lisérgica, ésta jamás será alquilada por el
sistema.
FM
¿Crees que la vida se modifique, que el hombre se perfeccione?
RP La
vida es un montón de ruinas. No existe evolución, ninguna cosa. Y cada día más
las personas están volviendo prácticamente a una edad de piedra de la cual
nunca salieron. Vale la pena escribir porque tres o cuatro personas, media
docena aquí, otros tantos allá, amigos, un pequeño grupo de personas, en mi
caso los muchachos de los suburbios, los muchachos subproletarios, en fin,
ellos son personas que se identifican mucho con el tipo de cosas que yo escribo,
porque ellos no tienen que eliminar, ellos no tienen que sacarse de la cabeza
un principio básico para entender mi poesía, la palabra criminal. Una poesía
cuya trasgresión apunta, en última instancia, al crimen, y a la anarquía
generalizada -no al anarquismo-, sino a la Anarquía. Mi poesía no es más que la
tentativa de instaurar ese desorden en lo cotidiano de las personas.
FM
Recuerdo aquí a Pasolini: “Tal vez la verdadera tragedia de todo poeta sea la
de alcanzar el mundo sólo
metafóricamente, según las reglas de una magia definitivamente limitada en su apropiación del mundo”.
RP No
tengas dudas, el poeta es un solitario. Poeta que no es solitario, son los
poetas oficiales, profesores universitarios bien situados, casados, derechitos.
Hay toda una mass media atrás de eso, apuntando a transformar la poesía
en una armadilla más que hace mover el rebaño. Entonces esa especie de
complicidad de esas personas con el sistema mira a la venta de obras, o sea,
una poesía hecha en función del ego. Mi poesía no está hecha en función del
ego, sino en función del delirio. Yo sólo creo en el delirio, una de cuyas
manifestaciones es la poesía. Y estoy muy próximo del arte bruto, del arte con
locos, con niños, de mis amigos grafiteros de paredes… La poesía es para
conducir a esto. La poesía, dice Lautréamont, debe ser hecha por todos. No para
todos, sino por todos, cada uno a su manera. Ahora, querer imponer al pueblo
brasileño una escuela, un único capítulo de la historia de la literatura como el
capítulo, esto es un absurdo. Existen millares. La verdad es la variedad.
Fuera de esto es la uniformidad, la cosa totalitaria que ellos quieren imponer,
tanto los de derecha como los de izquierda y los de centro, los de arriba, los
de abajo, todos quieren una visión uniforme de la vida, como si eso fuera
posible. Entonces todos están ahí, queriendo poner esa máscara, imponer esa
tumba a la sociedad brasileña, a la juventud. Ahora, lo sabes bien, está aquel
principio zen, aquel principio taoísta: cuanto más practicas el no actuar, más
las cosas corren a tu favor.
FM
Cierro recordando una declaración reciente de Pepe Escobar, publicada en Folha
de S. Paulo (27/07/85): “En el
Brasil no existe ni siquiera una poesía trágica capaz de compensar nuestro descarrilamiento
histórico. No tenemos ni una Odisea que retrate dignamente la agonía de nuestro pueblo. Falta hasta
la pura y simple calentura en la
cultura brasileña. Todo gira en torno a compromisos de clubes, mantecados de
sublirismo. Y todo cae en la impenitente banalización.”
RP
Pues sí, es todo esto de que acabamos de hablar. Y todo gira en torno de una
única palabra: provincianismo. Y el individuo
siendo provinciano está perdido. Si entra en ese juego de los media, está
perdido. Porque eso pasa. Como dice una frase de frase de Brecht: “de las
ciudades sólo va a sobrar el viento que pasa sobre ellas”.
[1985]
ROBERTO PIVA (BRASIL,
1937-2010)
Paranóia. Massao Ohno Editor. São Paulo. 1963. / Piazzas. Massao Ohno Editor. São Paulo.
1964. / Abra os olhos & diga ah.
Massao Ohno Editor. São Paulo. 1975. / Coxas.
Edição Feira de Poesia. São Paulo. 1979. / 20
poemas com brócoli. Massao Ohno Editor. São Paulo. 1981. / Quizumba. Global Editora. São Paulo. 1983. / Ciclones. Nanquim
Editorial. São Paulo. 1998.
[Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.]
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